Compuestos y sin jeque
El Getafe arranca su noveno ejercicio en Primera sin el prometido impulso de los inversores árabes, pero confiando en la consagración de algunos jugadores
Este era el verano señalado en el calendario para que Getafe se convirtiera en emirato. Los dólares del grupo inversor de Dubái Royal Emirates garantizaban a Ángel Torres dinero suficiente para redecorar a lo grande su proyecto con fichajes de relumbrón e incluso un nuevo estadio. Hasta 90 millones repartidos en tres años prometía el acuerdo. Pero, como en el cuento, los jeques se convirtieron en ranas. Una historia de recelos, promesas incumplidas e intermediarios fraudulentos que, unidos a los estragos de la crisis económica, truncaron la compraventa del club, abocado a la reinvención anual para asegurar la supervivencia.
Compuesto y sin chilaba, Ángel Torres afronta su noveno ejercicio de funambulismo en Primera. Le toca cuidar con mimo la hucha, pero no pierde la ambición. Más hastiado que nunca, enfrentado con los escasos parroquianos del Coliseum por el precio de los abonos y confesando siempre su intención de dejar el cargo, el presidente azulón sigue empeñado en que su equipo vuelva a ser protagonista. “Me aburre lo de que vale con salvarse. No tenemos que sufrir, se puede quedar entre los ocho primeros y hacer una buena Copa del Rey. Y, sobre todo, ya se lo he dicho al entrenador, tenemos que jugar mejor que el año pasado”, espetó dando el primer toque a Luis García Plaza antes de que ruede el balón.
El técnico afronta su segunda temporada al frente de un equipo que ha sufrido un cambio radical. Hasta 22 salidas en los dos últimos cursos. Una auténtica revolución que se ha llevado por delante las jerarquías del vestuario. Si en 2010 se marcharon Belenguer y Celestini, este verano han salido, en contra de los deseos del entrenador, los tres capitanes de la plantilla: Casquero, Cata Díaz y Ustari.
El gestor más intervencionista del fútbol español apenas ha movido ficha
Ventilada la caseta, Torres ha decidido confiar en lo conocido. El gestor más intervencionista del fútbol español apenas ha movido ficha. Su misión prioritaria fue ejecutar la opción de compra del guardameta Moyà por dos millones y prolongar las cesiones de Alexis y Pedro León por una temporada más. En el Coliseum esperan que el centrocampista murciano haya completado su restauración física, futbolística y mental tras pasar por las manos de Mourinho, que Güiza encuentre el arco y las flechas que perdió hace tiempo en Turquía y que Diego Castro recupere el brío y el vértigo que lució en Gijón. Los mejores fichajes tienen que ser los del año pasado y de su resurrección depende la suerte del proyecto. La eclosión del talento grácil de Sarabia y la consagración como lujoso todocampista del niño prodigio, Abdel Barrada, completan lo mejor de la apuesta azulona. David Abraham, Xavi Torres y Lafita refuerzan, casi a coste cero, la defensa, el mediocentro y las bandas. Y, a la espera de que se concrete alguna oferta lustrosa que le abra la puerta de salida, Miku seguirá encargándose de afinar el ataque.
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