El trabajo del triunfo
Basado en la solidaridad defensiva y la contra, el Manchester United supera a un City artificial, competitivo solo en la extrema necesidad
La frenética actividad y absoluta genialidad de sus delanteros fue suficiente para que el Manchester City conquistara la Premier del curso anterior, 44 años después. Pero desde entonces el equipo no ha evolucionado y en apenas una semana ha quedado apeado de Europa –tanto de la Champions como de la Liga Europa- a las primeras de cambio y es segundo de la Liga inglesa a seis puntos, ciertamente condenado por sus vicios caprichosos, por entender con más regularidad de lo deseado que al fútbol se gana sin correr. Le condenó el Manchester United, más primitivo y natural, líder en solitario, con Rooney como el futbolista más planetario del terreno de juego. Así, el City solo reaccionó cuando se vio arrinconado, pero sus dos latigazos igualaron un duelo que Van Persie, con una falta directa, resolvió. Fue el oficio, una inspiración enmarcada en el fruto de la responsabilidad, el trabajo del triunfo.
La historia defiende que el Manchester City es del pueblo, club creado para aligerar la opresión salarial de la ciudad del siglo anterior, motivo de algarabía para una sociedad industrial de lo más penada. Atienden ahora los citizens a la revolución económica y a la generosa chequera del jeque Masour bin Zayed con felicidad, olvidados ya los tiempos pasados, envueltos en dinero y la fanfarria de ser uno de los mejores equipos del mundo. O, al menos, de tener a jugadores universales. Porque el equipo no juega al fútbol ni por casualidad, con las líneas demasiado separadas, con la ausencia de gestos solidarios y con un técnico, Roberto Mancini, que siempre ha impuesto su idea rácana de músculo y fútbol en vez de adaptarse a las circunstancias. Jauja del bueno para el Manchester United, menos populista pero mucho más popular, todavía escocido porque en el curso anterior se llevó un saco de goles (6-1), una humillación perenne. Resulta, en cualquier caso, que el MUFC (multimillonario y con vocación mundial de igual manera que los citizens) también ha perdido su esencia en la última década, puesto que ha pasado de defender el fútbol sugerente, mantenido por la Generación Beckham –Giggs, Cantona, Scholes, Neville, Keane…-, a otro basado en rudos hachazos, con la velocidad y la puntería como estrategia, desdeñado el idilio con el balón para centrarse solo en la red. Y en el derbi, en casa del vecino molesto –como llama Ferguson al City-, le fue de maravilla.
M. CITY, 2 - M. UNITED, 3
Manchester City: Hart; Zabaleta, Kompany (Kolo Touré, m. 21), Nastasic, Clichy; Barry, Touré (Dzeko, m. 86); Nasri, Balotelli (Tévez, m. 52), Silva; y Agüero. No utilizados: Pantilimon; Lescott, Maicon y Javi García.
Manchester United: De Gea; Rafael, Evans (Smalling, m. 49), Ferdinand, Evra; Cleverley (Welbeck, m. 88), Carrick; Valencia (Jones, m. 65), Rooney, Young; y Van Persie. No utilizados: Johnstone; Scholes, Giggs y Chicharito.
Goles: 0-1. M. 16. Rooney resuelve una contra con un tiro raso y ajustado. 0-2. M. 29. Rooney empuja un centro de Rafael. 1-2. M. 60. Touré aprovecha un barullo en el área. 2-2. M. 86. Zabaleta, a la salida de un saque de esquina. 2-3. M. 92. Van Persie, de falta.
Árbitro: Martin Atkinson. Mostró la cartulina amarilla a Nasri, Rooney, Ferdinand, Touré, Barry y Jones.
Etihad Stadium. 47.000 espectadores.
Compareció en escena el Manchester City con el balón por bandera, con un juego de toque en las primeras líneas que se difuminaba a media que le daban bocados al campo. Más que nada porque Balotelli (titular por segunda vez en los últimos cinco partidos) hacía la guerra por su cuenta, como si tuviera que demostrar que es noticia con el balón atado a las botas y no por sus jaranas o extravagancias lejos del césped. Agüero, además, se quedaba solo y sin balón, y Silva no encontraba socios para tejer el juego y presentarse en casa ajena de improviso. Solo apareció De Gea –titular esta vez, como en todos los partidos importantes- en una ocasión, en un despeje a un centro cruzado. Mejor le fue al United, que le alcanzó con apretarse, con defender cerca de su área para salir al contragolpe con Rooney como estilete.
Ratificado que el MUFC ya no quiere el balón, que carece de un organizador que dé sentido al juego, se remitió al fútbol por los costados, a las carreras de Valencia y Young para descomponer a unos laterales que apenas las veían venir, siempre sin ayudas para solventar los dos contra uno. Y le bastó con la calidad para hilvanar las contras y los goles. Primero fue Young, que peinó un esférico con la cabeza y mezcló con el pecho de Van Persie para recuperarlo, para cedérselo después de Rooney. Tiempo para Wazza, que recogió el cuero en el balcón del área y le pegó con el tobillo, chiripa que se convirtió en diana. Después fue Valencia el que se dejó acompañar por Rafael. Superioridad ante Clichy que resolvieron con un centro a la llegada desde la segunda línea del mismo Rooney. Y de ahí, a la red. El Manchester United en estado puro.
No se rehízo el City, que subrayó sus deficiencias en el ejercicio defensivo, como que nadie cogiera sitio a la salida de un saque de esquina, como que los interiores no perseguían a los laterales adversarios, como que Carrick y Cleverley tuvieran tiempo en la sala de máquinas para repensarse el siguiente pase. Por lo que las carreras desnortadas de Agüero en busca del cuero eran también un imposible. Solo le sirvió un error arbitral –se anuló por un fuera de juego que no era un tanto de Young- como espoleta, puesto que Touré cazó un balón en el área para descontar a De Gea.
Ratificado que el MUFC ya no quiere el balón, se remitió al fútbol por los costados, a las carreras de Valencia y Young
Fue un gol y la reacción en cadena del City, ahora sí con voluntad y hambre, eléctrico porque las pilas de Agüero no se acaban y porque trató de atornillarse en el campo rival. Arremetió Silva con un disparo a bocajarro que no atinó a enfocar, asustó Dzeko, el revulsivo por antonomasia, y la clavó Zabaleta a la salida de un córner, con un zapatazo que se coló bajo las piernas de Jones y que persiguió con la vista De Gea hasta las mallas. Era la inspiración del momento, el City reconocible. Pero Van Persie, que también se alimenta de la improvisación, lanzó una falta que dio en la barrera y luego en la diana. Fue la celebración máxima -solo estropeada por un aficionado que lanzó una moneda a Ferdinand y le partió la ceja ["Así saben de qué color es mi sangre y la del Manchester United", ironizó]-, la recompensa al trabajo, la medalla a la puntería, el gol definitivo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.