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El Athletic se pone el traje de tristeza

El Sporting de Portugal, a base de arrebatos, remonta a los de Bielsa y perdona un castigo mayor

Carrico y Ander Herrera pugnan por el balón.
Carrico y Ander Herrera pugnan por el balón.ARMANDO FRANCA (AP)

El Sporting, sin quererlo, sin buscarlo, sin saber cómo, desnudó al Athletic, le puso el traje de tristeza al equipo que se vanagloriaba de ser el más alegre de Europa, le bajó del rascacielos donde vivía y le enseñó el vértigo que se siente cuando se abren demasiado las ventanas. Lo consiguió el equipo portugués a base de arrebatos, a la tremenda, al grito de “de perdidos al río” y así encontró dos orillas que le dan ventaja en la eliminatoria y, sobre todo, le ponen futbolísticamente el partido de vuelta donde quería, en el contragolpe al que profesa una fe ciega.

La intrahistoria de los partidos es siempre difícil de descifrar. Esa distancia que separa, como dice Bielsa, lo que se imagina antes de lo que ocurre después. Por ejemplo, es difícil de explicar la falta de ritmo del Athletic con la que accedió al estadio José Alvalade, ni por qué se griparon los automatismos que generalmente hacían funcionar el coche fantástico y el balón iba a menudo al sitio contrario de donde se dirigía el destinatario. Los correos, Herrera, De Marcos, Iturraspe, tenían las direcciones cambiadas y las cartas se extraviaban con facilidad. Incluso los saques de banda a favor eran invitaciones formadas para las ocasiones del Sporting, un equipo que se mueve por el juego frenético del ruso Izmailov, un magnífico conductor del balón, aunque un tanto atolondrado en la gestión de sus nervios.

Tiene el Sporting más uñas que cuchillos. Desde luego, su transición no admite especulaciones, pero arriba, en la cueva de los goles, donde nacen los éxitos y los fracasos, tiene una artillería demasiado ligera. Van Wolfswinkel, su celebrado cañonero, el sobrino de Neeskens, tiene más largo el apellido que su cualidad. Dos ocasiones tuvo en la primera mitad y en ambas se derritió como un pastel de crema en un chiringuito de playa. Se escurrió, especialmente en la segunda, instantes antes del descanso desatando el nudo que se le había hecho en la garganta a la defensa, por lo demás sólida, del Athletic.

SPORTING, 2 - ATHLETIC

Sporting: Rui Patricio; Carriço (Carrillo, m.68), Polga, João Pereira, Insúa; Xandao, Schaars, Izmailov, Capel (Pereirinha, m. 83), Martins (Rubio, m. 76); y Wolfswinkel. No utilizados: Marcelo, Onyewu, Evaldo, Renaldo Neto.

Athletic: Iraizoz; Iraola, Ekiza, Amorebieta, Aurtenetxe; Susaeta (Ibai, m. 83), Iturraspe, Herrera (San José, m. 73); De Marcos, Muniain y Llorente (Toquero, m. 87). No utilizados: Raúl, Koikili, Ramalho y Gabilondo.

Goles: 0-1. M. 53. Aurtenetxe. 1-1. M. 76. Insúa. 2-1. M. 80. Capel.

Árbitro: Jonas Eriksson (Suecia). Amonestó a De Marcos, Iturraspe, Llorente, Izmailov y João Pereira.

Alvalade, unos 49.000 espectadores. La vuelta, el 26 de abril (21.05, Canal+ 1).

Era otro Athletic, quizás más áspero, más de menú del día que de gourmet, como acostumbraba en sus citas europeas. Cierto es que en las semifinales de cualquier competición, el precio del gol se pone por las nubes. Pero resultaba extraño que el equipo de Bielsa que no distingue rivales, circunstancias o jerarquías competitivas, se fuera al descanso con un cabezazo alto de Llorente en un córner y un disparito de Susaeta, ayer sin el tacto de violinista con el que toca el fútbol.

Al Sporting se le notaba a la legua que está concebido para contraatacar, al provecho de las cabalgadas de Diego Capel o Insúa y el frenesí de Izmailov. Pero ayer tocaba dirigir la orquesta y para eso tiene la batuta demasiado delgada. Suena más a himno que a sinfonía.

No estaba el Athletic para solos de trompeta, pero si para flautas mágicas. Y una de ellas es el juego estratégico. Todas las dudas con las que acudió al descanso se disiparon en un libre indirecto, peinado en el área que empujó a la red el lateral izquierdo. Hay intrahistorias que no requieren soluciones jeroglíficas. Jugando bien o mal, las señas de identidad permanecen y la transparencia perdura. Por eso no era extraño que pocos minutos después, Amorebieta, un central, disparase al poste tras dos remates fallidos de sus compañeros.

De la forma que sea, el Athletic nace y muere en el área contraria. Es algo obsesivo, con ritmo o sin ritmo. Con las bandas maltrechas por la falta de tacto del violinista y la desaparición de Muniain, Herrera, poco a poco fue echándose la orquesta al hombro, a veces a batutazos, a veces con el tempo justo. Sin duda a Ander Herrera si algo no le pesa es la responsabilidad. A Iturraspe tampoco, sobre todo protegidos por la calma de Amorebieta, un volcán al que Bielsa le ha bajado los humos y le ha convertido en mejor jugador, más versátil, más tranquilo, más capataz del área.

Los lusos tienen la vuelta donde querían,en el contragolpe al que profesan una fe ciega

El gol derrumbó durante muchos minutos al Sporting, que ya no solo desafinaba sino que dejaba demasiados espacios entre sus desconcertados músicos para que el Athletic transitase con un zumbido persistente. No tiene el equipo de Sá Pinto la personalidad para adueñarse de los partidos. Le falta un constructor y sobre todo le falta fe. Así no hay obra que valga. O sí. Porque el partido iba de laterales izquierdos e Insúa encontró un balón saltarín en el área grande y lo cabeceó a la red cruzándolo lejos del sorprendido Iraizoz. Parecía una jugada menor y se convirtió en una obra mayor, en un caja de sorpresas que escondía un regalo inesperado.

El estruendo del gol era el contrapunto al silencio que precedió a la jugada. Pero había más regalos Y el último consistía en dejarle a Diego Capel conducir, buscar espacio, acomodarse —una jugada inusual, debieron pensar los defensas del Athletic—. Hasta que largó un zurdazo seco, preciso a la esquina de la red. A veces no hacen falta muchos tratos con el juego para voltear el alma de un partido, el resultado y la autoestima. Todo coincidió con un cambio de estrategia del Athletic que situó a San José en el campo, como tercer central, en lugar de Herrera, y el equipo se rompió. Y, peor aún, se asustó, como un peatón en un paso de cebra en hora punta. Y le pilló el coche. No fue grave la herida, pero le rompió el traje de los jueves. El de gala.

La reivindicación de Capel

Zurdo como él solo, Diego Capel se amarró a su pierna izquierda para rematar ajustado al palo. Un efecto de fuera hacia dentro que superaba la estirada de Iraizoz. “Hacía tiempo que no disfrutaba tanto del fútbol como este año. Hay que ser humildes, sabemos que el Athletic en San Mamés será distinto”, aseguraba tras el partido.

Su gol daba la vuelta al encuentro, inclinado por otro zurdo, Aurtenetxe, y servía para consumar la remontada tras el gol de Insúa, también zurdo. Anudado en la banda derecha a Capel le pierde la mirada al terreno de juego, defecto que trató de corregir a base de balones precisos al centro del área. Sin Javi Martínez, sancionado, el Athletic pagó la falta del central navarro, capital a la hora de defender el juego aéreo.

Muniain fue la víctima de las diagonales del almeriense con carreras por el centro del campo. Una especie de venganza del coyote al correcaminos. En Bilbao puede que se intercambien los papeles. “Tenemos que trabajar mucho todavía”, zanjó.

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