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Ribéry se basta

El Villarreal sucumbe sin contestar ante la habilidad del francés y el potencial del Bayern

Si la valía de la Champions la marcan los clubes de leyenda y los grandes jugadores, El Madrigal descubrió que el Bayern es un conjunto ganador de toda la vida y que posee un futbolista enorme y único. Olvidadas las lesiones y sus deseos de mudanza, Franck Ribéry, está centrando todos sus esfuerzos en el Bayern y en demostrar que su fútbol es excepcional, propio de los elegidos. El extremo francés se cosió el esférico a su bota derecha y se dedicó a divertirse y hacer sobresalientes a un equipo plagado de notables ante la atónita mirada del Villarreal que se sintió inferior, despersonalizado de inicio por un planteamiento concebido para evitar riesgos.

Solo Diego López sostuvo a su equipo y dejó en poca cosa la derrota ante un claro aspirante a alzarse con la Champions. Ante el potencial ofensivo del Bayern, con una segunda línea de ataque formada por, Kroos, Müller y Ribéry secundando a Mario Gómez, Garrido reforzó el centro del campo con un trivote, con Senna, Marchena y Bruno. Por delante de la terna de la medular se ubicó De Guzmán, el último en llegar, luciendo el 8 heredado por Cazorla. El Villarreal comprobó pronto que el Bayern tiene cuajo y empaque. No en balde cumplía en El Madrigal 250 partidos disputados entre la antigua Copa de Europa y la Champions.

VILLARREAL, 0 - BAYERN MÚNICH, 2

Villarreal: Diego López; Mario, Zapata, Musacchio, Catalá; Senna (Cani, m. 46), Marchena, Bruno, De Guzmán (Camuñas, m. 72); Rossi y Nilmar (Marco Ruben, m. 58). No utilizados: César; Gonzalo, Pérez y Wakaso.

Bayern Múnich: Neuer; Boateng, Van Buyten (Rafinha, m. 22), Badstuber, Lahm; Tymoshchuck, Schwensteiger; Müller, Kroos (Luiz Gustavo, m. 81), Ribéry; y Mario Gómez (Petersen, m. 46). No utilizados: Butt; Contento, Alaba y Takashi Usami.

Goles: 0-1. M. 7. Kroos. 0-2. M. 76. Rafinha.

Árbitro: Cüneyt Çakir (Turquía). Amonestó a Tymoshchuck, Marchena y Schwensteiger.

Unos 25.000 espectadores en El Madrigal.

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Las precauciones tomadas por Garrido estaban bien fundadas si prevalece la prudencia frente a la valentía que ha caracterizado al Villarreal en las últimas temporadas. A pesar de las cautelas, el Bayern, que ha comenzado de manera espectacular la temporada, resulta un conjunto difícil de contener cuando se lanza al ataque y cuenta con un activo como Ribéry, un futbolista enorme, desequilibrante como pocos, en estado de gracia y cuyo repertorio de desmarques, carreras y engaños siempre tienen sentido práctico y estético a la vez. A los siete minutos, Ribéry, con un acelerón y un par de quiebros, profundizó hasta la línea de fondo y envió un servicio perfecto al espacio, para que Toni Kroos, otro irreverente volante ofensivo de 21 años, internacional alemán de nuevo cuño, embocara con sutileza a gol.

Intentó el Villarreal no descomponerse con el golpe ni aventurarse a actos heroicos. Fiel al carácter alemán y al peso de su escudo, el Bayern no iba a recrearse con el marcador a favor. El grupo de Garrido persistió en su idea de no desarmarse e intentar buscar su oportunidad por el punto débil de los bávaros, su pareja de centrales, Badstuber y Van Buyten, de estampa imponente y cintura acartonada. Solo la velocidad y habilidad de Nilmar y Rossi podía desmontar a un conjunto con cuajo y brillante. Rossi tuvo a los 20 minutos la primera ocasión al rematar dentro del área un balón que le llegó en condiciones de empalar. Neuer detuvo el esférico como si nada. Van Buyten tuvo que abandonar por lesión el terreno de juego y paradójicamente fue el Villarreal el perjudicado. Entró Rafinha y Jerome Boateng abandonó el lateral y se ubicó de central para solucionar los aparentes y únicos problemas que el equipo castellonense pudiese traer con Nilmar y Rossi.

De todos modos, todo lo que sucedía en el terreno de juego tenía que ver con el Bayern, con su ataque monopolizado en exclusiva por Ribéry. El internacional francés se bastaba el solo para desdibujar a un Villarreal desnaturalizado desde la alineación y una vez puesto en acción. Ribéry acumulaba cadáveres a su paso. El joven Mario no era suficiente para atrapar el paso rápido y elegante del galo. Ni la ayuda de Marchena ni la de Zapata eran suficientes.

Recuperó Garrido su formato habitual con la entrada de Cani por Senna y el centrocampista aragonés animó el envite que por instantes, pocos, dejó de ser unidireccional. Pero todo resultó en balde. El balón era del Bayern y el que mejor lo trató fue Ribéry.

Ribéry y Petersen celebran con Rafinha el segundo gol de los alemanes.
Ribéry y Petersen celebran con Rafinha el segundo gol de los alemanes.JOSEP LAGO (AFP)

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