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El retrovisor

La generación rota y el desquite del 98

La mayoría de la gran camada yugoslava que no pudo jugar en 1992 por la guerra deslumbró con Croacia hace 14 años

Faustino Sáez
La selección croata celebra su tercer puesto en el Mundial de Francia 1998.
La selección croata celebra su tercer puesto en el Mundial de Francia 1998.REUTERS

Comenzaron a rodar los tanques y dejó de hacerlo el balón. A comienzos de los años 90, la Guerra de los Balcanes truncó la trayectoria y los sueños de una incomparable generación de deportistas yugoslavos. El 30 de mayo de 1992, coincidiendo con el recrudecimiento del conflicto, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas decretó un bloqueo total a Yugoslavia que incluía la prohibición de participar en cualquier competición deportiva internacional, incluidos los Juegos Olímpicos. Esa misma tarde, el secretario general de la FIFA, Joseph Blatter, anunció que Yugoslavia no participaría en la Eurocopa, que comenzaba 12 días después en Suecia.

Para entonces, el equipo yugoslavo ya llevaba preparándose unos días en Estocolmo. La UEFA, que había aprobado en principio su presencia en el torneo, le dejó finalmente sin el permiso para competir. Dinamarca ocupó su plaza y se convirtió en la inesperada campeona. “Ahí nos dimos cuenta de que Yugoslavia iba a desaparecer como país; de que nuestra generación, que era muy buena y seguramente habría hecho historia, iba a romperse y que cada uno tendría que defender un país distinto”, recuerda Pedja Mijatovic.

Nos dimos cuenta entonces de que Yugoslavia desaparecería como país Pedja Mijatovic

Un elenco de talentosos jugadores veía negada su oportunidad de presentarse al mundo como una potencia futbolística. Savicevic, Stojkovic, Boban, Prosinecki, Suker, Jarni, Mihajlovic, Boksic, Pancev, Mijatovic y compañía, dirigidos por Ivan Osim, tras un meritorio Mundial de Italia 1990, en el que cayeron en los cuartos por penaltis ante la Argentina de Maradona, habían arrasado en la fase clasificatoria y llegaban a la cita como uno de los favoritos. La enciclopedia les esperaba para dar relevo a la generación de Sekularac y Kostic y a la de Osim y Dzajic, subcampeones de Europa en 1960 y 1968 respectivamente.

La Eurocopa de Suecia iba a ser la primera gran reválida para una camada de juveniles técnicamente superdotados que había reclamado los focos cinco años antes proclamándose campeones mundiales sub 20 en Chile. “Pocos creían en que aquel grupo pudiera ganar algo. Apenas nos dieron importancia”, cuenta Robert Prosinecki. “Solo Miljanic [Miljan, entonces presidente de la federación yugoslava] nos acompañó, dando por hecho que regresaríamos en pocos días”, refrenda Mijatovic. Sin embargo, el equipo, dirigido por Mirko Josic, dominó el campeonato con un fútbol excelso. “En pocos días nos convertimos en unos fenómenos y nos empezaron a pedir fotos y autógrafos”, prosigue. Superaron a Brasil en los cuartos, a Alemania Democrática (RDA) en las semifinales y Alemania Federal (RFA) en la final, que se decidió desde el punto de penalti. Liderados por un brillante cuarteto ofensivo: Prosinecki, Boban, Suker y Mijatovic; y sostenidos por una retaguardia sobria y elegante: Stimac, Jarni, Brnovic y Pavlicic, los yugoslavos se presentaban en sociedad: “Ahí empezó nuestra carrera de verdad. El mundo se enteró de que había una gran generación de jugadores en Yugoslavia. Entonces nadie hablaba de nacionalismos”.

Nadie tuvo que motivarnos. Queríamos devolver la alegría a nuestra gente. Robert Prosinecki

Los croatas de aquel equipo acapararon los trofeos: Prosinecki se llevó el Balón de Oro del campeonato; Boban, el de plata, y Suker, el trofeo al segundo mejor goleador. Ni la renuncia de Mihajlovic, Jugovic y Boksic a disputar el torneo, ni el intento del Estrella Roja de recuperar a Prosinecki en pleno Mundial para disputar una eliminatoria de la Copa de la UEFA, ni las amonestaciones que impidieron al propio Prosinecki y a Mijatovic disputar la final ni el romance de Stimac con miss Chile durante la concentración alteraron el rumbo de los campeones.

El grupo tuvo continuidad en el Europeo sub 21 de 1990, en el que cayó en la final ante la URSS por 2-4. Sin embargo, la presencia de estas jóvenes promesas fue minoritaria en la convocatoria para el Mundial de Italia. Solo Prosinecki, Jarni, Suker y Lekovic acudieron a una selección en la que aún primaba la jerarquía de Hadzibegic, Katanec, Savicevic, Pancev o Stoijkovic, que eliminó a España en los octavos con el lanzamiento de una falta en la prórroga.

“En el Mundial de Italia, el ambiente ya era un poco molesto. Se notaba la tensión de que podía pasar algo, de que podía estallar una guerra. No nos queríamos meter en política ni hablábamos en el vestuario de los problemas entre serbios, croatas, eslovenos..., pero la situación estaba enrarecida”, analiza Prosinecki.

Su Estrella Roja deslumbraba en la Copa de Europa (campeón en 1991) y la selección caminaba con paso firme en la clasificación para la Eurocopa de 1992. Sin embargo, la tensión era creciente en el país y los estadios eran epicentro de las disputas nacionalistas que acabaron por prender la mecha. “Los ultras proclamaban los mensajes independentistas de los partidos políticos. En un partido entre el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja [13 de mayo de 1990] se organizó una batalla campal”, cuenta Veljko Paunovic. En aquel encuentro, Boban, del Dinamo, croata, pateó a un policía en defensa de los aficionados de su equipo reprimidos con dureza por los agentes de seguridad yugoslavos. La acción le costó una sanción que le dejó fuera del Mundial de Italia y se convirtió en el símbolo de un país roto.

En baloncesto, la selección yugoslava, campeona mundial en 1990 y europea en 1989 y 1991, presumía de mantener la hegemonía. El talento de Petrovic, Kukoc, Paspalj, Radja, Divac, Perasovic, Djordjevic y Danilovic anunciaba un dominio durante la década recién estrenada. Pero la guerra les borró del mapa. En los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, el Dream Team estadounidense, con Michael Jordan, Magic Johson y Larry Bird, no tuvo rival. Ni siquiera la Croacia de Petrovic, Radja y Kukoc pudo darle réplica y cayó en la final por un contundente 117-85.

En el fútbol pasaron años de zozobra hasta que Croacia resurgió a lo grande en el Mundial de Francia 1998, en el que concluyó en el tercer puesto tras caer en las semifinales ante la anfitriona. “Fue nuestra particular revancha con el fútbol, con la historia y con nuestras carreras. Y rozamos el milagro. Fue el primer gran equipo de la ex Yugoslavia”, relata Prosinecki; “nadie tuvo que motivarnos. Competíamos por devolver la alegría y la ilusión a nuestra gente. Éramos un país nuevo y queríamos que se nos conociera y se nos valorara, competir con dignidad”.

Once años más tarde, gran parte de la generación juvenil campeona en Chile se convirtió en la base del grupo de Blazevic que alcanzó el tercer puesto con un campeonato superlativo. La mitad de aquel equipo disputó el Mundial de Francia, tres de ellos, con Serbia (Yugoslavia): Lekovic, Brnovic y Mijatovic, y cinco con Croacia: Suker, Prosinecki, Jarni, Boban y Stimac. “Nos faltó muy poco para llegar a la final [2-1]. Aquella gran Francia de Zidane, Deschamps, Desailly, Henry…, a la que nosotros llegamos a tener acorralada, ganó luego con comodidad a Brasil. Así que quién sabe... Pero, a pesar de todo, fue histórico”.

El central de aquel conjunto era Slaven Bilic, el actual seleccionador, que durante años alegó lesiones y problemas para no competir bajo la bandera yugoslava.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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