La distensión pierde al Barça
Los azulgrana han dejado de visualizar los partidos como si fueran el último. No era hipocresía, sino metodología
Aseguran en el Barcelona que la mayoría de los jugadores recibieron con alivio la designación de Tito Vilanova como sustituto de Pep Guardiola. Alguno temía el fichaje de un entrenador obsesivo como Marcelo Bielsa. Así que celebraron que las cosas continuaran más o menos igual o incluso mejor, más que nada porque había más de uno que estaba cansado del proceder y del intervencionismo de Guardiola. A la espera de conocer en qué medida afectará a la mecánica del juego, el equipo se ha liberado en exceso con el cambio de técnico. Ha perdido tensión defensiva, se ha aflojado en exceso, ha dejado de visualizar los partidos con aquel punto de dramatismo que convertía cada jornada en la última del campeonato. No era hipocresía ni comedia, sino metodología.
No ha habido un partido en el que el Barça no haya encajado al menos un gol por un error de su zaga: falló Alves contra la Real Sociedad; Valdés estuvo generoso con Di María en la ida de la Supercopa y ante Osasuna no atinaron ni Alves, ni Piqué ni Alba. Ayer, el Madrid dinamitó con pelotazos, con un juego directo y frontal, admirablemente agresivo, la línea de cuatro parada ante Valdés. No había pasado ni media hora e Higuaín ya había penalizado un despeje fallido de Mascherano, Piqué había quedado retratado por Cristiano y Adriano había sido expulsado. El Madrid cantaba gol en cada llegada y si no subió el tercero al marcador fue porque el portero azulgrana ganó dos mano a mano a Higuaín y el árbitro anuló un tanto a Pepe.
No ha habido un partido en el que el Barça no haya encajado al menos un gol por un error de su zaga
El Madrid atacó muy bien con Marcelo. El suyo fue un fútbol vertiginoso y contundente. Acaso le faltó puntería para finiquitar el partido antes de que apareciera Messi. La Pulga surgió para dejar un gol excelso en un libre directo: la pelota pasó por el costado de la barrera y entró por el ángulo derecho de Casillas. El gol de Messi tuvo un efecto parecido al de Di María en el Camp Nou. Lentos y estériles hasta entonces, dispersos y erráticos en la toma de decisiones, vulnerable Busquets, los azulgrana se corrigieron y se reorganizaron, dejaron al menos de ser permeables ante la determinación del Madrid. Apelaron a la responsabilidad, dieron un paso al frente y, desde la inferioridad, jugaron mucho mejor con 10 que con 11. Hasta ahora, el Barça funciona por reacción y no por acción.
Ya no era una cuestión del entrenador, sino de dignidad de los jugadores. Hay situaciones que demandan una respuesta inequívoca y no hay peor escarnio para un barcelonista que ser volteado por el equipo madridista. Las tres ocasiones de Pedro, dos neutralizadas por Casillas y una por Sergio Ramos, avalaron la rebeldía de los azulgrana, de la misma manera que Valdés continuó excelso en las llegadas del Madrid. La apreciable mejora del Barça, cada vez más reconocible, pegado siempre a la pelota y la pausa, muy profundo, contrastó con las carencias del Madrid, fatigado y espantado. Vilanova siempre cambió para bien y tuvo a su equipo a un gol del triunfo por la excelente capacidad de asociación de Xavi, Messi e Iniesta.
El Madrid atacó muy bien con Marcelo. El suyo fue un fútbol vertiginoso y contundente
No le alcanzó al Barça su arrebato después del descanso y, en cambio, le valió su excelente arranque al Madrid. La contundencia en las áreas siempre fue un asunto que dominaron mejor los blancos que los azulgrana y más anoche porque el Barça tardó demasiado tiempo en visualizar el clásico, blando de pies y manos, falto de hueso y nervio y, por el contrario, muy reconocible en la línea medular. Acabó el Madrid en su área, defendiéndose en superioridad numérica, sabedor de que había un título en juego y que cantaría victoria después de siete partidos consecutivos a merced del Barça. A los azulgrana siempre les preocupó el campo y el juego y al Madrid le obsesionan las porterías y los goles.
No perdonó finalmente el Madrid y se llevó la Supercopa después de dos clásicos ricos futbolísticamente, desprovistos de tensión y dramatismo, de muy buen ver.
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