Un entrenador de la calle
Jürgen Klopp, el peculiar técnico del Borussia, solía llevar a sus jugadores de piragüismo y convivencias
Dicen que es un tipo peculiar. Cercano. Expresivo. Vacilón. Con mucho sentido del humor. Extrovertido. Llamativo y juvenil con su inseparable chándal y su lenguaje coloquial. Jürgen Klopp también es un buen entrenador. Tiene 45 años, y 11 de ellos los ha pasado en los banquillos. Primero en el Mainz y, desde 2008, en el Borussia. Antes fue jugador: delantero y central. Sí, primero marcó goles y luego se convirtió en defensa, todo con la camiseta del Mainz. Nada más colgar las botas (2001) se hizo cargo del equipo, lo ascendió y hasta lo clasificó para la UEFA. Casado, en segundo matrimonio, con una conocida autora de libros infantiles, se ha hecho tan popular en Alemania que ya tiene más contratos publicitarios que Franz Beckenbauer. Siete, para ser más precisos, por los que ingresa un millón y medio de euros al año. La compañía de marketing que le contrató dice que el apellido Klopp ya se ha convertido en una marca. ¿Pero cómo se ha hecho tan famoso un tipo que llegó a los banquillos después de militar toda una vida por los campos de Segunda?
A Klopp le conocían los futboleros, pero nunca había tenido presencia mediática. La consiguió en el Mundial de 2006 como comentarista en la ZDF. Alguno antes que él había intentado hacer análisis técnicos en la tele con pésimos resultados. Ralf Rangnick, por ejemplo, resultó ser demasiado pretencioso. Klopp sí mantuvo despierto al público. Hacía análisis tácticos parando las imágenes, colocando flechitas en la pantalla, detallando errores y aciertos. Como si fuera un programa de la universidad popular. Con conocimientos, sin pedantería y con gracia. Es su bagaje. Y ya suena como sucesor de Joachim Löw después del Mundial de Brasil.
Es un entrenador de la nueva generación: metódico y científico. Fue de los primeros en colocar cámaras en los fondos del estadio para grabar los entrenamientos. También invierte en la psicología. Cuando entrenaba al Mainz se llevaba a la plantilla a dormir un par de días en cabañas y a hacer piragüismo todos juntos. Una manera más de fomentar la idea del grupo. El Borussia le fichó en 2008. Buscaban un nuevo concepto futbolístico y un técnico joven que creara comunión con la afición. La que ahora llena a rebosar el Signal Iduna Park (con una capacidad de 80.700 espectadores). “Para ver este ambiente me tiraría ocho días corriendo sin parar…”, dijo Klopp. La del Borussia resultó ser una apuesta ganadora. Por fútbol -entretenido, con transiciones rápidas y futbolistas traviesos que sorprenden al rival- y por resultados.
Lo ha conseguido un tipo que viene de Segunda y que no se distinguía por sus cualidades técnicas. Ni como central ni como delantero. Pero sí por su sentido del humor –“futbolísticamente era aun más limitado que Jürgen Klinsmann pero he conseguido jugar 325 partidos de Segunda sin hacer ninguna finta ni ningún amago”, bromeó hace años- y una capacidad innata para hacer llegar sus ideas. Ya sea al público de la ZDF, como en 2006, ya sea a sus jugadores. Cuando Klopp se proclamó campeón de la Bundesliga (2011), el Borussia llevaba nueve años sin conseguir el título. Ahora lleva dos seguidos con un equipo joven y admirado por media Europa.
El técnico nació en Stuttgart, pero siempre se ha identificado mucho con Dortmund y la cuenca del Rhur y su costumbre de jugar al fútbol en la calle (como hicieron en su día Özil y Sahin). De ahí que nunca se quite la gorra que pone ‘Pöhler’, palabra de la región de Dortmund que significa “jugador de calle”.
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