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el retrovisor

Inglaterra, un cuento lleno de decepciones

Fracaso tras fracaso en la Eurocopa, los ‘pross’ son la única gran selección que no ha conquistado el torneo

Beckham, en 2004.
Beckham, en 2004.reuters

Aunque el Mundial es su obsesión, la Eurocopa es la gran asignatura pendiente de Inglaterra: es la única gran selección europea que nunca la ha ganado. España, Italia, Francia, Alemania y Holanda han sido campeonas al menos una vez. Los ingleses ni siquiera han llegado a la final. Su mejor logro han sido dos semifinales: en 1968, cuando la fase final la jugaron cuatro equipos en Italia, y en 1996, cuando la propia Inglaterra actuó de anfitriona en la que quizás ha sido una de las competiciones con un ambiente más festivo.

Curiosamente, las dos veces en las que los ingleses llegaron a las semifinales lo hicieron apeando antes a España en los cuartos de final. En 1968 ganaron tanto la ida como la vuelta (1-0 y 2-1). Pero ya en la fase final perdieron las semifinales ante Yugoslavia a partido único con un solitario gol de una de las estrellas europeas de la época, Dragan Dzajic.

En 1996, los ingleses eran anfitriones de la fase final, justamente 30 años después de que organizaran y ganaran la Copa del Mundo de 1966. Aquella Eurocopa la veían ganada de antemano y la pegadiza canción creada para la ocasión con el estribillo de football’s coming home (el fútbol viene a casa) parecía un himno de bienvenida a la victoria coreado por todo el país al unísono.

Venables, Keegan, Owen, Beckham... todos tropezaron en la misma piedra

Los ingleses arrancaron la competición con un pobre empate ante Suiza (1-1), pero luego ganaron a Escocia en el derbi local (2-0) y destrozaron a Holanda (4-1) en lo que los críticos definieron como el mejor partido de Inglaterra desde que ganara la Copa del Mundo en Wembley ante Alemania.

En los cuartos de final eliminaron a España en los penaltis después de un empate (0-0). Pero quien a hierro mata a hierro muere y en las semifinales fue Alemania la que les superó en los penaltis rompiendo los sueños del país de reeditar la gloria de 30 años antes. Todo había empezado muy bien para la selección que dirigía Terry Venables, con un gol de Shearer a los tres minutos de partido. Pero Stefan Kunt empató poco después y el marcador ya no se movería, dando paso a los fatídicos penaltis.

Aquella derrota no dejó de ser una forma de volver a la normalidad: los ingleses han caído en cinco de los siete últimos grandes torneos en la tanda de penaltis. Pero aquella Eurocopa pareció sobre todo marcar una pauta de comportamiento que acompaña a Inglaterra cada vez que acude a la fase final de una gran competición. Una pauta alimentada por la prensa popular, pero también por la prensa de referencia, que consiste en convencer a la hinchada de que el equipo inglés es imbatible, que es el mejor y que, esta vez sí, la victoria y la gloria son inevitables.

Los fracasos, sin embargo, se han sucedido una y otra vez. En 2000, con Kevin Keegan como seleccionador y jugadores como Owen, Beckham, Scholes y Shearer, la eliminación se produjo en la primera ronda. Superados en el grupo A por Alemania, los ingleses se jugaron el pase a los cuartos con Rumanía. Perdieron por 3-2, con un gol de Ganea en el minuto 89.

Cuatro años más tarde, los ingleses se atascaron en los cuartos. El sueco Sven-Göran Eriksson los dirigía desde el banquillo. Portugal fue su verdugo en un partido que concluyó con empate a dos y que se decidió en una rueda de penaltis tan loca como todo el partido. Beckham y Rui Costa traicionaron su estilo técnico y mandaron sus penas máximas a las nubes. Postiga marcó el sexto de Portugal a lo Panenka. El portero luso, Ricardo, hizo el resto en el séptimo. Paró, sin guantes, el penalti de Vassell y transformó ante su colega David James el lanzamiento definitivo. En 2008, Inglaterra ni siquiera se clasificó para la Eurocopa.

“Todas las partes del fútbol inglés deben mirarse a sí mismas y ver dónde están los problemas”, reclamó entonces Venables. “No es bueno dejar a los jugadores seguir sus propias estrategias para conseguir resultados y decir luego que no hay nada que hacer. La pregunta debe ser si hemos hecho lo suficiente porque todos estamos involucrados y algunas de las respuestas no son positivas, por eso tenemos que mirar con atención”.

Esta vez, ha cundido un pesimismo que, en realidad, parece esconder otra vez la creencia íntima de que son los tapados del torneo, los destinados a dar la campanada.

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