Camacho acerca la ‘Champions’
Un gol de cabeza del mediocentro defensivo derrota al fatigado y tocado Valencia de Emery
El Málaga solventó con autoridad su partido más trascendental de los últimos años. El primer gol en cuatro temporadas de Camacho, mediocentro defensivo de corte destructor, sirvió para afianzar a los de Pellegrini en los puestos de Liga de Campeones. Enfrente, el Valencia, muy mermado físicamente, sobre todo en la segunda parte, por su fallida semifinal de Liga Europa contra el Atlético, apenas logró tirar una vez a puerta en todo el partido. Sin embargo, los de Emery que terminaron con diez jugadores en el campo asediados por la delantera local, pueden sentirse aliviados. El 1-0 les permite mantener a su favor el coeficiente de goles con el Málaga. Para los locales, a falta de tres jornadas por disputarse —visitan el Camp Nou y el Calderón y reciben al Sporting— esa estadística puede ser determinante.
MÁLAGA, 1; VALENCIA, 0
Málaga: Kameni; Jesús Gámez, Weligton, Demichelis, Camacho; Joaquín (Seba, m. 85), Cazorla, Maresca (Duda, m. 69), Eliseu; Isco y Rondón (Van Nistelrooy, m. 75). No utilizados: Rubén, Buonanotte, Sergio Sánchez y Portillo.
Valencia: Guaita; Barragan (Pablo Hernández, m. 81), Rami, R. Costa, Mathieu (Topal m. 81); Feghouli, Maduro, Tino Costa, Jordi Alba; Piatti y Soldado (Aduriz, m. 67). No utilizados: Diego Alves, Bruno, Jonas y Dani Parejo.
Gol: 1-0. M. 27 Camacho, de cabeza.
Árbitro: Fernando Teixeira Vitienes. Expulsó a Feghouli por doble amarilla (m. 61). Amonestó a Camacho, Maduro, Demichelis, Isco, Tino Costa y Jordi Alba.
La Rosaleda: 27.000 espectadores
Málaga y Valencia han llevado trayectorias divergentes en la segunda vuelta. En enero, los de Mestalla llevaban nueve puntos de ventaja sobre los andaluces, que luchaban por aferrarse a la cabeza de la tabla. Desde entonces, el Málaga, primero gracias al lesionado Toulalan, y luego con Isco y Cazorla, ha ido creciendo en confianza, juego y números. El Valencia, en cambio, nota cómo la Liga se le hace eterna. Emery planteó un partido muy táctico y poco vistoso, que pasaba por cortocircuitar la sociedad entre el Isco y Cazorla. Los valencianistas, en especial los alineados en el flanco derecho, se emplearon con contundencia cada vez que los de Pellegrini se acercaban al área de Guaita. Rondón vivió una pesadilla de empujones y desplazamientos —el holandés Maduro estuvo rocoso— y el eje creador malaguista se vio eficazmente maniatado por Barragán y Feghouli. La prevención del técnico valencianista no era para menos. La primera jugada que pasó por los pies de Isco y Cazorla supuso el primer aviso de los locales. En el minuto 14 un rechace dio a Eliseu las centésimas de segundo justas para preparar un disparo desde el borde del área que se estrelló en el poste derecho.
Con el jeque Al-Thani en la grada, recibido como un mesías por los aficionados, el Málaga salió al campo impreciso en el ataque y titubeante en defensa. Apabullados los delanteros locales por la sólida defensa valenciana, la rotura del cerrojo tuvo que llegar por la vía menos esperada. Camacho, un hombre peleado con el gol y con solo nueve encuentros en su mochila, casi todos como suplente, remató entre la cabeza y el hombro un pase de Jesús Gámez la derecha.
Con el primer tanto en contra, la lógica dicta que cualquier equipo se lanzará a buscar la iniciativa asumiendo un mayor riesgo de ser sorprendido en un contraataque. En este caso, el Valencia fue una excepción. Los de Emery siguieron replegándose con gran velocidad, sin perder la disciplina defensiva.
La segunda parte fue otra historia. El Valencia comenzó a acusar el esfuerzo europeo del pasado jueves. Su zaga, más adelantada, llegaba tarde a los cortes y comenzaba a cargarse de tarjetas —26 faltas cometidas—. En el minuto 61, Feghouli fue expulsado por doble amarilla por una dura entrada a Eliseu. La primera tarjeta por enviar el balón al cielo en un ataque de impotencia. Tras el tanto de Camacho, y sobre todo al hallarse en superioridad, el Málaga se dedicó a mandar y a tratar de aumentar el resultado. Los nueve remates a puerta —el más claro un tiro al larguero de Cazorla, ya desembarazado de defensores — no hicieron diana gracias a la actuación notable de Guaita. La grada, más en comunión que nunca con su equipo, terminó cantando “A la Champions”.
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