Button se viste de Vettel
La contundente victoria del británico en Melbourne, por delante del alemán y de Hamilton, coloca a McLaren como la nueva referencia de la parrilla .- Alonso remonta y termina quinto
Aseguraba Jenson Button en Barcelona, durante las últimas pruebas de la pretemporada, que este año se había conjurado para volver a proclamarse campeón del mundo y que todo lo que no fuera conseguir ese objetivo supondría una tremenda decepción para él. Una declaración valiente, arriesgada si se quiere, más que nada por el correctivo que Red Bull y Sebastian Vettel impartieron el pasado curso. La victoria que el piloto de Frome se apuntó ayer por las arboladas calles de Albert Park, en Melbourne, confirma que sabía muy bien de lo que hablaba en Montmeló, consciente de que McLaren ha acertado esta vez con el coche y, además, lo ha hecho a la primera. Una alegría para la tropa de Woking y un retortijón para Red Bull, Vettel y Adrian Newey, el director técnico de la escudería de las bebidas energéticas, que finalmente pudo comprobar irrefutablemente los efectos de las nuevas normas en vigor, que prohíben el uso de los difusores soplados, kriptonita pura para el RB8. La segunda posición del actual campeón mundial, por delante de Lewis Hamilton, no debería poner en duda la superioridad manifiesta del MP4-27 porque fue más fruto de la suerte que de otra cosa, de la misma forma que la quinta plaza alcanzada por Fernando Alonso, que remontó desde la 12ª, no corresponde al potencial real del F2012, sino más bien a la calidad de las manos del español.
Fue la tercera victoria de Button en Australia en cuatro años, tras la obtenida en 2009, cuando alcanzó el título con Brawn, y la de 2010, la primera campaña en McLaren. En este entorno, en el que se siente como en casa, su rendimiento y la competencia con Hamilton han causado que su caché crezca de manera exponencial a pesar de no haberse vuelto a coronar campeón y carreras como la de Melbourne no hacen más que ratificarle como uno de los más firmes candidatos a levantar el cetro en 2012. Button se vistió esta vez de Vettel y, en un poderoso ejercicio, que mezcló a las mil maravillas agresividad y constancia, se colocó al frente de la tabla de puntos, algo que no lograba desde el Gran Premio de España de 2010.
Los contrastes son uno de los puntos más atractivos de la pareja de pilotos del equipo británico. La serenidad que acompaña a Button es diametralmente opuesta al jolgorio que rodea a Hamilton, que se bajó del coche más enfadado que una mona por haberse dejado adelantar por su vecino de taller en la salida, primero, y por verse impotente para defender la segunda plaza, después. Se desesperó el de Tewin con la entrada del vehículo de seguridad (37ª vuelta), que le pilló a trasmano y motivó que Vettel le birlara la cartera en otra muestra de la cintura de Red Bull.
El safety car martirizó a Hamilton y bien podría haber hundido a Button, que vio cómo los 11 segundos de margen que le había arañado a su primer perseguidor se iban al limbo porque Vitaly Petrov aparcó su Caterham en plena recta de meta. Arrancar otra vez, pero con Vettel pegado al trasero, provocaría una tiritona hasta al más imperturbable de los mortales. Pero McLaren cuenta con un bloque de hielo al volante, un corredor que ni se inmutó al ver por el retrovisor el pelotón de buitres que se le amontonaban en la chepa. Tal como llegaron. desaparecieron o, al menos, eso pareció al restablecerse la carrera (42ª vuelta), instante en el que Button salió zumbando hasta generarse él solito un cojín de dos segundos y medio en un solo giro, una renta brutal que fue ampliándose sin que nadie pudiera echarle el guante hasta cruzar la meta y celebrar su triunfo dibujando una W con las dos manos dejando claro quién era el winner (ganador).
La hinchada está hambrienta por ver un Mundial en erupción, de esos como el de 2010, que no se resolvió hasta aquel último y disparatado Gran Premio de Abu Dabi, y el escenario que se planta delante parece apuntar en esa dirección por decreto ley de la Federación Internacional del Automóvil. Gracias a ese empujón y al de Pirelli, que ha reblandecido sus neumáticos para suerte de Button, que los mima como si fueran de cristal, y desdicha de Hamilton, que los achicharra, este triatleta con hechuras de modelo de pasarela emerge con más fuerza que nunca.
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