El vuelo tardío de Craviotto
Un despiste en la salida condena al palista español a resignarse con una plata histórica en el ‘sprint’ de 200 metros de kayak individual
La canoa es una embarcación de origen prehistórico. El kayak no pasa de 4.000 años. Ambos ingenios comparten categoría olímpica en el marco de la modalidad más primitiva de navegación, conocida como piragüismo. El canal de Eton Dorney acogió ayer a la primera final de la modalidad de sprint de 200 metros en kayak individual en unos Juegos. Se impuso Ed McKeever, un inglés de Bath cuya caja torácica y sus piernas cortas le confieren la apariencia de un lavavajillas. Por tres décimas de segundo no le pudo alcanzar el español Saúl Craviotto, que lo persiguió después de quedarse clavado en la salida, fue superado por cuatro competidores antes del paso por los 100 metros, y despegó hasta la segunda posición en un final vertiginoso. “Una plata te sabe a poco”, dijo al acabar la prueba.
MEDALLAS DEL PIRAGÜISMO ESPAÑOL
Montreal 1976: José Ramón López, Herminio Menéndez, Luis Gregorio Ramos y José María Esteban lograron la plata en K-4 1.000m.
Moscú 1980: Guillermo del Riego y Herminio Menéndez fueron plata en K-2 500m.
Los Ángeles 1984: Enrique Mïguez y Narciso Suárez consiguieron el bronce en C-2 500m.
Atenas 2004: David Cal suma su primera medalla de oro en C-1 1.000m y de plata en C-1 500m.
Pekín 2008: Continuaría la racha de metales de Cal con dos platas en C-1 1.000m y C-1 500m, y Saúl Craviotto y Carlos Pérez sumaron su primer oro en K-2 500m.
Londres 2012: Maialen Chourraut sumó el primer bronce en la historia para España en aguas bravas. David Cal lograba su quinto metal con la plata conseguida en la final de C-1 1.000 con el que se ha convertido en el deportista español más laureado en unos Juegos. Y Craviotto ha aumentado la cosecha con otra plata, en K1 200m.
Habían pasado las nueve de la mañana y soplaba una alegre brisa en el valle del Támesis cuando una columna de espuma, como de patos que chapotean, se elevó sobre la línea de boyas que marcan la salida. Era el movimiento giratorio de los brazos de los piragüistas clavando las hojas de sus palas en el estanque para ganar velocidad. El público se encendió en las gradas mientras los kayaks de fibra de carbono, ultraligeros, de poco más de cinco metros y no menos de 12 kilos, surcaron la pista de agua trazando ocho estelas blancas. A cada segundo fueron más rápido, los cascos blancos despegándose poco a poco de la superficie, limitando el rozamiento, y oscilando entre la flotación y el vuelo. Todo terminó en menos de 38 segundos.
“He fallado en la salida”, se lamentó Craviotto, que ya conquistó un oro en Pekín junto a su compañero Carlos Pérez Rial, alias Perucho, en la modalidad de 500 metros con kayak para dos tripulantes. No fue ni un segundo. Fueron unas décimas de retraso. Quizá unas centésimas más de lo debido en forzar la primera palanca. Fue suficiente para condicionar toda la carrera. “En la salida se te pasa todo por la cabeza”, explicó. “En ese momento tienes una tensión psicológica increíble. Te estás jugando un trabajo de toda una vida. Porque tengo 27 años. Llegué a estos Juegos con la mejor edad en cuanto a madurez y fortaleza física, y sabía que esta era la carrera más importante de mi vida. Porque a Rio no sé cómo voy a llegar, o si llegaré. Era una oportunidad que no podía desperdiciar. En esos segundos antes de salir te va el corazón a tope”.
Craviotto, que debe su apellido a un tatarabuelo italiano, es de Lleida. Es Policía Nacional y quiso agradecer al Cuerpo la deferencia que tuvo al permitirle preparar su participación olímpica. Luego habló con serenidad y fue excesivamente riguroso consigo mismo. Había conseguido la plata a pesar de que su experiencia para dominar la prueba era muy limitada. Hasta hace poco, su cuerpo y su técnica estaban hechos para competir con dos tripulantes en 500 metros, un ejercicio completamente distinto en el que es preciso ser más resistente y menos explosivo. Para adaptarse a la velocidad pura, aumentó las horas en el gimnasio y recortó los entrenamientos en el agua. Descansó más. Llegó a levantar hasta 155 kilos en series de cuatro con los pectorales. Quemó menos fibra muscular y subió de 86 a 96 kilos.
El 95% está por encima de 170 paladas por minuto. Él solo a veces llega a 160” Miguel García, entrenador de Craviotto
Miguel García, el entrenador de Craviotto, detalló el cambio en la preparación para el sprint. “Hay un paleo más potente, a mucha más frecuencia y esa es una de las claves con Saúl”, dijo. “Él va a mucho menos frecuencia que los demás. En el 500 van a una velocidad media de 123 paladas por minuto. Aquí el 95% de los palistas están por encima de 170. Él solo a veces llega a 160. Necesitamos tiempo para aumentar la frecuencia. Eso se puede hacer trabajando en barco de equipo, en K-4, que va a más velocidad. También podemos inventar algún artilugio que nos permita tirar del barco con una cuerda para darle más velocidad. Es como hacer series corriendo cuesta abajo”.
Para aumentar la frecuencia, García le propuso a Craviotto cambiar la hoja de su pala para 500 metros, de 845 centímetros cuadrados de superficie, por las hojas que usan los sprinters, que son más pequeñas, de unos 815 centímetros cuadrados, enganchan menos agua y permiten movimientos más veloces. “La palada de Saúl es muy dura”, explicó. “Él necesita sentir mucho agarre para acelerar. Intentamos reducir la hoja de la pala pero a él esos cambios le afectan. Tiene mucho tacto y dice que sin tanto agarre no se encuentra igual de bien”.
Entre los 50 y los 150 metros el español, más alto y más fuerte que los demás, comenzó a recortar terreno a cada palada. Cruzó la meta en 36,540 segundos. McKeever lo hizo en 36,246 y el canadiense Mark Jonge a 36,657. La pugna duró lo que duran una bandada de patos en levantar vuelo. Hubo un alboroto de gritos y de agua. Después, Craviotto se colgó la primera medalla olímpica de España en kayak individual.
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