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JUEGOS OLÍMPICOS | FÚTBOL
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El fútbol vuelve a la caverna

La reacción de Milla y de algunos jugadores tras la eliminación en los Juegos remite a una época de excusas y lamentos que parecía superada

José Sámano
Milla mira al cielo, en el partido contra Japón
Milla mira al cielo, en el partido contra Japón Juanjo Martin (EFE)

Hay algo peor que una derrota deportiva en sí misma: las excusas, los lamentos, los subterfugios, todo propio, por lo general, de la mediocridad, la que el fútbol español había logrado superar tras un siglo casposo en la caverna. La reacción de España tras su descalabro futbolero en los Juegos ha sido propia de aquellos tiempos, los que Luis Milla, el seleccionador, y alguno de sus jugadores, al amparo de las evasivas del técnico, aún no han superado.

 Resulta grotesco que, tras perder con Japón en un infumable partido y después de una hora en la hamaca ante Honduras y un arrebato final, Milla se suelte con que su equipo ha estado “fenomenal”, se parapete tras un mal árbitro y, encima, haga de pitoniso: “De haber pasado, estábamos para medalla”. El colmo. Lo dice el mismo que, después del espanto ante Japón, soltó: “Tranquilos, pasaremos”. Lo dice quien prepara a un equipo que ha metido un gol en sus cuatro últimos encuentros, dos amistosos, ante Senegal y México, y dos oficiales, ante las mencionadas selecciones japonesa y hondureña. Ninguno de los cuatro adversarios está en el olimpo del fútbol precisamente.

Las excusas y lamentos evocan los tiempos de Cardeñosa, Luis Enrique o Ghandour

Los seleccionadores no están para ser meros acompañantes de unos futbolistas con estrella, sino para intervenir. Lo demostró Vicente del Bosque como antes Luis Aragonés. Esa es su letra, no el discurso fatalista barnizado a su antojo o soplar las pompas cuando llega el éxito embriagador. Ese es el gran papel de los seleccionadores. Y a Milla, llegado de las entrañas del fútbol, le ha costado asimilarlo. Su tardía reacción en los partidos en nada corrigió a España. Es muy difícil ser Del Bosque, que no es un mero alineador.

La reacción de España tras el fiasco evoca los tenebrosos tiempos de Cardeñosa, Luis Enrique o El Ghandour. Técnicos y jugadores no supieron estar a la altura de lo que se ha ganado el fútbol español desde Viena 2008. Bien pudieron seguir el ejemplo de Del Bosque, caballero, autocrítico y reflexivo tras la derrota con Suiza en el estreno del Mundial de Sudáfrica. Un día en el que la selección, por cierto, jugó muchísimo mejor que en su pesadilla en Londres.

Hay victorias que, bien metabolizadas, resultan didácticas. Milla debió, debe, analizar en qué ha fallado su preparación, su convocatoria, sus alineaciones. Deberían preguntarse por la conveniencia de haber alistado a tres jugadores llegados tras una Eurocopa extenuante, por qué alineó a dos centrales zurdos ante Japón, por qué su equipo no supo competir con voracidad hasta que se vio al borde del exilio, por qué Javi Martínez o Jordi Alba han estado muy por debajo de su rendimiento. ¿Exceso de confianza? ¿Un cierto aire de superioridad al creerse que con la marca España ya es suficiente? Sus rivales, con menos recursos, sin campeones mundiales y europeos en sus filas, sin reclutas de una Liga con tanta púrpura como la española, supieron jugar con el colmillo que no tuvo la selección española, que quiso justificarse con su histérica reacción ante sus adversarios y un pésimo árbitro. En nada habría influido el colegiado de haber hecho los deberes mucho antes.

Los seleccionadores no están para ser meros acompañantes. Es difícil ser Del Bosque

La llegada a la élite obliga a tener grandeza, tanto en las victorias como en los varapalos. Aceptar ambas y huir de las cortinas de humo es lo que abrillanta aún más a un equipo, lo que genera feligreses por todo el mundo, como los niños de Newcastle que el domingo lucían la camiseta roja. Esa es la principal derivada de la marca España. En el deporte nadie está a salvo de un traspié. Lo peor es intentar justificar lo injustificable y querer hacer creer que la película del fútbol español aún es la del No-Do. Milla, por supuesto, no es el único culpable del bochorno. Pero sí es rehén de su discurso. Con coartadas semejantes, España se arrastró por el barro durante una eternidad. Al seleccionador olímpico le ha costado un día autoproclamarse “máximo responsable”, como sostuvo ayer. Claro que lo es y, en su ejercicio de responsabilidad, tendría que hacer una introspección propia y del vestuario. Bien cerca tiene el ejemplo de sus mayores de La Roja.

Milla también podría hacerse una última pregunta. A pesar de que el fútbol tiende a mirarse el ombligo desde su burbuja, ¿por qué la selección ha sido el gran borrón? En estos Juegos solo ha perdido, por ahora, la de balonmano femenino en su estreno. Ayer empató con Francia (18-18), como la de hockey sobre hierba masculina con la potente de Pakistán (1-1). Las chicas del waterpolo triunfaron ante China (11-6), como el día anterior lo hicieron los hombres y tanto los muchachos del balonmano como los del baloncesto.

El fútbol, fuente de tantas alegrías en los últimos cuatro años, falló con estrépito en los Juegos. El deporte tiene imprevistos y puede ser accidental. Frente a ello, nada mejor que saber a quién se representa, lo duro que es llevar una marca a la cima y, más aún, sostenerla con esplendor hasta en las derrotas, en las que el listón español también estaba muy alto hasta el pasado domingo.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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