La Vuelta absuelve a Armstrong
Ciclistas y organizadores se muestran contrarios a los juicios a posteriori
El día nació con calor, pero los ciclistas y todo el entorno de la Vuelta desayunó con Lance Armstrong. Al desayuno habitual, frugal, aunque a los ciclistas ya se les adivina la estación anterior a la extrema delgadez, se sumó el café con Armstrong. Y la respuesta fue la misma. Alberto Contador, el más buscado, se salió por la tangente: “No estoy al tanto y ni sé si el asunto está terminado y es definitivo. Lo que sí sé es que Armstrong fue siempre un ciclista muy fuerte mentalmente, muy inteligente”. Asunto liquidado.
El ciclismo, en casos como este, suele tener una respuesta gremial y visceral. Toda noticia de dopaje es una mala noticia. Lo saben bien porque tantos y tantos tienen alguna línea en el historial que, cuando afecta al más grande, parece que a la casa se le mueven los cimientos. Abraham Olano, director técnico de la Vuelta, fue el más rotundo: “Si seguimos así, habrá que acabar investigando a corredores como Bahamontes”. Lo que daba a entender una disconformidad con el procedimiento seguido por la USADA para perseguir el dopaje del rey del Tour. “Si en toda su carrera jamás dio positivo, no hay nada de qué hablar. Es lamentable”, continuaba.
Si seguimos así, habrá que acabar investigando a corredores como Bahamontes” Abraham Olano
El mundo del ciclismo no suele hacerse muchas preguntas en los casos graves de dopaje. La sensación de sentirse perseguido y maltratado respecto a otros deportes suele hacer piña al amparo del desconocimiento del caso o en torno al perjuicio que se causa a todos. Eusebio Unzué, mánager del Movistar, también calificó de lamentable el hecho. “Armstrong ganó respetando las reglas del juego”. Es decir, según cuantos ayer hablaron del caso en la Vuelta, los análisis a posteriori tendrían más que ver con una persecución que con una investigación que otros organismos internacionales, como la propia UCI, no hicieron.
Fue un café indigesto el del desayuno en todos los hoteles en los que se alojan los equipos y también en el de la organización, que veía momentáneamente afectado su protagonismo y nuevamente bajo sospecha el ciclismo en la persona de su máximo exponente en los últimos decenios. El director de la Vuelta, Javier Guillén, prefirió el comedimiento: “Es una noticia muy mala para el ciclismo, pero hay que tener prudencia y respetar el proceso en marcha”.
Caras largas y cuchicheos en el pelotón. Conversaciones bajas, ante un sol de justicia que llegó a calentar el desierto de los Monegros por encima de los 40 grados, como si quisiera poner la etapa a la altura del termómetro emocional del ciclismo tras la tormenta de Armstrong. Muchos amigos, excompañeros, circulando entre Huesca y Alcañiz. Amigos callados. A los ciclistas no les gusta opinar sobre los casos de dopaje y menos si se trata de una estrella de la talla de Armstrong y una sanción que puede dejarle al raso. A Armstrong, el hombre que luchó contra el cáncer y que se granjeó un reconocimiento social.
Con todo en la cabeza y el sol blandiendo el mazo, los ciclistas alcanzaron el circuito de motos de Alcañiz, con unos centenares de impagables aficionados, para ver ganar a John Degenkolb (y van tres victorias). Esta vez, su víctima fue el italiano Elia Viviani, que, como los dos anteriores derrotados, también cruzó la meta golpeando el manillar. El buen alemán le ganó en las tres últimas pedaladas. Una victoria tan rutinaria como inadvertida. En la Vuelta ganó Armstrong. Al menos, oficialmente.
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