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Vettel mete la directa

El triunfo del alemán, impulsado por las mejoras de Red Bull, y el abandono de Alonso estrechan a cuatro puntos la renta del español como líder

O. P.
Sebastian Vettel rueda en cabeza por el circuito de Suzuka
Sebastian Vettel rueda en cabeza por el circuito de Suzukaclive rose (GETTY)

Aunque pueda parecer una perogrullada, conducir un coche de los más rápidos hace la vida más llevadera a cualquier piloto de la fórmula 1. Por esa misma regla de tres, ponerse al volante de uno más lento supone verse mucho más expuesto a los peligros que esconde un gran premio, que no son pocos. En este sentido, no hay discusión posible: el momento más delicado del fin de semana coincide con el arranque de la carrera. Es entonces cuando los corredores sacan los codos para tratar de ganar tantas posiciones como les sea posible. Los que ocupan las plazas más adelantadas marchan pitando y los que se encuentran más retrasados se santiguan para procurar salir enteros de la primera curva.

El RB8 alcanza 10 km más de media en velocidad punta gracias al ala posterior

En Suzuka, Fernando Alonso no pudo hacer ni lo primero ni lo segundo, de modo que abandonó el circuito por la puerta de atrás antes incluso de que Sebastian Vettel cruzara la meta como ganador de una prueba que reimpulsa sus posibilidades de llevarse su tercer título consecutivo. Con esta victoria, la tercera de la temporada y la 24ª de su palmarés, el alemán iguala al argentino Juan Manuel Fangio y reduce a un suspiro de cuatro puntos la desventaja que le separa de la batuta del Mundial, aún en manos del español. Por detrás del de Heppenheim concluyeron Felipe Massa, que volvió a subirse al podio dos años después, y Kamui Kobayashi, el primer japonés que lo consigue desde 2004, cuando Takuma Sato terminó el tercero en el circuito de Indianápolis.

Esto da a Vettel y Webber ventaja en la cronometrada, en la que no se limita su uso

La parafina es un hidrocarburo que las escuderías aplican a las piezas nuevas que incorporan para analizar el impacto del aire en ellas y que se identifica perfectamente porque es de color amarillo fosforito. El viernes pasado, los dos Red Bull salieron a la pista con el alerón trasero bañado en parafina, circunstancia que alertó a todo el paddock. El rendimiento del RB8 de Vettel en Japón confirma que la estructura de Milton Keynes ha metido una marcha más en el proceso de desarrollo de su prototipo y ha logrado revitalizarlo a partir de un importante paquete de mejoras. De entre todas ellas, destaca el doble DRS, un sistema instalado en el ala posterior que ofrece una ganancia media de unos 10 kilómetros por hora de velocidad punta porque disminuye la resistencia aerodinámica del bólido. Esto resulta un factor decisivo en la cronometrada, en la que la utilización de este mecanismo no está condicionada como sí que ocurre el domingo, cuando solo puede activarse en una zona determinada y siempre y cuando el que lo haga se encuentre a menos de un segundo del adversario que va por delante.

Balance perfecto de Baby Schumi: ‘pole’, vuelta rápida y liderato en cada vuelta

El sábado, Vettel y Webber fueron los más rápidos en la última criba de la sesión de ensayos oficial (Q3) y se ganaron el derecho a copar la primera línea de la parrilla, algo que este curso aún no habían conseguido. Mientras el australiano se convirtió en la última víctima del descontrol que invade a Romain Grosjean en las salidas, nadie vio el pelo al actual campeón, que circuló a su bola y que incluso se permitió el lujo de registrar la vuelta rápida en el penúltimo giro con 20 segundos de ventaja sobre Massa. “Sebastian, ten cuidado porque tenemos mucho que perder”, le advirtieron desde el muro. Un alarde, en cualquier caso, que le valió a Baby Schumi para apuntarse su segundo Grand Chelem, el balance más perfecto que puede existir en esta disciplina, ese que combina el triunfo, la pole, la vuelta rápida y el liderato de cada una de las vueltas. Vamos, todo un chute de Red Bull.

“Gracias, chicos, por darme este coche tan fantástico”, soltó Vettel a su tropa mientras regresaba al taller, con una mano al volante y la otra saludando a las gradas, al término de una cita que parece destinada a cambiar el color de un certamen que se ha puesto, ahora más que nunca, al rojo vivo.

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