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Mayer maniata a Nadal

El alemán despide de Shanghái al español con su juego impredecible

Ni una pelota igual. Ni una señal que permita adivinar hacia dónde irá la bola, cuál será su velocidad, cuál su altura. Ni un signo de debilidad. Ni un momento de respiro. Todo eso observa Rafael Nadal en su contrario, el alemán Florian Mayer, que le despide 6-7 y 3-6 en octavos del Masters 1000 de Shanghái con una entretenidísima mezcla de alturas, ritmos y golpes insospechados. En el tenis del siglo XXI, cada vez más propenso a los guiones repetidos y las tácticas fotocopiadas, el alemán, aupado esta semana hasta el número 23, es una rara excepción. Compite improvisando. Disfruta creando. Nadal nunca encontró forma de hacerle daño.

Mayer fue siempre el agresor. Allí donde el mallorquín no consiguió ninguna bola de break, él se procuró cuatro. El español, frustrado consigo mismo, el rival y casi todo lo que rodeó al partido, que se jugó bajo techo, tuvo su oportunidad cuando se adelantó 4-2 en el tie-break de la primera manga. La desaprovechó, víctima de esa mezcla de riesgo e inconsciencia que definió la propuesta de su contrario, siempre en la red, siempre con una dejada en la recámara, siempre con un globo con el que confundir al español y mandarle un millón de mensajes contradictorios.

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Un maestro del sacrificio

Nadal se despidió de Shanghái en octavos, igual que le pasó en 2010. La coincidencia de los resultados no identifica al mismo tenista: el mallorquín jugó protegiéndose en exceso el revés, sin acierto en el resto y con cierta parsimonia, sin el punto de épica que siempre le ha distinguido. Podría decirse que tras la derrota en la final del Abierto de Estados Unidos la temporada se le está haciendo larga. Se puede decir que su temporada será larguísima: le quedan las citas del torneo de París, la Copa de Maestros y la final de la Copa Davis.

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