Alba, una bendición
La explosividad del lateral izquierdo corona el juego de control del conjunto español
Toca y toca España, mece la pelota, duerme al adversario y aparece una bala por la banda izquierda. Es Jordi Alba. Para el juego de control de España, lleno de centrocampistas hasta en el punto de penalti, la llegada de lateral izquierdo, de 23 años y recién traspasado por el Valencia al Barcelona, ha sido una bendición. No ha habido un futbolista tan explosivo como él en el torneo. Cuando recogió el balón todavía en su campo y se lo entregó a Xavi, ya le estaba enseñando el desmarque. También los zagueros azzurri veían dónde lo quería, pero ya nadie pudo detenerlo. En velocidad, es imparable. Acompañado esta vez de un control orientado impecable con la bota derecha, se plantó ante Buffon y le batió con el típico golpeo del zurdo abriendo el cuero al palo derecho del portero. El seleccionador, Vicente del Bosque, lo celebró ostensiblemente: cuando la sequía de laterales izquierdos españoles era más acuciante, el salmantino tuvo la intuición de apostar por él, reconvertido en zaguero de primera línea gracias a la perseverancia de Unai Emery, su extécnico en el Valencia.
En su undécimo partido internacional, casi fue insultante el recital de Alba en la primera parte, adornado por un caño a Marchisio junto a la línea de cal. No solo eso. Acabó el primer periodo como el mejor pasador de La Roja con un 81% de efectividad, un logro gigantesco para tratarse del equipo de los mejores pasadores del universo futbolístico.
Lo advirtió el seleccionador italiano, Cesare Prandelli. La grandeza de España no solo se basa en la posesión del balón, sino también en su recuperación. Ahí trabajaron todos a destajo. Pero la defensa, una incógnita cuando empezó la Eurocopa, mantuvo la concentración hasta el límite, muy atenta a los pases largos de los medios italianos a sus dos puntas. Pirlo fue una sombra de sí mismo, desactivado, empequeñecido ante la magnitud de Xavi.
Los centrales españoles son gente seria con toneladas de oficio
Sergio Ramos no admitió réplica. Tanto en el juego aéreo como en los cortes, marcó una intensidad insoportable para los delanteros azzurri. Intimidó a Balotelli en el uno contra uno. A la potencia del delantero del Manchester City respondió con una exhibición de personalidad. Balotelli no encontró las facilidades de Alemania, la bisoñez de Hummels y Bastuber.
Los centrales españoles son gente seria con toneladas de oficio. Y Sergio Ramos se quedó con las ganas de marcar un gol tras rematar de cabeza un córner que golpeó en las manos de Bonucci. Todo el estadio lo vio menos los cinco árbitros. Ramos acabó formando una pareja muy sincronizada con Piqué, que fue de menos a más y acabó la competición siendo el poderoso central de siempre.
Cassano miró de mala manera a Balotelli después de que este evitara pasarle el balón. No hubo esta vez química entre ellos. Ni músculos que mostrar en la celebración. Así que entró Di Natale para encontrar otros caminos. Y los halló, pero chocó con Casillas en un disparo a bocajarro. Inspirado por una serenidad contagiosa, el portero del Madrid ha completado una Eurocopa de museo. Tan solo un gol recibido en seis partidos. Infinidad de paradas de mérito, una paz infinita.
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