Partida de póquer sin oxígeno
Un invitado sorpresa, De Gendt, permite al calculador Purito recobrar lo perdido ante Hesjedal
A más de 2.000 metros de altitud, en el traidor Stelvio, donde los ciclistas desaparecen absorbidos por el paisaje, devorados en blanco, las paredes de hielo que nunca se derrite son un mural de grafitis tallados, una forma de escribir la historia. Allí donde grababan los aficionados hace 60 años leyendas como W Coppi ahora escriben, casi insultantemente, órdenes como las que se dan a los perros. “¡Basso, ataca!”, urgen, exigen, maldicen..., al favorito de entre los italianos y, cuando pasa por allí, asfixiado, ciego, no puede ni verlas Basso, que no ataca, claro, como no ha atacado en todo el Giro, como no ha atacado ninguno de los que quieren ganarlo —a menos que ahora se llame ataques a sprints largos a 800 metros de las cimas—, salvo uno, inesperado invitado, sorpresa más grande aún que la del canadiense Hesjedal que puede ganarlo.
Se trata del belga De Gendt, conocido hasta el momento por su gusto por las largas fugas y poco más y que en las pendientes del Stelvio, a las que llegó destacado entre un grupo de gregarios después de haberse lanzado incontenible en los últimos hectómetros del Mortirolo, allí donde la mínima senda es una pared vertical del 22% pavimentada en cemento, allí donde su gregario favorito, Carrara, le dio un empujón para lanzarle más fuerte en las mismas narices de Hesjedal, allí donde estuvo a punto de cambiar todo. Si hubiera ocurrido hace 60 años, se habría hablado de un ataque a lo Coppi por su grandeza, por la enormidad del desafío —entre el Mortirolo y el interminable Stelvio había un valle de otros 30 kilómetros—, por la insensatez; si hace 20 años, se habría hablado de Pantani o de Chiappucci. En estos tiempos, el recuerdo más claro es el de Landis en el Tour de 2006, desgraciado, pues desde entonces no se había visto nada similar o quizás sí, quizás lo de Andy Schleck en el pasado Galibier.
El canadiense ha hecho un trabajo enorme para el que yo no valgo”, dice el líder
Cuando llegan a la altura de la inscripción, Basso ya se ha descolgado del grupo de Purito, guiado desde hace tres o cuatro kilómetros por Hesjedal, un rictus extraño, una mueca fija, grabado en la carne, en los dientes, y una cruz a cuestas. Acaba de perder una partida de póquer jugada sin oxígeno y con suma frialdad por sus rivales. Lleva el peso del Giro sobre su chepa huesuda, lleva a rueda a Purito, a Scarponi. Sabe que, a sus espaldas, sus adversarios afilan el cuchillo; sabe que le atacarán sin piedad cuando huelan la meta, cuando pierdan el miedo a perderlo todo por un ataque mal calculado.
Delante, tan lejos que ni el viento de cara que hace más dura su casi sísifica tarea, le llevaba noticias de su sudor, de los latidos de su corazón desenfrenado, marchaba loco De Gendt, con cuatro, con cinco, con cinco minutos y medio de ventaja. Con no más. Hasta ahí. Situado al salir a 5m 40s en la clasificación general, De Gendt podía ganar el Giro, pero solo Hesjedal, que corría como si la llevara él, defendió la maglia rosa que, en realidad, llevaba Purito.
“Fue una partida de póquer, en efecto”, dice Valerio Piva, el director de Purito; “nosotros nos jugamos el todo por el todo: o nos ganaba el Giro en la contrarreloj Hesjedal o nos la ganaba De Gendt. Y eso nos daba igual. Por eso, cuando Hesjedal nos pidió colaboración, nos hicimos los sordos. Aguantamos sufriendo, pero Hesjedal se defendió perfectamente y eso nos vino muy bien”.
En la lucha por la victoria, la estética es secundaria: chirriaba ver a Purito, el líder, a rueda, aprovechando el trabajo del segundo, pero eso era solo una imagen. La realidad, en efecto, decepciona a los idealistas. “Cada uno tiene sus características”, dice Purito; “Hesjedal ha hecho un trabajo enorme, un trabajo para el que yo no valgo. Lo mío es atacar al final. Así que me puse a rueda y esperé a que se cansara. Incluso cuando se fue Scarponi, a tres kilómetros, podría haberme ido con él, pero no habría ganado más. Hago la misma diferencia en 800 metros que en cuatro kilómetros. Por eso esperé a que se cansara más Hesjedal”.
Llegada su distancia, Purito, que contaba con la mancha púrpura de Scarponi jadeando en la distancia como referencia, lanzó su habitual ataque corto para lograr su habitual corta renta. Perdió 13 segundos en el Alpe di Pampeago y ayer metió 14 a Hesjedal, que, después de la dignidad, mostró la rabia: “Parece que todos quieren que no gane el Giro”. Hoy dirá, él y todos, su última palabra.
CLASIFICACIONES: ETAPA (Caldes Val di Sole-Puerto dello Stelvio, 219 km): 1. De Gendt (Bél./Vacansoleil). 2. Cunego (Ita./Lampre), a 56s. 3. Nieve (Euskaltel), a 2m 50s. 4. Rodríguez (Katusha), a 3m 22s. 5. Scarponi (Ita./Lampre), a 3m 34s. 6. Hesjedal (Can./Garmin), a 3m 36s. GENERAL: 1. Rodríguez. 2. Hesjedal, a 31s. 3. Scarponi, a 1m 51s. 4. De Gendt, a 2m 18s. 5. Basso (Ita./Liquigas), a 3m 18s.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.