De escollo a tabla de salvación
Simeone pasó de tratar la competición europea como un objetivo secundario para el Atlético a la gran meta
El Atlético vuela a Bucarest en busca de la Liga Europa, un objetivo que al poco de su llegada al banquillo rojiblanco hizo dudar a Diego Pablo Simeone sobre la conveniencia de exprimir al equipo para alcanzarlo. Por un momento lo procesó como un obstáculo para llevar a cabo la principal tarea para la que fue llamado para reemplazar a Gregorio Manzano. El club le contrató para meter al equipo entre los cuatro primeros y poder contar con la bolsa de 20 millones que puede suponer la Liga de Campeones. Así lo manifiestan aún, en privado y en público, algunos de sus dirigentes cuando se les pregunta si prefieren ganar la final del miércoles o estar la temporada que viene en la máxima competición continental. La Liga Europa otorga prestigio, pero la Champions ofrece la liquidez financiera que tanta falta le hace al Atlético. En los primeros días de marzo, antes de viajar a Estambul para defender el 3-1 obtenido ante el Besiktas en la ida de los octavos, Simeone le dio la vueltas a la altura de la alineación que presentaría en el estadio Ionone. No tenía claro si merecía la pena salir con todo lo mejor que tenía a su disposición. A Diego y Tiago, en la recta final de sus lesiones, no quería forzarlos, y Filipe Luis y Arda acababan de terminar su proceso de recuperación de sendas dolencias musculares. Silvio y Antonio López también estaban de baja.
Desde aquel partido en Estambul, Simeone ya no dudó en volcarse por completo en la consecución de un título que ha obligado a sus jugadores a un esfuerzo físico
Sentado en las gradas del Cerro Espino observando las evoluciones del equipo filial, Simeone dejó caer en su entorno la incertidumbre que le inquietaba, darlo todo en la competición doméstica para tratar asegurar una plaza en la Champions o ir a por todas en Europa: “¿Qué hago? Si caes en semifinales de la Liga Europa, luego nadie se acuerda y el club necesita estar en la Liga de Campeones”. Finalmente, el técnico decidió alinear su equipo más potente. Jugaron Filipe Luis y Arda y Falcao y Adrián arriba. Aquel partido resuelto de manera autoritaria (0-3) en un escenario hosco marcó un punto de inflexión para lo bueno y para lo malo. El once que presentó, salvo la presencia de Koke, que perdió la titularidad con la vuelta de Diego, con toda probabilidad será el que salte al estadio Nacional de Bucarest para pelear un título que suba la nota del curso.
Desde aquel partido en Estambul, Simeone ya no dudó en volcarse por completo en la consecución de un título que ha obligado a sus jugadores a un esfuerzo físico que ha acusado en partidos de Liga pegados a los compromisos europeos. A cada tropiezo, o cada partido mal jugado en el campeonato liguero, Simeone ha respondido ante la prensa con el discurso del sufrimiento para el organismo de sus futbolistas de jugar dos veces por semana. “Invitaría a los que hacen los calendarios a jugar un domingo a las 12 de la mañana después de haberlo hecho el jueves por la noche para que sepan cómo se sienten mis jugadores”, llegó a decir el técnico rojiblanco tras caer ante el Levante. El Atlético venía de eliminar al Hannover, llegó el viernes de madrugada y el sábado estaba viajando a Valencia. En esa misma comparecencia, con ese rapado a lo marine que luce, articuló un discurso marcial para limpiar de las cabezas de sus futbolistas la fatiga acumulada por el agobio del calendario: “No ha frío, no hay calor, no hay cansancio”. Solo le faltó decir “no hay dolor”. A un partido del título, Vizcaíno, ayudante de Simeone, dice que el agotamiento no puede ser una excusa: “Es una final y hay que morir en el campo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.