Nelson Prudencio, un felino del triple salto
El atleta brasileño consiguió dos medallas olímpicas

Nelson Prudencio era el último superviviente de la gran escuela de triple salto brasileño. Una disciplina que había perdido hace 11 años a su patriarca, Adhemar Ferreira da Silva, y antes aún, en 1999, a su gran mito João Carlos de Oliveira.
Prudencio, fallecido el 23 de noviembre, nunca alcanzó la fama de ambos. Ni la de su predecesor (Da Silva fue campeón olímpico en 1952 y 1956, y hasta trabajó en el cine con Marcel Camus en Orfeo negro), ni la de su heredero (con un salto de 17,89 metros, De Oliveira, bronce olímpico en 1976 y 1980, fue el primer atleta que hizo ver que la barrera de los 18 metros era posible, y su vida, trágica y corta, acortada por el alcohol, es un motivo de pena continua).
Prudencio, nacido en la ciudad brasileña de Lins en 1944, será recordado sobre todo por su participación en la gran final olímpica de México 68, la de la gran batalla con el italiano Giuseppe Gentile y el soviético Víctor Saneyev, que efectuaba su aparición fulgurante en el firmamento atlético. Durante unos minutos, Prudencio —delgadísimo y felino, y también desordenado y hermoso en sus saltos, “saltaba como un gato que se equilibra y desequilibra varias veces en el aire, con un estilo natural y efectivo”, recuerda el español Ramón Cid— tuvo el récord del mundo, con 17,27 metros, pero finalmente cedió ante los 17,39 de Saneyev, quien logró así el primero de sus dos títulos olímpicos. La plata fue para Prudencio, quien cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Múnich, también fue batido por Saneyev y terminó tercero.
Después de retirarse, Prudencio trabajó como profesor de educación física en la Universidad de São Carlos (São Paulo) e hizo carrera en la confederación brasileña de atletismo, de la que llegó a ser vicepresidente. Hace un mes se le diagnosticó de forma tardía un cáncer de pulmón que acabó con su vida.
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