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Un sufridor grandioso

Ferrer, como en 2009, remonta, gana a Del Potro pese a sumar sus mismos puntos y pone a España 2-0 (6-2, 6-7, 3-6, 6-4 y 6-3)

El brazo de David Ferrer es una orden y una petición de auxilio. Se levanta insistente pidiendo ánimos, gritos y aliento. El alicantino tiene delante a un tenista tremendo. Juan Martín del Potro es ese hombre. Uno que reparte pelotazos con su derecha. Uno que no se deja impresionar por el escenario, la final de la Copa Davis, en Sevilla y contra España, la gran potencia del siglo XXI. Uno que sabe que Ferrer, quien desaprovecha un break de ventaja en la tercera manga, viene de jugar la Copa de Maestros, que tiene las piernas carcomidas por minutos eternos de tenis. Ferrer, sin embargo, crece con el reloj. Es Del Potro quien se va diluyendo como un azucarillo. Al cabo de 4h44m, una tortura de eternos peloteos en la que suma exáctamente los mismos puntos que su contrario (149) , el alicantino gana 6-2, 6-7, 3-6, 6-4 y 6-3 y pone el 2-0 en la eliminatoria, que comenzó muchas horas antes con el triunfo de Rafael Nadal sobre Juan Mónaco (6-1, 6-1 y 6-2)

Se juega bajo un frío intenso. En la grada hay abrigos, gorros y bufandas. En el albero sobra todo. El calor es ahí intenso, disputadísimos como son los intercambios, violentos como son los puntos. Ferrer defiende y ataca, entrando y saliendo de la pista, todo un espectáculo para la vista, puro dinamismo. Del Potro solo embiste. Es como un leñador dispuesto a derribar el más grueso de los troncos. Tira, ruge y pega. Golpea, golpea y golpea. Hasta el más poderoso de los arietes, sin embargo, se resquebrajaría contra Ferrer. Eso no es una defensa, son las murallas de Numancia en constante movimiento.

Suenan los tambores. Canta la grada mientras las barras argentinas saltan como si estuvieran en la Bombonera. Ferrer patina por su vida. Resbala por la arcilla. Va cediendo terreno. Ya no está sobre la línea de fondo, como al comienzo del encuentro. Golpe a golpe retrocede. A un metro de la línea comienza. A dos se hunde. Ya rozando la valla, en posiciones inverosímiles, va recuperando pelotas que ya no existían, devolviéndoles la vida. No sería justo describir su partido como un ejercicio de resistencia. Atacó mucho. Pegó cuanto pudo. Su derecha viajó de punta a cabo, de una esquina a la otra, un velocísimo balín hiriendo a Del Potro, el único tenista que sacó a más de 200 kilómetros por hora en toda la jornada.

Cuando las cosas empezaron a torcerse, el banquillo español pidió a su jugador que no insistiera en el revés cruzado, en que utilizara el paralelo para huir la derecha de Del Potro, a dos puntos de servir por el partido en la cuarta manga (4-4 y 30-30). Eso, sin embargo, es pedirle algo extremadamente difícil a Ferrer, que nunca tuvo en ese golpe motivos para la confianza, y que jamás apostó por él en momentos de incertidumbre, como saben y argumentan públicamente los mejores contragolpeadores del circuito.

Ferrer lo arregla a su manera: con corazón y derechas. Con Del Potro golpeando la mayoría de pelotas con su drive, empiezan a agotársele las fuerzas. Albert Costa y Tito Vázquez, los seleccionadores, se enzarzan en discusiones. Grita el público. Brama Del Potro. Entonces Ferrer, un muro, manda silencio: remonta, igual que en la final de 2009 contra el checo Radek Stepanek, y pone el 2-0 en la final de la Copa Davis. Quedan tres encuentros, toda una vida, pero la eliminatoria está donde lo quería España.

Ferrer estalla de alegría tras derrotar a Del Potro.
Ferrer estalla de alegría tras derrotar a Del Potro.ALEJANDRO RUESGA

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