Bielsa convence a Bilbao
Si es capaz de sostener hasta el final de la temporada el ritmo que ahora imprime a los partidos, este Athletic está destinado a dejar una huella profunda en su historia
Ritmo. Esa es la palabra que define a este Athletic, dueño del compás con el que se disputó un partido espectacular el jueves. Superar en esa faceta del juego al Manchester United en Old Trafford, un campo en el que históricamente se entra, se vive y se sale con déficit de oxígeno, es una tarea formidable. Si es capaz de sostener hasta el final de la temporada el ritmo que ahora imprime a los partidos, este Athletic está destinado a dejar una huella profunda en su historia.
Si bien el monto de energía que despliegan ha definido siempre a los equipos de Bielsa, superar al Manchester en la presión, en la posesión del balón y en el dominio territorial es confirmar que este está lejos de ser su único argumento. No parece justo señalar, para moderar los méritos del Athletic, que Ferguson tenía sus ojos puestos en la Premier o que, acostumbrados a pasearse en la Champions, competir en la Europa League bajó el nivel de motivación de su equipo. El entusiasmo, por sí solo, no gana partidos. Es claro que quien logra imponer el ritmo puede desplegar mejor otros atributos, pero el Athletic derrochó mucho más que vértigo en el pasto inglés.
Más difícil aún es sostener esa cota de intensidad durante todo el partido sin perder, en el camino, el orden. Cuanta mayor velocidad se quiera imprimir a una acción más disminuye la precisión con la que esta se realiza. Cuando la aceleración es colectiva y constante, no solo se compromete la precisión en las acciones con el balón, sino que, como en una coreografía, cada vez se hace más difícil coordinar los movimientos grupales y sostener el equilibrio colectivo. Por el contrario, el Athletic siempre supo dónde estaban cada una de sus piezas dentro del huracán que él mismo desató en Old Trafford. Fue ordenado para recuperar, iniciando la presión alta con el esfuerzo inteligente de sus delanteros para orientar el balón antes de emboscarlo. Fue ordenado para atacar, acelerando si la recuperación era alta o dejando respirar el balón el tiempo justo cuando la jugada pedía un desahogo. Y fue ordenado también para sumar gente al área. Manejó el tempo de la elaboración, esperando cuando fue necesario o canalizando los ataques por fuera para permitir la llegada de los volantes, y casi siempre definió las jugadas, evitando contragolpes o recuperando inmediatamente posiciones defensivas cuando no pudo hacerlo.
No desafina mientras abre y cierra su fuelle, sin pausa, como un bandoneón en un tango frenético
Tampoco dudó cuando el Manchester volvió del vestuario, dispuesto a presionar más arriba. Como ya se vio contra el Barcelona, ni a Iraizoz ni a sus defensas les tiembla el pulso a la hora de esconder la pelota. Saben que, en última instancia, una vez estirado el rival, el balón puede volar sin escala hasta Llorente para comenzar a construir en los tres cuartos de la cancha.
El Athletic se devoró cada intento del Manchester por presionarlo y lo transformó, a su vez, en presión. Con cada avance que realizó se llenó los pulmones del aire que le quitaba al Manchester. Síntomas de la asfixia fueron encontrar a Rooney buscando espacios y balones detrás de la mitad de la cancha o verlo desplazar de la izquierda a Giggs, para sumar gente en el medio campo y, a la vez, ahorrar al galés el arrebatado trajín de la banda.
Otra clave del juego del Athletic es su capacidad para compactarse y presionar ante la pérdida y luego, tras la recuperación, desplegarse para ocupar el campo y jugar. No desafina mientras abre y cierra su fuelle, sin pausa, una y otra vez, como un bandoneón en un tango frenético.
Sostener en el tiempo ese nivel de intensidad grupal es una tarea delicada. No solo requiere un formidable estado físico y el aprendizaje de unos alineamientos tácticos específicos, sino también un compromiso total. Bielsa, un especialista en aflorar el tipo de emociones necesarias para lograr mantener altos niveles de voltaje, ha encontrado terreno fértil en la inoxidable fibra vasca: un grupo de futbolistas muy jóvenes, unidos no solo por ser parte del mismo club, sino también de un territorio y de una historia común. Como si se tratara de una selección, puede bucear en aguas más profundas que el fútbol e impulsar a sus jugadores para que en cada partido se sientan representantes de una forma de ser.
Bielsa instruyó un estilo. Su equipo, convencido, le responde y ¡vaya si lo hace!
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