Serena, títulos sin amor
Tras sumar en Nueva York su 15º grande en 13 años, Williams lamenta su soledad
El amor. Las palabras y la nuca de Serena Williams, tatuada con unos románticos corazones que suele esconder su melena, retratan lo único que falta en la vida de una campeona para la historia: al ganar 6-2, 2-6 y 7-5 la madrugada del domingo a la bielorrusa Azarenka la final del Abierto de EEUU, la número cuatro mundial sumó su 15º grande y venció su cuarto torneo en Nueva York 13 años después del primero (1999), todo un récord de longevidad competitiva. Ya solo la checa Martina Navratilova y la estadounidense Chris Evert (18 grandes y 12 años entre el primero y el último en ambos casos), así como la alemana Steffi Graf (22 y 12) resisten la comparación, aunque no sea eso lo que le importe a la espontánea e impredecible Serena: “[Sloane Stephens, tenista] siempre me anima a no seguir soltera, siempre me anima diciéndome que encontraré a alguien para mí algún día, es optimista con eso. Yo no... Y me quejo”, soltó en Nueva York, donde solo cedió un set.
Serena gana cuando quiere y juega lo que le da la gana. Solo así se explica que no sea la número uno tras ganar Wimbledon, el oro olímpico y el Abierto de Estados Unidos, y cuando es la tenista que más aces dispara, la que más puntos gana con primero y segundo saque, la que más puntos de break salva, y, lógicamente, la que sella más parciales al servicio.
No encuentro a nadie para mí... Y me quejo Serena Williams
“Nunca me sentí tan en forma, tan sana y tan hambrienta”, advirtió la campeona, de 30 años, que los dos últimos cursos sufrió un aparatoso corte en un pie y luego una embolia pulmonar que a punto estuvo de acabar con su vida. “Soy simplemente Serena, una chica un poco loca, sencilla y que ama la vida”, dijo tras levantar la Copa, recordando su piso en París, la decisión de entrenarse con el francés Patrick Mouratoglou tras perder por primera vez en su carrera en la primera ronda de un grande (Roland Garros 2012), sus paseos melancólicos, y también —así es ella, siempre con un chiste en la boca—, advirtiendo de que esa no es su residencia, no vayan a afectarle las medidas económicas de Hollande —“No quiero esos impuestos”, se desternilló—.
Pura Serena. Brutal en la pista, donde ganó cuatro juegos seguidos para alzar el título, por el que sacó Azarenka; sonriente, casi infantil fuera. La estadounidense vive varios meses al año en la ciudad del amor. No encuentra, como tantos, lo que busca. Esta es su salida: seguir buscando títulos, seguir sumando grandes, cazar con sus saquetazos a Navratilova, Evert y Steffi.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.