Mourinho pone histérico al Madrid
Un gol de Senna desata la ira del técnico portugués y su equipo, tras un mal partido, acaba desquiciado (1-1) en Vila-real
Al grito de “solo robar” de Cristiano Ronaldo, el Madrid, pacato con el fútbol desde el inicio, acabó histérico en Vila-real, desquiciado porque ha perdido cuatro puntos en dos jornadas y otra vez con la murga arbitral como coartada. De fútbol poco tendrá que decir, porque no tuvo casi nada. Quiso disputar el partido cuerpo a cuerpo, y más en los banquillos y en las cloacas que en el campo. Le salió cruz porque le faltó juego y le sobró una falta lanzada por Senna. La jugada originó un incendio en el banco de Mourinho, que encontró en el colegiado su diana preferida. Y no es la primera vez. Del fango no sacó fruto alguno. No hay peor Madrid que el que no se concentra en el fútbol, con lo bueno que es cuando lo hace.
VILLARREAL, 1 REAL MADRID, 1
Villarreal: Diego López; López, Mario, Zapata, Musacchio, Oriol; Angel (Martinuccio, m. 88), Bruno, Marcos Senna, Cani (Camuñas. m. 59); Nilmar y Marco Ruben (De Guzmán, m. 59). No utilzados; Cesar; Gonzalo, Waka, Hernan Peréz y Castellani.
Real Madrid: Casillas, Arbeloa, Pepe, Ramos, Marcelo; Lass (Callejón,m. 28), (Altintop, m. 46), Khedira, Xabi; Özil, Benzema (Higuaín, m. 76) y Cristiano. No utilizados: Adán; Kaká, Granero, y Varane.
Goles: 0-1. M. 61. Cristiano. 1-1. M. 82 Marcos Senna de falta.
Árbitro: Paradas Romero. Sacó tarjeta amarilla a Lass (se pierde el próximo partido). Marco Ruben, Mario, Angel, Xabi. Expulsó a Rui Faria y a Özil con roja directa y a Mourinho y Sergio Ramos por doble amarilla.
19.000 espectadores en el Madrigal.
Temeroso por el resbalón ante el Málaga, inquieto por las curvas del equipo en Vallecas y en el Villamarín, en Vila-real Mourinho volvió a tirar de su escudo favorito. Lass y Khedira hicieron de antidisturbios junto a Xabi Alonso. Una señal inequívoca de que el Madrid prefería discutir por las bravas, por mucho que su adversario viva tiempos de angustia, por mucho que a los siete meses de iniciarse la temporada el Villarreal de la Champions esté en el alambre del descenso. Del cielo a un peldaño del infierno. Mourinho es desconfiado por naturaleza.
Candado el medio campo, el Madrid se quedó a ciegas en la elaboración del juego, entregado a alguna aparición de Benzema en el tramo final de las jugadas o a alguna pincelada por su cuenta de Cristiano y Özil, como la de su operístico gol. El primero arrancó el partido con dos disparos lejanos en menos de dos minutos. Otro síntoma prematuro: el líder, por la directa, sin tránsito para tejer el juego. De hecho, toda su producción del primer acto pasó por el juego a balón parado, con un sinfín de faltas laterales, ya fuera rematadas por Cristiano o lanzadas en comba por Xabi Alonso en busca de Ramos y Pepe. El central portugués a punto estuvo de marcar en una de ellas, pero Zapata cerró la jugada bajo el larguero. Poco después, Nilmar le birló la pelota a Sergio Ramos —que afrontó la noche con molestias en la espalda— y en la cita con Casillas venció el capitán madridista.
Interrumpido el juego de forma constante, ninguno de los dos conjuntos fue capaz de llevar el relato del encuentro. Lotina, debutante en el Villarreal, hizo el vacío a Arbeloa, al que solo puso por delante a Oriol. En el costado contrario, dos laterales, Mario y Ángel, para bloquear a Marcelo y Ronaldo. Dos equipos asimétricos, retados ofensivamente en una sola banda. A la media hora, Mourinho, cauteloso él, cambió el andamiaje. Lass, castigado con una tarjeta desde el minuto cuatro por juego peligroso, no es un futbolista capaz de contenerse por una amarilla. Callejón le dio el relevo hasta que un pisotón de Bruno le dejó el tobillo izquierdo hecho trizas. Mourinho, llegado el descanso, volvió a los orígenes: echó el lazo a Altintop, lo más parecido a Lass que tenía en el banquillo. Kaká, Higuaín y Granero se quedaron en la sala de espera.
Gripado como todo el curso el Villarreal y con las luces cortas el Madrid, el partido fue un atasco continuo. Un duelo de cara sucia, de muchos trompicones y demasiado arisco. El público, enrabietado por dos agarrones de Arbeloa en su área que eran penaltis; Mourinho y sus escoltas del banquillo dando la matraca al cuarto árbitro, al tercero y al primero; y con Pepe tarjeteado por llevarse un mamporro en la boca. Hasta que entre refriega y refriega, Özil, que no entiende el fútbol de barricadas, sacó el violín. Para él siempre hay tiempo para la música, no le importa tocar en un campo de minas. Su taconazo a Cristiano para devolver la pared al luso fue una obra de arte, un verso en una noche de cuchillos largos. Una maravilla que Ronaldo resolvió como Ronaldo.
Una falta de Altintop por juego peligroso derivó en otra carga arbitral del entrenador
El gol visitante pareció demasiado para el Villarreal, que hoy día se derrite a la primera. Si enfrentarse al Madrid ya es una aventura sideral para cualquiera, mucho más si se trata de un equipo desteñido. Puesto a no jugar al fútbol sino a otra cosa, con su guion el propio Madrid dio vidilla al equipo amarillo. Tanto medir factores ajenos al juego, el líder resucitó al Villarreal, que ni había visto a Casillas en el segundo tiempo. Una falta de Altintop —juego peligroso ante Oriol— desencadenó la tormenta. Senna embocó, como Cazorla el pasado domingo, y con Casillas algo paralizado. La acción provocó la ira de Mourinho, al que ya le faltaba Rui Faria, que lleva cuatro rojas en España. Paradas Romero, el mismo árbitro que, por mandarle a la mierda, le expulsó la pasada temporada en un partido copero ante el Murcia, repitió la condena al entrenador portugués. Fuera de sí el Madrid, Ramos y Özil también acabaron expulsados. Cuesta creer que una falta desate semejantes truenos en un equipo del calado del Madrid. Cristiano, tras sus gestos aludiendo a un robo, luego fue el primero en actuar como un madridista genético de toda la vida. Se echó al equipo a la mochila y con nueve, el Madrid, el Madrid más auténtico, acabó al asalto en el área del Villarreal. Si algo tiene que reprocharse es su vuelta a un pasado bien cercano, aquel en el que antepuso el histerismo al fútbol. La grandeza del Madrid está en el juego. La histeria no es más que el arrebato de la frustración de su técnico. Por esa vía, peligra el futuro del Madrid.
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