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El Zaragoza está hecho

Los goles de Postiga y Sapunaru confirman la evolución futbolística del equipo y el triunfo sobre un Sevilla destemplado hasta la entrada de Babá

Jordi Quixano
Medel protege el balón ante Apoño.
Medel protege el balón ante Apoño.Javier Cebollada (EFE)

Respira al fin el Zaragoza sosiego y fútbol, lejos de la zozobra y batahola deportiva que le aprisionó en los últimos cursos, solo solventados a última hora de chiripa. Subida la cremallera en su área, tiene el equipo blanquillo recursos e ingenio en los metros concluyentes, capacidad para desmadejar a los rivales. Bien lo comprendió el Sevilla, tan cómodo en el Pizjuán como desconocido esta temporada a domicilio, aunque estupendamente revolucionado por Babá cuando sonaba la bocina. Así, Postiga y Sapunaru confirmaron la evolución futbolística del Zaragoza, un triunfo que subraya la condición de equipo, algo ignoto en el último lustro.

ZARAGOZA, 2 – SEVILLA, 1

Zaragoza: Roberto; Sapunaru, Loovens (Paredes, m. 73), Álvaro, Abraham; Movilla, Apoño (José Mari, m. 82); Zuculini (Romaric, m. 71), Víctor Rodríguez, Montañés; y Postiga. No utilizados: Leo Franco, Aranda, Babovic y Wílchez.

Sevilla: Palop; Cicinho, Botía (Fazio, m. 65), Spahic, Navarro; Maduro (Perotti, m. 46), Medel, Rakitic; Navas, Negredo y Manu del Moral (Babá, m. 65). No utilizados: Diego López; Luna, Campaña y Kondogbia.

Goles: 1-0. M. 36. Hélder Postiga recibe un pase de Zuculini y rompe a Palop con el regate. 2-0. M. 45. Sapunaru remata de cabeza un centro de Víctor Rodríguez. 2-1. M. 69. Medel aprovecha un rechazo desde el balcón del área.

Árbitro: Del Cerro Grande. Amonestó a Botía, Sapunaru, Spahic, Víctor Rodríguez, Movilla, Navas y Medel.

La Romareda. 27.000 espectadores.

El duelo se redujo durante buena parte a una banda. Lacerante y profundo con la sociedad de Navas y Cicinho por la derecha, el Sevilla persiguió el ataque por el costado, siempre a la carrera, con la intención de pisar la línea de fondo para sacar centros a las llegadas pertinaces de Negredo y ocasionales de Rakitic. No se salió airoso el conjunto andaluz, sin atender a la capacidad de desborde de Manu del Moral por el ala opuesta, empecinado en volcarse por ese flanco. Justo la parcela que más protegió y utilizó el Zaragoza, inclinado hacia la izquierda, proponiendo un duelo en espacios reducidos. Las ayudas del astuto Víctor Rodríguez, las incorporaciones por sorpresa de Montañés y las dobladas de Abraham se reprodujeron con persistencia, todo un quebradero de cabeza para Cicinho, que debió preocuparse del retrovisor y no pudo atornillarse en campo ajeno como gusta.

Con un lateral tan abotargado, los mediocentros de ambos equipos pretendieron dar aire a su equipo con cambios de orientación. Pero su participación en el juego era reducida y sus pies, quizá fríos o torcidos, expresaron por qué desde alevines los técnicos siempre insisten que en defensa no se dan pases horizontales para sacar la pelota. Primero fue Movilla el que trató de oxigenar el fútbol del Zaragoza con una circulación desastrosa, con un regalo a Negredo, que recogió el esférico en el balcón del área y que soltó un latigazo con la zurda que le hizo cosquillas al poste. Pero por fuera. Luego fue Medel el que pretendió ventear al Sevilla, aunque el cuero, impreciso, fue a la testa de Zuculini y de ahí, a los pies de Hélder Postiga, que se marcó un baile precioso. Controló el cuero con un autopase ante la embestida de Botía para descontarlo y luego engañó a Palop con una bicicleta para salir al lado contrario del que insinuó. Remate a puerta vacía, gol.

Víctor Rodríguez es un espectáculo; absorbe el cuero para dar sentido al fútbol, tiene recorte, pase y disparo, un poco de todo, que es mucho

Ha logrado el Zaragoza formar al fin un equipo, al menos para no mirar hacia atrás como en los últimos ejercicios. Y lo ha hecho con futbolistas anónimos, tan noveles en la categoría como hambrientos y talentosos, como lo son Montañés, Jose Mari y sobre todo Víctor Rodríguez, que es un espectáculo, que absorbe el cuero para dar sentido al fútbol, que tiene recorte, pase y disparo, un poco de todo, que es mucho. Probó fortuna Víctor con un disparo lejano y lo mismo hicieron Montañés y Apoño, atajados todos por Palop. No se reponía el Sevilla, contraído en la zona de creación, sin réplica, sin ideas, sin nada más allá de problemas, como ese penalti ingenuo y no señalado de Fernando Navarro a Zuculini. Nada nebuloso para el Zaragoza, que encontró a balón parado el mejor de los premios, un remate de Sapunaru a la red.

Descompuesto el Sevilla, Míchel azuzó la banda izquierda con la entrada de Perotti. El intervencionismo y lectura del técnico bastó para abrir el encuentro y encajonar al Zaragoza, síntoma de que el equipo todavía debe madurar. Pero fue Babá, un rematador nato, el que agitó el duelo, sobre todo porque provocó desajustes con sus arrastres. Un testarazo suyo saludó al poste y otro asustó a Roberto, tanto que no vio el rechazo de Medel, al fondo de las mallas. Pero no perdió la intensidad el Zaragoza, atento a los posibles desarreglos, solvente en las encrucijadas. Menos en esa galopada de Babá, que se plantó ante Roberto con las fuerzas justas, interrumpido en su remate. Y se acabó lo que se daba. Llegó tarde y mal el Sevilla a un partido que resolvió el Zaragoza con juego al principio y con oficio después.

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