Un Celta hecho en casa
Cinco años después, el conjunto celeste regresa a primera división confiado en la explosión de un grupo de jóvenes talentos canteranos
Cinco años después vuelve el Celta entre los grandes tras una de las más duras travesías de su historia. No tanto por el tiempo (solo entre 1959 y 1969 había estado más campañas lejos de la Primera División) como por los acontecimientos que se sucedieron tras el último descenso, preludio de un proceso concursal que permitió una reducción de la deuda desde los 70 millones de euros hasta los 30, pero que abocó al club a una economía de guerra.
Fue en esa penitencia donde encontró redención el Celta, cuando dejó de pagar onerosas fichas a medianías de variada procedencia y miró hacia su generoso vivero para forjar un equipo que curtió Eusebio Sacristán y acabó de esculpir Paco Herrera, un todoterreno que aceptó dar un nuevo giro a su carrera tras una experiencia como ayudante de Benítez en el Liverpool, gestionar la dirección deportiva del Espanyol y dos fantásticas medias campañas con el Castellón y el Villarreal B. El Celta era un grupo con posibilidades, pero que acababa de flirtear con el descenso a Segunda B y en el que se operó en el mercado justo donde se necesitaba, con veteranos como De Lucas o Bermejo que dieron vuelo a un colectivo con el que debutarán en Primera talentos como el lateral Hugo Mallo, habitual en las selecciones de categorías inferiores; Álex López, un centrocampista box to box complemento ideal al recuperado Borja Oubiña, o el indomable Iago Aspas, talento reconvertido de mediapunta a delantero, goleador la campaña pasada con 23 dianas.
Habrá muchos canteranos con algún toque foráneo. Los justos para apuntalar la zaga con el meta Javi Varas y los centrales Cabral y Samuel. Será clave acertar en el reemplazo de Orellana, de regreso a Granada tras una cesión que fue determinante en un ascenso trabajado, sufrido y merecido.
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