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El olor del Becozyme

El ‘caso Europcar’ refleja todos los cambios habidos en la relación del pelotón con el dopaje

Carlos Arribas
Jean-René Bernaudeau, director del equipo francés Europcar
Jean-René Bernaudeau, director del equipo francés EuropcarP. P. (AFP)

El olor a azufre delataba al diablo en la tradición y los medios ciclistas, tan poéticos, no dudaron hace años en utilizar la imagen sulfúrica para referirse en sus informaciones a los médicos sospechosos, que, indefectiblemente, eran sulfurosos u olían a azufre. Esto era antes, claro. El ciclismo ha cambiado, es el nuevo discurso de los medios. Y, si no ha cambiado de hábitos, al menos ha cambiado de perfume. Ya no huele a azufre, sino al olor acre, intenso, invasivo, de la piridoxina o vitamina B6 que contienen las ampollas intravenosas de Becozyme. El heraldo del cambio olfativo es Jean-René Bernaudeau, el jefe del Europcar, el equipo francés de las revelaciones del pasado Tour, de Voeckler y Rolland, al que, según L’Équipe, investiga la Fiscalía de Salud de París por supuesta utilización de métodos irregulares de recuperación de sus ciclistas por las noches.

“¡Insidias, envidias, mentiras!”, bramó Bernaudeau ayer en la sala de prensa del Tour, en Lieja, donde comienza mañana. Flanqueándolo, sus chavales, el escalador Rolland (ganó a Contador y Samuel en el Alpe d'Huez en 2011), de delgadez cadavérica, y el mofletudo Voeckler (maillot amarillo muchos días), recuperado a última hora de una lesión de rodilla llamada la del efecto limpiaparabrisas por la forma en que baila la parte inferior de la pierna. “Lo que sé, lo sé por la prensa. A mí nadie me ha llamado a declarar”, zanjó el morenísimo Bernaudeau, quien se encuentra estos días en el triste trance de tragar la amarga medicina que tanto ha recetado él mismo a otros.

Uno de los pilares de la nueva ética ciclista, Bernaudeau se distinguió en los últimos años, desde la atalaya del Movimiento para un ciclismo limpio, como un delator constante, un especialista en señalar con el dedo a todos aquellos que, según él, aún se mantenían fieles a la ciencia del dopaje.

Ahora es él, sin embargo, el destinatario de los dedos acusadores, pues fue, en efecto, una serie de denuncias de corredores y dirigentes de otros equipos, acusando al suyo de usar vías intravenosas, prohibidas por la ley antidopaje, para recuperar a sus ciclistas (el olor de las ampollas de Becozyme, que, según L’Équipe, dicen los acusadores que invadía los pasillos de los hoteles donde pernoctaba el Europcar, tan delator su olor en la orina como la de aquel que ha comido espárragos durante el Tour, y también el abuso de corticoides).

A las acusaciones y la investigación iniciada por la policía, que será larga y puede desembocar en nada, Bernaudeau ha respondido de la misma manera como recientemente lo ha hecho Armstrong, acusado por antiguos compañeros de equipo de doparse y de obligarles a ellos a doparse: desacreditando al testigo, creen desacreditar el testimonio. Si los abogados del tejano han concluido que ha sido el resentimiento y la promesa de inmunidad ante posibles acusaciones lo que ha llevado a sus examigos a denunciarlo, Bernaudeau, directamente, proclamó: “Es una maquinación. Sabía que molestábamos, pero hasta este punto…”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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