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Messi, un delantero de costumbres

Tan habitual es que La Pulga no marque un gol al Chelsea como que afile el colmillo ante el Madrid: 13 tantos en 16 clásicos

Messi se lamenta tras fallar ante el Chelsea.
Messi se lamenta tras fallar ante el Chelsea.jasper juinen (Getty)

Messi volvió de Londres tan seco como de costumbre. Su paso por Stamford Bridge le dejó de nuevo heridas. No encuentra espacios en la caja azul del Chelsea, donde no se le recuerda un partido grande de verdad o, al menos, uno en el que celebre goles. Parece incluso normal que el Barcelona esté en un entuerto, llamado a remontar un gol en contra, si se atiende a que el Chelsea es el único equipo, de un total de 52 rivales, al que Pep Guardiola no ha sabido ganar todavía y que Messi nunca ha atinado contra él en los cuatro partidos que ha jugado allí: los dos de la era Guardiola y otros tantos en 2006 y 2007.

En la última visita, este miércoles, con el tiempo agotado, a Messi se le vio derrumbarse, abrazarse desesperado al poste izquierdo de la portería del omnipresente Cech. Solo entonces pareció rendirse, justamente después del último arreón azulgrana, de la última desgracia, de que Pedro estrellara un chut en el palo y Busquets errara en el rechace. Lleva el Barça 37 remates a la madera este curso entre los tres torneos.

Lejos de sentirse derrotado, el equipo llegó al vestuario enfadado, con Messi a la cabeza, conscientes todos los jugadores de que habían hecho mucho para merecer un resultado mejor, pero evidentemente molestos consigo mismos porque se olvidaron de lo más importante: atacar con orden para evitar las contras (les cazaron en una) y aprovechar las ocasiones, un aspecto especialmente desesperante: de 24, ninguna terminó en gol.

“Si por ellos fuera, si fuese por el conjunto, les habrían pedido la revancha allá mismo”, admiten en el cuerpo técnico, que percibió síntomas de rabia en el grupo al término del partido. En medio, Messi no podía sacarse de la cabeza la pelota que perdió en el gol de Drogba, aunque se encadenaron demasiados errores en la jugada para señalarle como responsable por fallar un regate a 60 metros de la portería de Valdés.

Lleva tres clásicos sin marcar, pero ha metido seis goles a los blancos en el Camp Nou

Ni ganó el Barça ni marcó Messi en The Bridge, todo un clásico. De hecho, el cuadro azulgrana ha jugado allí siete veces y solo ha vencido en una. Messi nunca ha marcado. Por competitivo y ganador, en el equipo saben que después de una derrota no está para nadie. Pero cuentan que ayer, en el vuelo de vuelta, al argentino ya se le había pasado el enfado, que estaba como acostumbra: en ese limbo en el que parece ir a su bola, desconectado del mundo, pero, en verdad, escudriñándolo todo como si la cosa no fuera con él.

Consciente de que a La Pulga le sienta tan mal jugar en Londres como bien se le da hacerlo contra el Madrid, no hay atisbo de preocupación en el barcelonismo respecto a Messi, entre otras razones porque, pese al susto que dio al despatarrarse en pleno partido, físicamente no tiene problemas para enfrentarse mañana a los blancos, que son una de sus víctimas habituales.

Messi cayó de pie en el clásico de la Liga: debutó en el Bernabéu (0-3) el 19 de noviembre de 2005 y la primera vez que se vio con Casillas en el Camp Nou firmó un triplete. Ha jugado 16 partidos contra el Madrid y ha marcado 13 goles. Cierto es que no ha visto puerta en los últimos tres clásicos (los dos de la Copa y el de la Liga en Chamartín), pero, paradigma de la competitividad, ha jugado seis veces ante los madridistas en el Camp Nou y lleva marcados seis goles.

“Me preocupa que gane el equipo, nada más”, dice para desmarcarse del duelo con Cristiano

El morbo de la comparación le cruza de nuevo con Cristiano Ronaldo, como si tuvieran algo que demostrar a estas alturas. Empeñados en elevar el registro del pichichi hasta el infinito (llevan 41 goles en lo que va de Liga), el pulso está por decidirse y, aunque Messi insiste en desmarcarse de esa pelea (“me preocupa que gane el equipo, nada más; yo trato de ayudar, como todos”, ha dicho), parece evidente que ambos se retroalimentan en sus retos: en los personales y, por supuesto, en los colectivos.

Messi tiene página en los clásicos porque se la ha ganado, porque ha hecho tantas cosas contra el Madrid, incluido un triplete, que incluso puso en el mapa una enfermedad infantil casi desconocida, el síndrome X frágil, la tarde del 2-6. Aquel día, el Barça llegó al Bernabéu con una ventaja de cuatro puntos, tal como comparece ahora el Madrid en el Camp Nou, y sentenció la Liga con una demostración inapelable. Dicen que, con el Madrid destacado a 10 puntos, Messi fue de los primeros en avisar de que no estaba todo el pescado vendido, en empujar a sus compañeros para que no tiraran la toalla. Y en eso anda, listo para echar otro pulso al Madrid.

Si cada año el clásico se convierte en un partido del siglo, Messi parece empecinado en protagonizarlos todos. Como argentino, necesita del adversario casi como precisa del balón para ser feliz porque nada parece que le motive más que jugar. Y, puestos a escoger, a ser posible, mejor si se trata de hacerlo contra el Madrid, que, vestido de líder, asoma por la esquina. Delantero de costumbres, La Pulga afila el diente.

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