El punto final lo pone Diamantidis
El base griego despliega su versión más anotadora y vence al Unicaja (76-77) con un triple en el último segundo
El Carpena ya saboreaba una noche para el recuerdo. El equipo malagueño había remontado más de 15 puntos, lucido una defensa pétrea en los últimos 20 minutos y disfrutado de dos triples enormes de Valters, que junto a Zoric era el héroe de la jornada. Pero emergió la enorme figura de Dimitris Diamantidis, uno de los jugadores más decisivos de la Euroliga -no en vano fue elegido MVP de la final de la pasada edición-, para robarle al Unicaja un partido que parecía ganado. Dos triples casi a la desesperada del base, uno de ellos en el penúltimo segundo, hicieron que la victoria volara, dejando a los helenos la segunda plaza del grupo.
El Panathinaikos arrancó rabioso, eléctrico, a la carrera, como si quisiera reivindicar su condición de vigente campeón de la Euroliga. Incluso prescindió del metódico empleo del bloqueo y continuación de Diamantidis, que tanto torturó al Barcelona el año pasado hasta apearle de la Final Four, para entregarse a la carrera. Sato volaba, Calathes suplía de balones y Smith se unía a una fiesta en la que a Diamantidis, descargado de sus habituales obligaciones en la creación, le valía con limitarse a esperar en la línea de tres y convertir en triples -transformó cuatro en la primera mitad, siete en el partido.
UNICAJA, 76; PANATHINAIKOS, 77
Unicaja Málaga: Fitch (9), Rodríguez (2), Darden (13), Zoric (21), Freeland (1) -cinco inicial- Blanco (6), Valters (11), Garbajosa (9), Sinanovic (2) y Peric (2).
Panathinaikos: Nick Calathes (0), Smith (13), Diamantidis (23), Sato (13), Maric (0) -cinco inicial- Batiste (8), Logan (8), Kaimakoglou (1), Vougioukas (7) y Jasikevicius (4).
Parciales: 17-27, 26-18, 14-14, 19-19.
Árbitros: Cerebuch (ITA), Dozai (CRO) y Trawicki (POL). Eliminaron por cinco faltas personales a Batiste, minuto 38.
Partido correspondiente a la sexta jornada del grupo B de la Euroliga, disputado en el Palacio de los Deportes José María Martín Carpena ante nueve mil espectadores.
La diferencia sobrepasó los 15 puntos y el partido corría riesgo de romperse, pero como ya hiciera en Moscú ante el CSKA, el Unicaja se revolvió cuando parecía malherido. Lo hizo, además, sin apenas poder contar con Freeland, que fue duda hasta el último momento -Rowland definitivamente no se pudo vestir- y que se colocó con tres personales a falta de cuatro minutos para llegar al descanso, tras una pobre actuación, tal vez lastrado por sus molestias físicas. Los pupilos de Chus Mateo empezaron a encontrar espacios en mitad de la zona, ya fuera mediante la rapidez de Blanco y Fitch, la inteligencia de Garbajosa o el juego de espaldas de un titánico Zoric. Las penetraciones griegas no encontraban puerto y los tiros cómodos que antes entraban complacientes ahora se empeñaban en rebotar en el aro; justo al contrario que en el Unicaja, que cerró el segundo cuarto con una triple de Valters desde el centro del campo, ya con el Carpena encendido y con el partido en un pañuelo.
Tras la zozobra, el equipo griego decidió volver al guion habitual y Diamantidis se enfudó el traje de arquitecto. Pero el tapón no se diluía, por lo que Obradovic rebuscó en el banquillo hasta encontrar al veterano Jasikevicuis. El lituano, con dos canastas, pareció un oasis entre el carrusel de fallos de ambos conjuntos, que también desperdiciaban las segundas oportunidades que mutuamente se concedían. Solo Zoric mantenía el acierto, para cuyos centímetros y muñeca los helenos no encontraban solución.
El rosario de errores continuó en el último periodo, en el que Freeland y Batiste, muy inocentes, no tardaron en ver la cuarta falta. Las defensas se imponían a los ataques una y otra vez, las decisiones más forzadas, una precipitación sucedía a otra y el marcador apenas se movía. Hasta que llegó el tramo final y con él la inspiración delos jugadores. Zoric anotó cuatro tantos seguidos, sacándole la quinta a Batiste en el camino y Valters pareció poner la victoria en el zurrón malagueño con un triple que ponía a los griegos a cuatro puntos con apenas 15 segundos por jugar. Pero apareció Diamantidis. Primero un triple frontal y otro más desde un costado dieron la vuelta al encuentro, en dos defensas en las que el Unicaja optó por no hacer falta. Apenas le quedó un segundo al equipo andaluz para intentar algo, pero a Freeland, que solo había anotado un punto en todo el partido, se le cayó el balón de las manos al recibir de banda.
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