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Messi se pierde en el partido

Irreconocible y apático, el argentino, que siempre había dejado su huella en los clásicos, no remató a puerta en todo el encuentro

Messi trata de quitarle el cuero a Pepe.
Messi trata de quitarle el cuero a Pepe.ALBERT GEA (REUTERS)

La noticia en el primer tiempo del Camp Nou, como siempre, la protagonizó Messi, que no tiró a puerta ni una vez. Está por saber como saldrá de sus peores minutos en un clásico, un partido que siempre había protagonizado en su estadio, desde que apareció en escena y marcó tres goles el día de su debut. No se sabe que jugara mermado por dolencia alguna, así que si el fútbol es un estado de ánimo, Messi no pareció llegar al duelo muy contento. Incómodo durante todo el partido, siempre a la espera de que le llegaran pelotas por caminos vedados, no dio muestras de estar a gusto, blando al controlar, tenso al combinar. Le costó arrancar más que a un tractor y no se le vio volar hasta casi la media hora, cuando activó a Xavi. Luego, en el minuto 23 del segundo tiempo, cuando hizo una carrera de las suyas, marcó el Barça. Y punto: no hubo más Messi.

Durante el calentamiento, pareció hablarle al balón. Todavía sin protecciones, con las medias a la altura del tobillo, lo miró mientras jugueteaba con él y pareció susurrarle. No debió de escucharle, porque lo tocó poco. Soso como el partido del Barcelona, durante el primer tiempo caminó más de lo que corrió con el esférico y se le vio quejoso —mucho con el árbitro, alguna vez con Tello, que jugó a su izquierda— y cabizbajo cuando el Madrid sacaba desde la esquina, seguramente preocupado por cómo iban las cosas sobre el césped. Guardiola le puso en la zona del 9 hasta que salió Alexis. “Lleva dos años jugando ahí, pretendíamos que le encontraran Xavi y Andrés, pero…”, lamentó el técnico. La Pulga no ejerció nunca, o al menos no como acostumbra, y Casillas, a quien le había metido seis goles en los seis clásicos en los que se han visto las caras este curso, se fue de rositas. “Le tenemos muy estudiado y hemos preparado bien el partido. No le hemos dado opción y creo que, si no ha jugado mejor y no ha chutado a puerta, el mérito es nuestro”, dijo.

Sin juego exterior y con las líneas interiores cerradas, perseguido por Pepe, encajonado entre Ramos y Xabi Alonso, Messi fue una sombra de sí mismo, como el Barcelona. “Nos hemos estrellado contra un muro”, aclaró Busquets, consciente de que el equipo no activó a Messi esta vez. El argentino sufrió por la anticipación de sus rivales tanto como padeció su falta de tacto, que le llevó a encarar apenas un par de veces en todo el partido. Si Messi no aparece, el Barcelona lo nota tanto que juega mal, o viceversa, así que Leo salió del partido sin hacer ruido. “Yo creo que ha estado como todo el equipo. Cuando jugamos bien, él juega mejor”, le disculpó Iniesta.

No pareció La Pulga encontrarse a gusto, blando al controlar, tenso al combinar

El caso es que sin la chispa de Leo, no hubo fuegos artificiales en el Camp Nou por parte del Barcelona, sino oscuridad, balones perdidos uno tras otro y, en medio de la escena, Messi, que solo le dio al interruptor de la luz cuando reculaba al centro del campo, demasiado lejos para inmutar a Casillas, el mismo al que le había marcado 13 goles en 16 partidos.

Esta vez, la Pulga no pisó área con una mínima garantía. Un disparo desde la frontal no llegó a destino alguno, porque una pierna blanca lo desvió. No se asoció, no remató, no regateó y ni siquiera buscó la presión como acostumbra. Pasó de puntillas por un partido en el que siempre había dejado huella. Lo más raro es que normalmente, si no marca juega y hace jugar, pero ayer ni siquiera combinó con Xavi y Alves, sus habituales acompañantes. Solo al final, cuando los cambios de Guardiola le llevaron a jugar cerca de Xabi Alonso —luego con Granero— a la espalda de Alexis, apareció en las tablas, pero sin ruido, como un suspiro. Irreconocible, Messi ya sabe lo que es perder un clásico y perderse en un partido grande.

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