Pasión contagiosa
La natación sincronizada española ha experimentado una transformación completa en la última década
Hacía 10 años que practicaba natación sincronizada cuando Ana Tarrés nos llevó al campeonato de Europa de 1995. Fue mi primera competición absoluta. Tenía 18 años y formaba parte de un grupo de júniors que tomábamos el relevo. Ante nosotras se levantaba una montaña. España era la quinta de Europa por detrás de Rusia, Francia, Italia y Suiza. En el mundo éramos las décimas. Estados Unidos, Canadá y Japón ocupaban los podios más importantes. Así fue desde los Juegos de Seúl, en 1988, hasta los Juegos de Atlanta, en 1996. El panorama comenzó a cambiar coincidiendo con la retirada de algunas nadadoras carismáticas, como las hermanas Josephson en Estados Unidos, y las hermanas Vilagos en Canadá. Fue un cambio generacional lo que provocó la crisis. Entonces Rusia se asentó en el primer puesto. Y detrás de Rusia, poco a poco, España.
España ha experimentado una transformación completa en la última década. De las nueve nadadoras que acudieron al Europeo de Helsinski de 2000, donde Gemma Mengual consiguió los dos primeros bronces, no queda ninguna. El equipo se subió al podio en Pekín y volvió a ganar dos medallas en Londres. En el cambio generacional, donde las potencias tradicionales sufrieron una crisis de la que no han salido, España ha conseguido mantenerse. Pero la transformación no ha sido radical. Ha sido paulatina. Ona Carbonell, Margalida Crespí, Paula Klamburg y Clara Basiana no fueron a Pekín en 2008, pero llevaban un par de años en el CAR preparándose para entrar en competición cuando las convocaron para el Mundial de Roma de 2009. En 2009 lo dejó Gemma y lo dejé yo, y el lugar de las veteranas lo ocuparon Andrea Fuentes, Alba Cabello y Thais Henríquez.
Entrenarse no basta si no lo haces con pasión y si no tienes una entrenadora capaz de transmitirla. Ana te arrastra
Durante años, desde 1995, buscamos la fórmula para competir por las medallas. Seguimos sin encontrar la fórmula. Ana siempre va a buscar. No sabe dejar de innovar. Con ella nunca es suficiente. Es inquieta, siempre quiere más y hace lo que sea para mejorar y aprovechar al máximo las características de las nadadoras. Ana y Beth Fernández, su ayudante, se pasan las 24 horas del día pensando en cómo afinar la música, las coreografías, la preparación física, o los bañadores. Entrenar no basta si no lo haces con pasión y si no tienes una entrenadora capaz de transmitirla a las chicas. Ana te arrastra.
La juventud del equipo invita a pensar en un futuro espectacular. Alba Cabello, una de las más veteranas, solo tiene 25 años. Ona Carbonell, que ya parece una experta, tiene 22. Este equipo puede hacer cosas increíbles.
Gisela Morón fue miembro del equipo de sincronizada que ganó la plata en Pekín
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