Ganó el único que quiso
La Real supera al Athletic en la segunda mitad por su propia fe y el desánimo rojiblanco
A veces, no siempre, porque hablamos de un juego, gana el que quiere. Y para querer no siempre es necesario ser el mejor. Basta con saber que puedes ganar. La Real entendió ese mensaje histórico y acabó ganando, siendo mejor y hasta disfrutando de un partido que nacía a cara de perro, por falta de argumentos previos, y se le convirtió en un salón de baile por el desconcierto del Athletic en el banquillo y el terreno de juego. Nada fue coherente en el Athletic y todo fue razonable en la Real. Quizás nada fue bello. Quizás el partido no merecía la Concha de Oro, pero a la Real le supo a gloria. El equipo de Montanier es un equipo impetuoso y, como todos los equipos bravos, paga sus descansos mentales con castigos inesperados. El técnico francés cambió el guion de la pasada temporada y le disputó al Athletic cualquier centímetro desde el primer minuto. Nada de dejarle el campo, aunque fuera Amorebieta el que sacara el balón. Presión, olla a presión.
REAL SOCIEDAD, 2 - ATHLETIC, 0
Real Sociedad: Zubikarai; Estrada, Mikel González, Íñigo Martínez, De la Bella; Xabi Prieto, Markel, Illarramendi (Cadamuro, m. 81), Griezmann; Zurutuza (Chori Castro, m. 74) y Agirretxe (Vela, m. 68). No utilizados: Royo; Ansotegi, José Ángel y Ros.
Athletic: Iraizoz; Iraola, Gurpegui, Amorebieta, Castillo (Llorente, m. 66); Iturraspe (San José, m. 53); Susaeta, De Marcos, Muniain, Ismael López (Ibai Gómez, m. 60); y Aduriz. No utilizados: Raúl; Toquero, Ekiza y Ruiz de Galarreta.
Goles: 1-0. M. 66. Griezmann. 2-0. M. 71. Vela, de penalti.
Árbitro: Clos Gómez. Expulsó a Amorebieta (m. 70) por dos tarjetas amarillas y amonestó a Iturraspe, Gurpegui y Susaeta.
Unos 27.000 espectadores en Anoeta. Deportistas vascos olímpicos y paralímpicos hicieron el saque de honor.
El Athletic es un equipo indefinible. Falla infinidad de pases, no combina y nadie se explica ni explica por qué Llorente es suplente, emergencia para marcadores adversos, un principantepara resolver lo que los veteranos no lograron. Ayer volvió a salir cuando su equipo ya perdía: “Venga, chaval, a ver si lo arreglas”. Nuevos tiempos.
La Real fue honrada, ordenada, sensata, con una pequeña laguna de 15 minutos al final del primer tiempo, cuando el Athletic le acongojó y a punto estuvo de hundirle el barco. La Real tiene dos armas secretas por muy públicas que sean. Illarramendi es el volcán y el bombero al mismo tiempo. Es el tempo de la Real, pero al que el corazón a veces le pide marcha y así se planta ante los ojos de Iraizoz en un eslalon, que salvó Iraola, como construye un muro en la defensa para que no pase ni el lucero del alba. La otra es Zurutuza, el del bigotillo y las bromas del vestuario, que aparece por cualquier lado habilitando la mejor versión de sus compañeros. Luego, están los demás, imaginativos como Griezmann, poderosos como Agirretxe, expertos como Xabi Prieto o Markel, pero son más previsibles.
Uno por uno, casi todos los futbolistas de la Real fueron mejores que los del Athletic. Solo Iraizoz fue mejor que Zubikarai. El portero rojiblanco realizó cuatro paradas de mérito ante Griezmann, Illarramendi y Carlos Vela. En favor de Zubikarai hay que decir que el Athletic le trató como a un invitado especial: ni le inquietó. Un disparo de Susaeta que se fue fuera. Ni se manchó los guantes.
Nadie se explica por qué Llorente es suplente, emergencia para marcadores adversos
Nadie sabe qué pasó en el descanso, pero la Real se fue a por el partido y el Athletic quería huir, que acabara antes de tiempo, que se fuera la luz, un sabotaje o lo que fuera. El Athletic no combina, le cuesta un mundo llegar y sus futbolistas claves están perdidos. ¿Quién reconoce a Muniain, a De Marcos? Otros están perdidos en el anomimato del entrenador (caso Llorente).
Hay un desorden natural. El primer gol de la Real llegó entre una nube de futbolistas rojiblancos y, casualidades del destino o de la estrategia, el balón cayó a los pies de Griezmann, que lo cruzó fantásticamente entre Iraizoz y Gurpegui. El segundo fue obra de un penalti por manos de Amorebieta, que le condenaron a la expulsión por acumulación de amonestaciones. El tanto de Vela, recién incorporado, cerró el partido.
Un partido del que el Athletic se borró en la segunda mitad, se apartó del carril de circulación, se olvidó de ganar, hasta de empatar, y la Real se puso el buzo, al amparo de Illarramendi y Zurutuza, con la solvencia de Griezmann en el ataque, para demostrar que queriendo ganar se puede ganar aunque se tengan las lagunas naturales de un equipo impetuoso. Basta ver lo que ocurrió en los últimos 15 minutos de la primera mitad (la Real hundida) y lo que ocurrió en la segunda mitad (la Real pletórica) para entender lo que pudo pasar en el vestuario. Los cambios de Bielsa fueron un sintagma, algo que solo puede explicar el autor. Llorente fue el tercero, por detrás de San José e Ibai Gómez. Los humanos necesitan una explicación. El resultado, no: ganó el mejor, en todos los sentidos. El que quiso ganar. El que sabía de qué iba esto.
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