El signo de los 300 metros
Insólito doblete turco en los 1.500 femeninos la noche en que Defar trunca el sueño de Dibaba en los 5.000
Los 1.500 metros, en su versión masculina y también en la femenina, se han convertido en la distancia de la sospecha. Las dos mostraron el mismo síntoma perturbador: un ataque tremendo y demoledor del ganador, usualmente un atleta desconocido al más alto nivel hasta hace un par de meses, a 300 metros de la meta, que atletas más contrastados y expertos solo pueden que contemplar atónitos y anonadados. Ocurrió hace unos días con el argelino Taufik Makhlufi, un atleta pequeñito, duro como la piedra y explosivo como la dinamita que surgiendo de la casi nada (bajó en un año 4s su mejor marca para correr en Mónaco hace un mes en los 3m 30s) reventó las series y la final masculina de la distancia al mejor estilo del sancionado Ramzi, el campeón olímpico desposeído de Pekín. Fue también Makhlufi el atleta al que por sospechar de él la IAAF intentó eliminar de los Juegos pretextando que salió en las series de 800 metros para no correr.
Después del argelino, el signo del 300 lo marcó esta misma noche en la magnífica pista de Londres una turca de 26 años, Asli Çakir, quien a la salida de la última curva atacó al grupo, que hasta entonces había prácticamente parado (el tiempo final de la ganadora fue unos mediocres 4m 10,23s), para resistir perfectamente en la última recta el acosos de dos de las mejores de los últimos tiempos en la distancia, Maryam Jamal y la joven etíope Abeba Aregawi. Los últimos 300 metros los cubrió en 44s. Su último 400 fue de 58,12s. Más sorprendente aún fue, si cabe, la última recta de la otra turca en la final, la joven Gamze Bulut, de 20 años, quien después de haber estado marcando el ritmo los primeros 1.200 metros, y de ser superada en el ‘rush’ final, fue capaz de remontar a casi todas y terminar segunda. Repitieron así el resultado final de los Campeonatos de Europa de Helsinki de finales de junio.
Antes de Helsinki, Çakir corrió en 3m 56,2s los 1.500 en el mitin de París. Quedó segunda. La ganadora de aquel día, la marroquí Mariem Selsulí, que regresaba de una sanción por EPO, dio posteriormente positivo y su participación en los Juegos fue prohibida. La última gran atleta turca de 1.500 fue Süreyya Ayhan, subcampeona mundial en París 2003 y posteriormente suspendida a perpetuidad por dopaje.
Los 1.500 metros, en su versión masculina y femenina, se han convertido en la distancia de la sospecha
Pese a los detalles feos, la penúltima noche atlética de los Juegos de Londres tuvo un tono elevado y hermoso. Al día siguiente de las hazañas de Bolt y Rudisha, se vivieron pequeños pasos pero enormes, como el de Igor Bychkov, que fue capaz de sobreponerse a su pasado y al desánimo para saltar 5,50 metros por fin en una gran final. Lo hizo al tercer intento, lo que aumenta el mérito del pertiguista catalán que rozó luego ligeramente, y derribó, el listón en 5,65 metros, lo que habría sido su mejor marca personal, pues el joven pupilo de Javier Navas, de 25 años, llegó a Londres con una mejor marca de 5,60 metros. El oro fue para el gran favorito, el francés de Clermont Ferrand Renaud Lavillenie, hijo, sobrino, nieto y hermano de pertiguistas (en el jardín de su casa no lejos del Puy de Dôme ha instalado un magnífico saltadero para toda la familia), que ganó con una marca de 5,97 metros, récord olímpico. En un concurso eterno, de casi tres horas de duración, Lavillenie, el cuarto campeón olímpico francés en pértiga (antes: Gonder, Atenas 1906; Quinon, Los Angeles 84, y Galfione, Atlanta 96), manejó con inteligencia y frialdad la acometida del dúo alemán (Otto y Holzddeppe, plata y bronce), quienes pasaron a la primera 5,91 metros. Lavillenie, que había hecho nulo, pidió entonces el salto a 5,97 metros, altura que pasó a la segunda, en su último intento válido, y con la que chocaron los germanos.
Dibaba perdió ante la rival con la que más odia perder, su compatriota Meseret Defar
No fue el de Lavillenie el único récord olímpico de la noche de las múltiples plusmarcas. Antes, la martillista rusa Tatiana Lysenko batió por dos veces la anterior plusmarca olímpica para terminar ganando con 78,18m. Acompañaron en el podio a la rusa, que regresó el año pasado de una suspensión por dopaje la polaca Wlodarczyk (77,60 metros) y la alemana Betty Heidler (77,13 metros).
Ninguna de estas maravillas pudo, sin embargo, eliminar la tristeza de Tirunesh Dibaba, la elegante fondista etíope que buscaba ganar los 5.000 metros unos días después de imponerse espléndidamente en los 10.000, y repetir así el doblete de Pekín 2004. No solo no ganó Dibaba sino que perdió ante la rival con la que más odia perder, su compatriota Meseret Defar, la misma que ya le había derrotado en Atenas 2004, la misma a la que había derrotado en 2008 (una larga historia la suya, como se ve). Tras dejar el mando de la carrera para que las europeas guiaran a casi 3m 10s el kilómetro hasta los 3.600 metros, Dibaba encabezó desde entonces la marcha africana, que dio velocidad y sentido a la prueba. Parecía encaminada a repetir el extraordinario final del 10.000. Sin embargo, falta de frescura, no pudo ni despegar a Defar, que se pegó a su culo, ni a la keniana Cheruyot, quienes la dejaron de bronce tras superarla, por este orden, en la última curva y en la última recta, respectivamente. Defar, que lloró copiosamente sobre un icono arrugado y húmedo que bajó su camiseta portaba, ganó con un tiempo de 15m 04,25s.
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