Un santuario en memoria de Sic
La novia de Marco Simoncelli, fallecido en octubre de 2011, gestiona la fundación benéfica del piloto mientras se ultima la apertura de un museo en Coriano
Faltan dos minutos para las tres de la tarde. Ha parado de llover y Kate Fretti llega con su coche, un Honda, blanco, a las puertas del número nueve de Via Emilia en Riccione, en la Riviera de Rimini. El número 58 y una fotografía inmensa de su novio, Marco Simoncelli, ocupan la fachada de la fundación que lleva su nombre. “Vengo cuatro días a la semana, la fundación está abierta de tres a seis”, explica mientras recoge el correo, abre puertas, enciende luces y toma asiento. Lo hace en la silla desde la que el piloto, fallecido el pasado 23 de octubre, daba explicaciones a sus técnicos en el garaje o aguardaba para subirse a la moto.
Es jueves, ha pasado casi un año desde aquel accidente fatal y la motos vuelven estos días al circuito de Misano, a menos de 15 kilómetros del pueblo de Simoncelli, Coriano, que aguarda expectante la apertura de un museo que poder visitar para rendirle tributo, pues no existe en el cementerio una tumba a la que llevar flores ya que la familia optó por la incineración. “Creo que un par de meses podremos abrirlo”, explica Kate. Mientras tanto, la sede de la fundación hace las veces de centro de culto improvisado. Hay un par de motos, los monos que vistió el piloto, y algunos cascos. Pero si algo abunda son las muestras de afecto llegadas desde todos los rincones de Italia. Dibujos, fotografías y cartas, muchas cartas, una veintena de carpetas archivadoras repletas de ellas, escritas a mano o a máquina. “Yo leí algunas, pero ya no puedo hacerlo más. La madre de Marco, Rosella, las lee todas”, cuenta ella, que cumplirá 24 años en diciembre, compañera inseparable de Marco, y encargada ahora de gestionar la fundación, de responder los correos, administrar las cuentas y recibir a las visitas: “Cuando se inaugure el museo esto ya no se abrirá al público, me quedaré con la mesa y poco más”.
El museo estará repleto de recuerdos de Simoncelli y abrirá en dos meses
Desde que crearon esta sociedad sin ánimo de lucro, el pasado enero, se han registrado más de 3.000 inscripciones. La donación mínima es de 30 euros. Y cuando una supera los 100 obtiene una camiseta y una gorra; material, por cierto, que se puede comprar en muchos circuitos y cuyos beneficios también se destinan a la fundación. Además, las empresas que estaban vinculadas a la carrera del piloto, Gresini, Honda o San Carlo han donado importantes cantidades de dinero y colaboran en campañas como la que arrancó ayer por la noche: la subasta —por Internet, a través de eBay— de la Honda Fireblade diseñada por Aldo Drudi, un modelo único, que la fábrica japonesa regaló a la familia. En siete días esa moto tendrá dueño y la fundación habrá ingresado una importante cantidad de dinero.
Uno de los primeros proyectos se levanta en San Pedro de Macoris, en República Dominicana, en colaboración con NPH, una conocida organización que trabaja con niños huérfanos. Y a donde Kate viajó el pasado mes de julio: “Se ha dado trabajo a muchas personas de la zona y hay un montón de voluntarios. Fue una visita maravillosa, los niños son muy agradecidos y cariñosos”, concede. El siguiente objetivo: reformar un albergue algo más cerca, en Rimini, para dar acogida a chicos con problemas. “Es un proyecto muy ambicioso, necesitaremos mucho dinero”, dice ilusionada.
Ya no puedo leer más sus cartas; su madre sí, todas Kate Fretti
Ha caído la tarde, dan las seis y mientras Kate cierra las puertas de la sede donde intenta hacer milagros en nombre de su novio, a escasos diez kilómetros de allí, un puñado de pilotos recorren el circuito de Misano en bici en recuerdo del malogrado corredor. La vida sigue y Kate, con el nombre de Sic tatuado en el anular de su mano izquierda, ahora sí —“nunca quise tatuarme el nombre de un chico, luego lo dejas y pasa lo que pasa; pero Marco ya nunca me podrá engañar”—, regresa a Coriano, donde vive con los padres de Simoncelli, tal y como hacía hasta que él se marchó. Estaban decorando la casa de sus sueños, pero hoy está vacía. “Los muebles que compramos juntos están allí cogiendo polvo, pero ya decidiré qué hacer con ella cuando sepa qué haré con mi vida y qué quiero ser de mayor”, bromea. La familia presenta este viernes un libro en recuerdo de Simonelli, Il nostro Sic, con textos de Kate, sus padres, amigos de la infancia y otros más conocidos como Rossi o Pasini. Misano también le recuerda.
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