El asalto de Feliciano
El toledano, que jugará contra Mayer en cuartos de Shanghái tras vencer a Berdych (6-4 y 6-4), persigue superar la frontera del número 20, su mejor clasificación, de 2005
Recién llegado a Asia, Feliciano López, torero siempre, piensa en una terrible cornada. Retiene en la retina el pitón que desfigura al matador Juan José Padilla, y se dice desde la distancia: "Seguro que un ciclón como él saldrá otra vez más por la puerta grande".
Feliciano, ganador ante Berdych por 6-4 y 6-4, no es un ciclón, pero sí un temible viento que ya está en los cuartos de final del Masters 1000 de Shanghái, donde el viernes jugará contra Mayer. El toledano tiene 30 años y vive una temporada de redescubrimiento. Reencontrado consigo mismo, sufre lo que antes no podía, pelea lo que antes se le escapaba. Solo ha perdido 11 encuentros contra jugadores que no estuvieran entre los 10 mejores del mundo. Su resultado en Shanghái le situará probablemente entre los 25 mejores del planeta la próxima semana. Está en su terreno preferido, la pista rápida, olisquea uno de sus paraísos, la gira de torneos bajo techo, y sueña en voz alta: ¿Y si lograra acabar la temporada entre los 20 mejores del mundo?
Ese, y no otro, fue el objetivo del toledano cuando empezó a trabajar con Alberto Berasategui. En 2005, cuando era un chaval, Feliciano logró ser el número 20 del mundo. El futuro era suyo. El presente lo prometía todo. A la vuelta de seis años, el toledano nunca pudo superar ese puesto. Hoy, ahora, es el momento. Mañana, el futuro, esa final de la Copa Davis contra Argentina, es el premio por apretar y hacer el último esfuerzo. Por eso juega como si tuviera un lustro menos: en Shanghái, dando un brillante cursillo de voleas, Feliciano despidió al serbio Tipsarevic, el número 13 del planeta.
Es octubre. Es final de temporada. Se termina el año, y eso ayuda a que todos los tenistas conozcan sus objetivos. David Ferrer se ha clasificado para la Copa de Maestros tras vencer a Juan Carlos Ferrero. A Nicolás Almagro se le ha complicado la presencia en el torneo tras perder con Andy Roddick. Todos los españoles quieren algo, pero ninguno lo busca tan armoniosamente como Feliciano: uno que se abalanza hacia el número 20 y la final de la Davis con su tenis de saques, voleas y cortados como cuchillos.
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