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El club del pueblo vuelve al origen

El Villarreal, surgido de una población de 50.000 habitantes, aspiraba a la globalidad y cumplió su sueño: jugó las semifinales de la Champions y fue subcampeón de Liga. Ahora debe reinventarse

En la ciudad deportiva del Villarreal hay un mapa de Europa con todos los destinos visitados por el conjunto castellonense en la última década en sus enfrentamientos internacionales. “Antes jugábamos contra el Onda, el Burriana, y teníamos una sola peña que le pegaba al porro y a la cerveza”, explicaba con satisfacción José Manuel Llaneza la temporada pasada. El vicepresidente amarillo se mostraba orgulloso de poder contar ahora con grupos de seguidores en Escocia, Bélgica, Finlandia, Eslovaquia, Estados Unidos, Holanda y Ucrania. El Villarreal, un club de un pueblo de 50.000 habitantes, no tenía suficiente. Aspiraba a la globalidad y el verano pasado introdujo su sello en el mercado chino a través de una marca que le viste y de una cuenta twitter de la que miles de aficionados chinos se han hecho adeptos. Consumado el descenso, la incertidumbre planea ahora en el club castellonense, que empezó la temporada en la Champions y la concluye en Segunda.

Fernando Roig compró la entidad a Porcelanosa en 1997 por 600.000 euros

La historia del Villarreal, analizada como un modelo a seguir, tuvo su génesis en 1997. Fernando Roig, dueño de la empresa cerámica Pamesa, afincada en Almassora, a poco más de tres kilómetros de Vila-real, compró la entidad amarilla a una compañía rival, Porcelanosa, y al entonces presidente del club, Pascual Font de Mora, por 600.000 euros. Lo primero que hizo Roig fue visitar El Madrigal y concluir que el estadio no estaba preparado para Primera. Al Villarreal le costaba mantenerse en Segunda y José Manuel Llaneza, que desembarcó en el club tres años antes para llevar las cuentas de un club obligado a convertirse en sociedad anónima, pensó que Roig era un iluminado. Un año después, en mayo de 1998, el Villarreal, con José Antonio Irulegui en el banquillo, ascendió a la máxima categoría del fútbol español. Pero aún no estaba preparado. Una temporada después, cuando comenzaban a forjarse los cimientos de lo que se pretendía llegar a ser, volvió a Segunda. Al siguiente curso volvió a subir a Primera, esta vez para quedarse, con Paquito en el banquillo, uno de los ideólogos del club que Roig contrató debido a la admiración que le profesaba de su etapa como jugador del Valencia en los años 70. Y ahí comenzó a fraguarse el Villarreal.

Marcos Senna, después de que el Villarreal encajara el gol de Falcao, ayer
Marcos Senna, después de que el Villarreal encajara el gol de Falcao, ayerJOSE JORDAN (AFP)

“¡Madre mía, esto no para de crecer!”, se seguía sorprendiendo Paquito, que aún continúa en el club castellonense a los 74 años, señalando a una ciudad deportiva con ocho campos de entrenamiento y las oficinas del club (el verano pasado se abrió un nuevo edificio para albergar los aproximadamente 100 empleados que lo atienden), además de una residencia para un centenar de jóvenes. En ella hay fotografías de los jugadores de la cantera que han alcanzado el primer equipo. Destaca la imagen de Cazorla. Roig entendía que el futuro del club pasaba por reclutar talentos y formarlos para que un día puedan llegar a la élite.

Mientras se cocían los cachorros, Roig siguió pensando en grande. “Viendo un Valencia-Inter de Champions, Fernando me dijo que quería jugar en Europa”, dijo Llaneza, que conociendo al presidente comenzó a creer en sus sueños de grandeza. El crecimiento deportivo del Villarreal llevó consigo la adaptación de El Madrigal. En 14 años pasó de ser un estadio viejo con capacidad para 3.000 espectadores a un escenario coqueto y funcional que alberga 25.000 asientos. En la temporada 2003-2004, llegó su primera participación europea. La extinguida Intertoto le concedió el pasaporte para la UEFA, en la que alcanzó las semifinales. Le apeó al Valencia, que ganó el título. Roig no tenía bastante.

La capacidad de El Madrigal pasó en 14 años de 3.000 a 25.000 asientos

Consciente de que era un club con poca masa social, el dueño del Villarreal quería dotar al equipo de una identidad propia y un estilo definido que fuese admirado para ganarse adeptos. Fichó en mayo del 2004 a Manuel Pellegrini, un técnico chileno que hizo su carrera en Argentina y que defendía el juego de ataque con largas posesiones y un despliegue dulce. A base de imaginación y talonario se formó una plantilla exquisita en la que destacaba Diego Forlán, rescatado del Manchester United, proclamándose al final del curso pichichi y bota de oro, y Juan Román Riquelme, cedido por el Barça y posteriormente fichado en propiedad. El Villarreal concluyó en tercera posición en la Liga y se ganó el acceso directo a la Liga de Campeones. En su primera participación se quedó a un paso de la final de París. Riquelme falló un penalti en el último minuto de la semifinal ante el Arsenal. Tres años más duró Pellegrini en el Villarreal, instaurando un cuño de identidad y convirtiéndole en asiduo en Europa. En el curso 2007-2008 alcanzó el subcampeonato liguero por detrás del Madrid. Una nueva participación en la Champions y otra clasificación para la UEFA fueron la marca que dejó Pellegrini antes de irse al Madrid.

El testigo del chileno en el banquillo de El Madrigal lo recogió Ernesto Valverde, pero apenas duró media temporada en el Villarreal. Los Roig apostaron entonces por Juan Carlos Garrido, un joven técnico que llevaba una década en la casa y que el año anterior había ascendido al filial a Segunda. En un principió resulto ser la continuidad de Pellegrini. Para entonces la crisis económica ya menguaba los ingresos del club castellonense, que pasó de 84 millones de presupuesto a los 68 de la temporada que acaba de finalizar. Garrido metió en medio curso al Villarreal en la Liga Europa, en la que alcanzó las semifinales la temporada anterior hasta ser eliminado por el Oporto. En la Liga quedó cuarto. La historia reciente es sabida. El Villarreal comenzó el curso en la Champions con Garrido, la continuó Molina y la concluyó en Segunda con Lotina y arrastrando al filial a Segunda B. El club de pueblo que aspiraba a la globalidad debe regresar ahora a los orígenes.

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