“Seguimos estupendas”
La delantera marcó el gol del triunfo sobre Alemania en la final de hockey
Elisabeth Maragall (Barcelona, 1970) buscaba el gol partido tras partido sin dar con él. Hasta que, en el minuto 12 de la prórroga de la final, contra Alemania, la delantera de la selección femenina española de hockey sobre hierba, bajita y peleona, se coló entre las torres rivales. Pareció tropezarse y caer. Pero si la bola que lanzó la libero María del Carmen Barea golpeó en su palo [stick] fue porque la jugada se había ensayado hasta la extenuación.
Pregunta. Su único gol del torneo, el del oro.
Respuesta. Bueno, si no hubiese tocado yo la pelota, lo habría hecho mi compañera Natalia [Gómez]. Recuerdo ir corriendo directamente al centro del campo diciendo: “Chicas, esto no ha terminado. Hemos marcado, pero esto aún debe terminar”. Siempre he sido racional. Sabía que en una final olímpica podía pasar de todo.
P. ¿Siguen viéndose las campeonas?
R. Nos hemos reunido el fin de semana pasado en Santander, invitadas por nuestro jefe de equipo, para ver los vídeos, recordar, celebrar y decirnos que seguimos estupendas. Nos reímos igual o más que en aquellas concentraciones.
P. ¿A qué se dedicó después?
R. Ese mismo día me retiré de la selección porque no quería que todo en mi vida fuese el hockey. Seguí jugando en la Liga nacional hasta los 30 años en un equipo de Sant Cugat. Acabé la carrera de turismo, trabajé en un restaurante y en una agencia de viajes y en 2001 abrí la mía en Barcelona.
P. A los Juegos de Londres no ha ido la selección femenina.
R. No creo que sea una decepción. Es necesario que cada cierto tiempo haya un cambio generacional. Son etapas.
P. ¿Celebra los 7 de agosto, el día de la victoria?
R. No. Normalmente, trabajo. Pero ningún año faltan los mensajes de felicitación entre las compañeras.
P. ¿Dónde está su medalla?
R. Ahora, en un cajón porque me la piden mucho. Por lo general, la tengo en una caja de cristal que me regaló mi abuelo.
P. ¿Guarda algo más?
R. El palo con el que metí el gol. El ramo lo tiene mi madre enmarcado. El chándal, el traje y lo demás lo guardo en el trastero, en una bolsa en la que hay muchas cosas. Pasa el tiempo, ya la mitad de mi vida, y tengo que hacer hueco a otras.
P. Un viernes por la tarde de julio, ¿dónde está?
R. Sentada en mi mesa de la agencia de viajes, pendiente de emitir unos billetes para una empresa y contestar a cuatro correos.
P. ¿Qué queda de aquella Elisabeth de 21 años?
R. Ahora soy una mujer de 41, una empresaria que lucha como todo el mundo. A mi lado tengo un cuadro con una fotografía con el podio de aquellos Juegos. Siempre llevo algo conmigo de esa etapa. Me recuerda que los retos y la superación son importantes. En mi empresa intento superarme día a día y a menudo pienso que si fui capaz de conseguir aquello podré hacer cualquier otra cosa.
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