Al son de Borja Valero
El centrocampista ejerce de guía y goleador del Villarreal ante un Betis sin pólvora
Bajo la batuta de Borja Valero, un oasis de fútbol en un partido de escaso fuste, el Villarreal sumó un triunfo trabajado ante un Betis que intenta jugar a lo grande sin los mimbres necesarios para ello, lo que acaba convirtiendo su juego en una sinfonía de pases horizontales y un auténtico ejercicio de impotencia. Respira el Villarreal mientras se hunde el conjunto andaluz, que acumula ya una espantosa racha de ocho partidos sin ganar, con siete derrotas y un empate. Le bastó a los de Juan Carlos Garrido con la exhibición de Borja y el orden del resto de sus compañeros, cediendo sin complejos el balón y el campo. Al no dominar las áreas, el Betis cayó en la mentira de acumular la posesión de balón sin crear peligro, con un evidente problema a la hora de hacer gol, fuera de forma su hombre más importante, Rubén Castro, quien con su ineficacia ahonda en la enfermedad del Betis. Negativo el panorama que se le presenta al cuadro andaluz, que se desangra mientras contrincantes directos, como ahora este Villarreal, saben mutar para obtener resultados.
VILLARREAL, 1 - BETIS, 0
Villarreal: Diego López; Mario, Musacchio, Gonzalo, Catalá; Bruno, Borja Valero (Senna, m. 89); Hernán Pérez (Marchena, m. 73), De Guzmán (Joselu, m. 83), Joan Oriol; y Marco Ruben. No utilizados: César; Ángel, Senna, Wakaso y Manu Trigueros.
Betis: Casto; Isidoro, Ustaritz, Dorado, Nacho; Iriney (Matilla, m. 46), Cañas, Beñat (Montero, m. 57); Rubén Castro (Santa Criz, m. 72), Jorge Molina y Pozuelo. No utilizados: Fabricio; Chica, Amaya y Ezequiel.
Goles: 1-0. M. 20. Borja Valero bate de vaselina a Casto.
Árbitro: Muñiz Fernández. Amonestó a Isidoro, Bruno, Rubén Castro, Marco Ruben, Borja Valero y Diego López.
Unos 15.000 espectadores en El Madrigal.
Existen actitudes en los equipos que muestran a las claras la depresión en la que se encuentran. El Villarreal, un conjunto que se ha caracterizado en los últimos años por su juego de posesión y toque, ha decidido cambiar de traje, angustiado por su delicada situación. Machacado por las bajas, las de Nilmar, Rossi, Cani o Zapata, Garrido diseñó un partido a la contra, con más trabajadores que estilistas, donde solo la libertad de Borja recordaba épocas más espléndidas. Ante este Villarreal disfrazado se presentó el Betis con su inmensa ternura, con su sano propósito de ser protagonista con el balón y con el arrojo necesario para presionar en el campo del rival. Mel, un tipo valiente, ha decidido que su equipo morirá con el estilo alegre que le permitió ascender, aunque la élite de la Primera División exige, y mucho, sobre todo a la hora de concretar en gol lo que se genera. Por ahí mueren sus ideas.
El resultado fue evidente. Sin dominio del área contraria, cayó en la trampa que le tendió el Villarreal. Bien situado en su campo, cerrada la banda derecha en torno a Rubén Castro, el único futbolista letal del rival, dominó el partido a pesar de renunciar a la posesión del balón. El Betis se enfrascó en un dominio estéril, sin el menor atisbo de peligro, y fue el Villarreal el que empezó a sacar fruto a su estrategia. Sobre todo a balón parado, donde puso en evidencia la falta de contundencia de la zaga del equipo. Casto salvó un balón muy complicado ante el central Gonzalo y Borja Valero, un jugador de enorme clarividencia, empezó a buscar los espacios entre líneas que ofrecía un Betis tan bonito como inocente. Una pérdida de balón de Beñat provocó un desajuste que aprovechó el Villarreal a la perfección. El suave toque de Borja ante Casto, descolocado, hizo el resto. El Betis tuvo una opción clara de Rubén, que salvó bien Diego López. El resto de sus acercamientos apenas metió miedo al Villarreal, que además obtenía desahogo en la impecable técnica de Borja, sobrado en la posesión, inalterable ante el acoso de unos rivales sin la menor chispa para quitarle el balón. Respiraba el centrocampista y, con él, su equipo.
Lo intentó el Betis en la segunda parte. Pepe Mel buscó la velocidad de Montero y la presunta visión de juego de Matilla. La entrada de Santa Cruz tampoco ofreció soluciones. El Villarreal se defendió con orden, ejerció el oficio necesario para dejar pasar los minutos y todavía hubo tiempo para que Senna reemplazara a Borja en el último minuto. La ovación que se llevó el centrocampista reconoció su aportación a la victoria de un Villarreal que supo entender que ahora se requieren triunfos más que juego, más esparto que seda.
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