Marco
Antes que nada me gustaría hacer una reflexión alrededor de la fatídica muerte de Marco y de los otros que, como él, también han perdido la vida en esta disciplina: cuando afrontamos una carrera, todos los pilotos somos conscientes del peligro que corremos, pero lo aceptamos y viajamos con él porque hacemos aquello que amamos. Es cierto, es un cliché, pero esa así, y también lo era en el caso de Simoncelli, que ha muerto haciendo aquello que más le gustaba.
Marco se estaba convirtiendo en alguien realmente importante en el Mundial. Este año, comenzó con mucha fuerza, corría como piloto oficial de Honda, muy motivado y metido. Posiblemente, los episodios que protagonizó con Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo a principios de curso provocaran que en España no despertara la simpatía que los aficionados le profesaban en otros lugares, pero, en realidad, todos sabemos que hemos perdido a un gran piloto, uno de futuro, además de un chico excepcional. No hay más que ver cómo se ha quedado el paddock en el momento del accidente, completamente consternado, en estado de shock. En ese momento, todos los que estábamos ahí, los pilotos, pero también los mecánicos, periodistas, organizadores y demás, hemos pensado en Shoya Tomizawa, que hace un año, en Misano, también nos dejó.
Lógicamente, en las próximas horas y días vamos a hablar mucho acerca del accidente, pero yo prefiero no hacerlo porque las imágenes lo hacen por sí solas y no tengo nada más que añadir. Prefiero pensar que Marco está en el cielo, recordar su sonrisa y su tremenda pelambrera, un símbolo de la gran personalidad que demostraba tener, tanto dentro como fuera de la pista, y también la pasión que demostraba por las motos y que compartía con todos sus compañeros. Eso sí, no puedo dejar de pensar en la promesa que hizo de cortarse la melena el día que ganara su primera carrera de MotoGP.
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