Pulso de dudas
Getafe y Villarreal empatan (0-0) en un duelo que retrata su indefinición
Getafe y Villarreal se citaron en el Coliséum con la intención de resolver sus titubeos y encauzar su camino en esta Liga. Ambos buscaban tres puntos reconstituyentes y se encontraron con un empate que prolonga su indefinición en la tabla y sus dudas sobre el césped.
A estas alturas son los dos equipos que más han empeorado con respecto al curso pasado -nueve puntos menos para los amarillos y cinco para los azulones-. Confeccionados para retos más lustrosos, ambos han hecho de la irregularidad su forma de vida en el arranque del campeonato hasta verse en la zona intrascendente de la tabla. Y cuando los resultados no acompañan, las convicciones se debilitan y aparece la ansiedad.
GETAFE, 0 - VILLARREAL, 0
0.- Getafe: Codina; Valera, Lopo, Cata Díaz, Miguel Torres; Rubén Pérez, Casquero (Michel, m. 72); Pedro Ríos, Sarabia, Diego Castro (Miku, m. 87); y Güiza (Colunga, m. 55). No utilizados: Tomeu Nadal; Mané, Albertazzi y Juan Rodríguez.
0.- Villarreal: Diego López; Zapata, Gonzalo, Marchena, Català; Senna (Wakaso, m. 46), Bruno; Cani (Hernán Pérez, m. 80), Borja Valero, De Guzmán (Joselu, m. 86); y Rossi. No utilizados: César; Mario, Gerad Bordas y Camuñas.
Árbitro: José Antonio Teixeira Vitienes. Amonestó a Gonzalo, Sarabia, Valera, Borja Valero, Catalá, Rossi, Rubén Pérez, Marchena y Michel.
Unos 11.000 espectadores en el Coliséum Alfonso Pérez.
Espoleados por esa desazón y por el firme deseo de enderezar el rumbo, Getafe y Villarreal saltaron al tapete buscando el gol para barnizar de confianza sus respectivas apuestas.
Sin remilgos, con menos manufactura que de costumbre, los azulones fiaban su suerte, casi en exclusiva, a la caña de Güiza, aún desafinada. El delantero jerezano, en el alambre del fuera de juego, peleaba los balones en largo de los suyos buscando la espalda de los centrales amarillos en un baile abnegado. Los de Garrido, igual de directos, se entregaban a los latigazos de Senna y la astucia de Rossi. Pero a ninguno les funcionó la fórmula.
Ni Sarabia ni Borja Valero encontraban acomodo para su compás en semejante ecosistema. La mediapunta era un territorio inexplorado y el balón llegaba áspero y destartalado a los delanteros. Con prisa y sin pausa, el juego fue perdiendo trascendencia y ganando crispación. Todas las balas eran de fogueo y la eléctrica ida y vuelta inicial devino en un trajín insustancial que apenas inquietaba las porterías de Codina y Diego López. Tampoco por las bandas se adivinaban soluciones. Pedro Ríos y Diego Castro no encontraban rendijas en la zaga castellonense y el suministro hacia Güiza languidecía.
A la vuelta de los vestuarios, los entrenadores comenzaron a mover sus fichas en busca de la chispa y la inventiva que alterara el guion del empate y rompiera la metódica ocupación de los espacios que sellaba el pulso. Wakaso sustituyó a Senna para dar vuelo al costado izquierdo del ataque amarillo y Colunga dio relevo a un exhausto Güiza en el Getafe. Pero era una tarde de centrales más que de delanteros. Cata y Lopo por los locales y Gonzalo y Marchena en los visitantes agigantaron su figura con el paso de los minutos destilando tablas, pericia y contundencia en cada acción.
Solo Rossi intentó rebelarse ante la sequía y buscar las redes de Codina con la osadía de un aventurero solitario. Voluntarismo intrascendente en una tarde que nació briosa y terminó seca.
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