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La estrella de Venancio

España, que no ha perdido ninguno de los 96 partidos que ha dirigido el seleccionador, busca ante Brasil su tercer Mundial, el único trofeo que le falta al técnico

Los jugadores de España celebran el pase a la final.
Los jugadores de España celebran el pase a la final. Lars Baron (Getty)

Parecía un guion escrito de antemano, así que a nadie sorprende que Brasil y España, los dos mejores equipos de fútbol sala del mundo (porque así lo dicen los números) se jueguen la corona. Pocos deportes hay en el que dos selecciones nacionales hayan ejercido un dominio tan aplastante sobre los demás. En fútbol sala, unas veces gana España, otras veces Brasil y el domingo (13.30, Marca TV) ganará una de las dos. España o Brasil.

Uno de los artífices del éxito de la selección española no es otro que su seleccionador, José Venancio, que a sus 48 años tiene un historial prácticamente impoluto con el combinado: de 96 partidos que ha dirigido, 87 los cuenta como victorias y 9 como empates. Ninguna derrota. Hubo, es cierto, una igualada que resultó más amarga que cualquier derrota: la de la final del último Mundial, contra Brasil, que terminó con España cayendo en la tanda de penaltis.

Un palmarés deslumbrante

Campeona del mundo: 2000 y 2004.

Subcampeona del mundo: 1996 y 2008.

Tercera en el campeonato del mundo: 1992.

Seis Eurocopas: 1996, 2001, 2005, 2007, 2010 y 2012.

Un subcampeonato de Europa: 1999.

Es precisamente el Campeonato del Mundo el único título que le falta a Venancio para completar un palmarés idílico, que incluye tres Eurocopas, una Copa Intercontinental, una Copa de Europa, una Liga, tres Copas y tres Supercopas.

El de este domingo es el mejor duelo posible. A un lado, La Roja, sobrevenida potencia desde que hace ya 22 años dio el campanazo colándose en la final; desde entonces no se ha perdido ninguna. Al otro, la Canarinha, que reivindica por derecho propio la esencia de un deporte al que ha dado algo más de lo que recibe. Muchas de las estrellas de los equipos europeos son brasileños nacionalizados: es el caso de Alemao y Fernandao en España, y también de Pula y Eder Lima en Rusia. Como antes, Paulo Roberto, Marcelo o Daniel, hitos en la historia de la liga española que contribuyeron a popularizar, algo, este deporte.

La selección debe parte de su talento a Brasil, pero el resto es el fruto de zarandear el árbol propio. La retirada de la selección de dos estandartes, el portero Luis Amado y del ala Javi Rodríguez, se ha suplido con acierto porque hay cantera. El número de licencias se mantiene relativamente estable por encima de las 100.000. El problema es que el deporte, accesible porque cada colegio y cada instalación deportiva cuenta con una cancha, se vuelve invisible al alto nivel. El número de licencias profesionales no llega a 200 y Javi Rodríguez, puso el dedo en la llaga cuando, en 2010, dejó la selección con otro campeonato de Europa y una bota de oro en la maleta: “El fútbol sala es un producto mal vendido”.

Algo debe pasar porque los éxitos son continuos y la repercusión mediática, escasa. El Barcelona Alusport es el campeón de Europa de clubes, igual que antes lo fueron el Inter (tres veces) y el Playas de Castellón (en dos ocasiones). La selección ha aprovechado extraordinariamente la ola, hasta el punto de gobernar con tiranía los campeonatos continentales. Solo se le han escapado dos de los ocho que se han disputado. De paso, ha puesto en un brete a Brasil, que en 2000 y 2004 vio cómo un intruso se instalaba en su jardín y se llevaba dos coronas mundiales.

Toda una afrenta porque hasta entonces Brasil se sentía intocable, el único campeón desde que los Mundiales comenzaron a disputarse, en 1989. Hace cuatro años se tomó cumplida y dolorosa revancha: venció a España en la final con industriosa profesionalidad y una pizca de frialdad germana, en la tanda de penaltis. Borja Blanco, ala de la selección, se acordó ayer del episodio: “No se nos puede escapar otra vez”. Brasil es la historia del fútbol sala, representada aún con gallardía por Falcao, mejor jugador del mundo en 2011; pero también es el presente, que abanderan Fernandinho (autor de siete goles durante el torneo, a dos de la Bota de Oro), Je, Gabriel o Wilde, del Barcelona Alusport. Brasil ha dejado un reguero de goles a su paso por Tailandia (13 a Libia, 16 a Panamá), pero no ha puesto reparos a ponerse el mono de trabajo para doblegar a Argentina, en cuartos de final (3-2) y a Colombia (3-1), la revelación del campeonato, en semifinales. Así que Venancio López llamó ayer a protegerse del juego cadencioso y el virtuosismo técnico de la selección carioca: “Tenemos imprimir un gran ritmo al partido porque ahí puede estar nuestra ventaja”. Está en juego destronar al rey del fútbol sala.

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