El gol de Sócrates y las protestas de Marx
Apenas cuatro oportunidades de Grecia y ya ha marcado tres goles en la Eurocopa. Si todo el país funcionara así...
“¡¡Gooool, goool de Sócrates!! A pase del maravilloso Arquímedes”. El defensa Hegel ni se la ha olido y el portero alemán, un tal Leibniz, se ha quedado clavado bajo los palos.
Hace años que circula por la red un maravilloso vídeo rodado por los Monty Python en el que Alemania y Grecia se enfrentaban en un partido a cara de perro, pero en el que las alineaciones respectivas estaban formadas por filósofos, una especie de la que ni Grecia ni Alemania han andado nunca escasos. Claro que ni los Monty Python se atrevieron a excluir de entre el once alemán al Kaiser, Franz Beckenbauer, que aparecía en el medio campo rodeado de la plana mayor de la intelligentzia germana. Era arrebatador ver a Karl Marx (suplente) protestar airadamente el gol de Sócrates por fuera de juego.
En el partido de los Monty Python, el once griego jugaba a la defensiva y el once alemán salía como claro favorito. ¡Ya entonces! Los alemanes intentaban jugar con paciencia, conocedores de su superioridad, pero su gran error era quedarse quietos, no moverse lo suficiente. Más o menos como ahora. “Los griegos tienen peligro porque son maestros en eficiencia”, decía ayer Khedira. Y tiene razón: cuatro oportunidades de marcar gol y tres goles en lo que va de Eurocopa. Si todo el país funcionara así, otro gallo le cantaría, deben de pensar en Berlín.
“Lo que pasa es que en nuestro equipo impera un espíritu de autosacrificio”, explicaba Katsouranis. Eso es lo que le gustaría ver a los alemanes, aunque quizás no tanto en el campo de fútbol, como en el campo del euro. Ya se sabe que para ellos la mejor receta para ganar el futuro es la privación y el sufrimiento. Si fuera así, la selección griega tendría esperanzas, porque de eso hay toneladas en sus filas. Lo que sucede es que, en la realidad, en el fútbol, no basta casi nunca con eso. Suele triunfar más la inventiva y la imaginación.
En el fondo, sería una excelente idea que el gol de la victoria griega lo metiera Sócrates. Es posible que si no hubiera existido, ni al mismísimo Kant se le hubiera ocurrido una idea. Y viene muy bien recordarle ahora, porque Sócrates acató hasta el final las leyes de la democrática Atenas y se sometió al castigo que le infligieron por despreciar a los dioses y por corromper a los jóvenes con sus dudas y preguntas continuas. Le declararon culpable por 281 a 220 votos, pero le condenaron a muerte (bebiendo cicuta) por 360 a favor y 141 en contra, porque tuvo la osadía de ironizar con los jueces y de proponer como castigo una pequeña multa, en consideración a que era pobre. Los jueces se enfadaron tanto que optaron por la máxima pena. Y ni tan siquiera sirvió que sus alumnos se ofrecieran en el último minuto a reunir una cantidad más importante. Había que dar ejemplo, dijeron hace más de dos mil años.
(Y conste que Marx tenía razón: era fuera de juego).
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