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El ‘síndrome Rijkaard’

Existe una afección que impide a un entrenador tomar decisiones en contra de un miembro o más de su equipo a sabiendas de que con ello perjudica su rendimiento

Frank Rijkaard consuela a Ronaldinho durante un partido de la temporada 2006/2007
Frank Rijkaard consuela a Ronaldinho durante un partido de la temporada 2006/2007Vicens Giménez

Mayo de 2005. El Camp Nou se ha llenado de público para celebrar la primera Liga española de la era Laporta. Frank Rijkaard, el entrenador que ha puesto fin a cuatro años de sequía, se dirige a los aficionados en catalán. De repente, apenas terminado su discurso, se da la vuelta hacia sus jugadores y les dedica una inesperada reverencia. El gesto desata simpatía y asombro.

Septiembre de 2005. Quinta jornada de Liga. Rijkaard detecta comportamientos no adecuados en los jugadores Ronaldinho y Deco y los deja fuera de la convocatoria del partido contra el Betis. Los azulgrana ganan por 1-4 e inician el camino que les ha de llevar a ganar su segunda Liga española consecutiva y a la segunda Liga de Campeones del club, en París.

Diciembre de 2007. El FC Barcelona recibe al Real Madrid antes de iniciar las vacaciones de Navidad. Los blancos superan a los azulgrana en la clasificación por cuatro puntos. El partido es clave. Durante toda la semana, Rijkaard ha estado encima de Deco y Ronaldinho poniendo en evidencia su baja forma y ha obligado al brasileño a hacer sesiones extra. En los últimos encuentros, ha dado la titularidad a Gudjohnsen, quien ha cuajado actuaciones notables. Durante toda la semana, la prensa ha estado especulando sobre si el técnico seguirá apostando por el islandés o bien, dada la trascendencia del partido, devolverá la confianza al brasileño.

Al final, aquel 23 de diciembre de 2007 Rijkaard puso en el once titular a Ronaldinho y a Deco, y dejó al islandés en el banquillo, sin disputar un solo minuto. El Madrid venció por 0-1, gol de Baptista, y se escapó con siete puntos de distancia. La plantilla azulgrana no entendió la decisión de su entrenador. Consideró que no había sido justo. Rijkaard había optado por mantener las jerarquías. Más tarde justificó su decisión: no podía ir en contra del grupo. Sabía cuál era el mal, pero no era capaz de ejecutarlo.

El pasado viernes 27 de abril, la sala de prensa Ricard Maxenchs se llenó como nunca para asistir a la renuncia del técnico Josep Guardiola a seguir dirigiendo al primer equipo de fútbol del Barcelona. La razón es el desgaste, el culpable es el tiempo, dijo. Pero filtró otro motivo: “La estima a los jugadores es muy grande como para que, de seguir, pudiera romperse”. “Prendríem mal”, dijo, y no lo desea.

A lo largo de esta temporada, diversas fuentes han ido expresando la necesidad de tomar decisiones dolorosas al final de curso para recuperar, digámoslo así, la tensión competitiva que había llevado al grupo a dominar el fútbol mundial desde 2008. Algunas suplencias sin justificación futbolística evidente (Alves y Piqué), la normalización del recurso de la defensa de tres para dar cabida a Cesc y la organización del equipo alrededor de Messi han ido poniendo nombre y apellidos a las supuestas decisiones dolorosas que debían tomarse.

En el FC Barcelona “cuatro años son una eternidad”, dijo Guardiola. Y el síndrome Rijkaard, inexorable quizás.

*Jordi Badia fue director de comunicación del FC Barcelona de 2003 a 2008

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