Ibra castiga la inocencia 'gunner'
El manual del delantero sueco lidera la goleada del Milan ante un Arsenal muy tierno
No hay peor escenario para cometer errores que un estadio italiano. Allí las pifias se suelen pagar con goles en contra porque forma parte de su cultura futbolística castigarlas con severidad. Esa virtud tan italiana la sufrió el Arsenal, que una vez más se deshizo en una gran cita. La etiqueta de equipo blando que le cuelga se impuso en San Siro sobre todas las buenas intenciones que adornan su propuesta. Le esperó el Milan en su campo con parsimonia, con un punto de sobrado, sin meterle el ritmo que se le presupone a un equipo local en un partido de ida de la Copa de Europa. No le hizo falta para machacar la inocencia de los gunners y dejar la eliminatoria franca.
Nadie como Ibrahimovic para explicar ese punto de falso pasotismo que exhibió el equipo de Allegri. Desde su frialdad y su elegante manual gobernó el partido. Lo hizo con esos detalles técnicos que desafían la ley de la gravedad, que entusiasman porque se intuyen inalcanzables para un tallo que roza los dos metros. Un control y una dejada por allí, un regate en una cuadrícula por allá. Todo tan exquisito como dañino para una defensa que nunca se enteró de qué iba el partido.
Milan, 4 - Arsenal, 0
Milan: Abbiati; Abate, Mexes, Thiago Silva, Antonini; Nocerino, Van Bommel, Boateng (Ambrosini, m. 68), Seedorf (Emanuelson, m. 11); Ibrahimovic y Robinho (Pato, m. 83). No utilizados: Amelia; Bonera, Nesta y El Shaarawy.
Arsenal: Szczesny; Sagna, Vermaelen, Koscielny (Djourou, m. 44), Gibbs (Oxlade, m. 66); Song, Arteta; Walcott (Henry, m. 46), Ramsey, Rosicky; y Van Persie. No utilizados: Fabianski, Benayoun, Coquelin y Arshavin.
Goles: 1-0. M. 15. Boateng, de fuerte derechazo por alto. 2-0. M. 38. Robinho, de cabeza. 3-0. M. 46. Robinho, de tiro raso. 4-0. M. 79. Ibrahimovic, de penalti.
Árbitro: Viktor Kassai (Hungría). Amonestó a Antonini y Mexes.
Unos 59.000 espectadores en San Siro.
Tuvo el Milan la paciencia del cazador que sabe que tarde o temprano la presa cometerá un desliz. Allí estaba Nocerino para aprovechar un error en el pase del Szczesny y habilitar a Boateng. El gol del ghanés explicó su evolución de mediocentro a mediapunta llegador. Lució zancada para el desmarque a la espalda, durmió el balón con el pecho y lo engarzó con un derechazo tremendo.
A los futbolistas de Wenger se les encogió el pie desde los primeros toques y ese gol, con apenas diez minutos disputados, agrandó su desnaturalización. Ni Arteta, ni Walcott, ni Ramsey aparecieron. Mucho menos Van Persie, víctima principal de que su equipo no se reconociera con el balón. Solo tuvo un par de ocasiones francas de reafirmar su estado de gracia con el gol y se las sacó Abbiatti cuando la tunda ya estaba certificada por los dos goles de Robinho. El primero, tras una concesión de Sagna, que le regaló contemplativo la espalda a Ibrahimovic. El sueco le puso un globito a media altura a Robinho para que lo picara de cabeza. El segundo tanto del brasileño finiquitó al Arsenal. Otro ejercicio de ternura defensiva en su propia frontal que permitió a Robinho armar con tranquilidad un disparo templado, raso y ajustado.
La paliza la cerró Ibrahimovic con otro de sus regates de bailarín que forzó el penalti que deja la vuelta para un milagro. No perdonó y finiquitó la inocencia del Arsenal.
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