La ‘final’ del anfitrión
El factor emocional preside el pulso entre polacos y griegos
La Eurocopa 2012 comienza hoy en un excelente campo con un partido aparentemente discreto. El Estadio Nacional de Polonia es una de las obras más emblemáticas del torneo, por su coste (585 millones), simbolismo (con capacidad para más de 58.000 espectadores es el escenario de los partidos de la selección) y porque, a diferencia de varias infraestructuras, está acabada y lista para la ceremonia de inauguración, que hoy protagonizarán el DJ italiano Karmatronic y el pianista húngaro Adam Grigory, y obviamente dispuesta para el encuentro Polonia-Grecia.
Franciszek Smuda, el seleccionador de Polonia, asevera: “Que nadie espere que nos impacientemos y abramos nuestro juego si vamos 0-0 en el minuto 60”. Una respuesta sorprendente si se atiende al sentir de la hinchada, convencida de que su suerte en la competición pasa necesariamente por ganar hoy. Y ya se sabe que no hay equipo más convencido de que su suerte pasa por una buena defensa que el griego desde que ganara la Eurocopa de 2004. Experta en el manejo del 0-0, Grecia acabó invicta la fase de clasificación. El grupo, completado por Rusia y la República Checa, es tan abierto que de salida solo parece penalizar la derrota.
A Polonia le avala el factor cancha e individualidades como las de Szczesny, portero del Arsenal, y el trío del Borussia Dortmund: el lateral Piszczek, el volante derecho Blaszczykowski y el ariete Lewandowski, decisivo con sus 22 goles para que su equipo ganara la Bundesliga. Le pierde la falta de concentración y su poco rigor táctico. No le ayuda su única y última participación en el torneo de 2008. Ahora dispone de una mejor generación de futbolistas, pero nombres como los de Boniek, Smolarek, Lato, Gadocha, Dudek, Urban o Kosecki pesan todavía mucho en el recuerdo de Polonia.
La bandera polaca es ahora un delantero centro (Lewandowski) y las estrellas griegas continúan siendo los centrales y los centrocampistas defensivos, Katsouranis y Karagounis, referentes del triunfo obtenido en Portugal. El entrenador es curiosamente un portugués: Fernando Santos. El espíritu solidario del equipo, su generosidad en el reparto de esfuerzos, está muy por encima de cualquier jugador, circunstancia que le permite aspirar a ganar sin disponer de un portero de garantías ni goleadores fiables. La delicada situación económica del país ha reforzado el discurso de autoestima de la selección griega.
“Vamos a jugar con más intensidad que nunca porque queremos darle una buena noticia a nuestro país”, coinciden la mayoría de muchachos de Santos. La selección actúa como terapia de los internacionales. Hasta ocho clubes, incluido el Panathinaikos, corren el serio riesgo de retirarse de la próxima Liga. El anfitrión no gana el título desde que lo consiguiera Francia en 1984, dato al que no atienden los aficionados, convencidos de que para su selección la final se juega hoy con el partido inaugural.
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