Fernando Alonso se abre camino
El asturiano consigue su segunda ‘pole’ consecutiva con una trazada y estrategia distintas a las del resto
Antes del Gran Premio de España de F-1 que se celebró en Montmeló el pasado 13 de mayo, Asturias acumulaba 51 días seguidos en los que en algún momento había roto a llover. En una ciudad como Oviedo, donde la media de chubascos ronda anualmente las 130 jornadas, uno debe acostumbrarse a convivir con el agua en cualquiera que sea su rutina. Eso pensó José Luis Alonso una mañana de 1990, cuando retó a su hijo Fernando, un retaco de nueve años que ya despuntaba en los certámenes regionales de karting, a medirse en una carrera bajo la lluvia. El pique lo ganó el padre, por más que su intención fuera grabarle un método al chaval, un protocolo que pudiera emplear en el futuro, aún incierto en ese instante, que le sirviera para adaptarse de la mejor manera posible a un escenario tan delicado como el que se le plantea a un piloto de carreras cuando debe conducir sobre asfalto empapado, un cristal.
En aquella carrera, Fernando se dio cuenta de que su padre perdía mucho menos tiempo que él porque enfilaba las curvas por el exterior, mucho más abierto, y de este modo evitaba pisar la línea que anteriormente habían dejado los karts al pasar. “A diferencia de lo que ocurre con la pista seca”, explica Jaime Alguersuari, probador de Pirelli, el suministrador de neumáticos del Mundial, “la goma depositada en el cemento no te ayuda si el pavimento está mojado porque retiene el agua. Al pasar, patinas mucho más”.
Al revés que sus rivales, fue el único en acudir al garaje con el cronómetro en marcha
Siguiendo este principio, aquel muchacho, convertido ya en bicampeón del mundo (2005 y 2006), consiguió ayer la 22ª pole position de su trayectoria, la cuarta que acumula desde que se enfunda el mono rojo de Ferrari y la segunda consecutiva tras la que logró en Silverstone, hace un par de semanas. En solo 15 días, el español ya lleva las mismas que en los últimos dos años y medio, una señal inequívoca de la inercia que acompaña este curso a la Scuderia y a su empleado más ilustre, líder de la tabla provisional de puntos con un margen de 13 sobre Mark Webber. Alonso arrancará sin tráfico en Hockenheim (14.00, Antena 3 y TV3), con Sebastian Vettel a su lado y Michael Schumacher justo detrás; dos alemanes con ganas de armar un buen pitote delante de su hinchada.
La inestabilidad que viaja con el campeonato parece incidir en todos los ámbitos, incluso en el meteorológico. En poco más de una hora, lo que se alarga la cronometrada, los corredores calzaron sus monoplazas con las cuatro especificaciones de compuestos que tienen a su disposición. Emplearon las dos lisas y las dos rayadas, esas que entran en escena con el agua, una eventualidad que permite hacerse una idea del ajetreo que se instaló tanto en los talleres de los equipos como en los tenderetes del muro.
Superadas las dos primeras cribas (Q1 y Q2), Ferrari hizo diana en la definitiva (Q3), al ceñirse a una estrategia perfectamente planteada y aún mejor ejecutada. Al revés que sus rivales, el asturiano fue el único en acudir al garaje con el cronómetro en marcha, para sustituir el juego de neumáticos extremos con el que había comenzado la tanda por uno nuevo. “Ayer [por el viernes], durante el rato que estuvimos rodando con estas gomas, nos dimos cuenta que se degradaban mucho en muy poco tiempo, y por eso decidimos llamar a Fernando a mitad de la Q3”, afirmó Pat Fry, director técnico del equipo de Maranello.
Tras él saldrán Vettel y Schumacher, motivados ante la hinchada alemana
Ese golpe de timón colocó al chico de Oviedo con dos intentos por delante y milagrosamente sin tráfico. “El viernes, lloviendo, traté de ver por dónde había un poco más de adherencia, y lo que he hecho ahora ha sido tratar de ceñirme a ello”, afirmó después Alonso, que en su última tentativa rebajó en cuatro décimas su registro anterior, una marca que ya le habría valido la pole. ¿Y cómo lo hizo? Pues circulando por fuera, sin acercarse a la goma y sin pisar ningún pico, a su manera, o más a la de su padre, ese que, como él, no ha tenido más remedio que aceptar la lluvia como un elemento más de su día a día.
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