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Un torneo lleno de trampas

Djokovic y el resto de favoritos se enfrentan en Nueva York al viento, las sesiones nocturnas, la lluvia y el ruido del público

Nueva York, el último torneo del Grand Slam del curso, recibe a los mejores del mundo sin saber de quién fiarse. Con Novak Djokovic un paso por delante del resto, ningún otro tenista ha transmitido la suficiente firmeza como para señalarle como favorito indiscutible. El torneo, además, siempre ha tenido sus propias trampas: una central ingobernable por el viento, partidos para los mejores a altísimas horas de la madrugada, los huracanes que obligaron a retrasar la cita los dos últimos años, un público ruidosísimo...

Novak Djokovic. Todas las estadísticas señalan al serbio como el favorito indiscutible al título. Su temporada ha sido inmaculada. Su nivel de juego, espléndido. Su gestión del calendario... mejorable. Tras el acierto de renunciar a competir en Montecarlo cuando arrancó su estratosférica racha de victorias, el serbio entró en una inercia triunfal que le ha impedido valorar la posibilidad de descanso. ¿Cómo hacer caso a los dolores si todos los rivales se inclinaban a su paso? ¿Cómo escuchar a los gritos de su cuerpo cuando cayó en su zurrón el título de Montreal pese a las molestias en la espalda? La consecuencia de esa falta de priorización, que debería haber puesto el Abierto de Estados Unidos por delante de la cita de Cincinnati, son conocidas: el número uno se retiró de la final del torneo norteamericano, lesionado en el hombro y la espalda, y llega a Nueva York probablemente recuperado pero rodeado de unas dudas que no existían hace dos semanas.

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Rafael Nadal. El campeón del torneo en 2010 llega a Nueva York mirándose a sí mismo antes que a sus rivales. La gira previa le descubrió falto de piernas y agilidad, sin su famosa cobertura de pista e impedido para ejecutar el saque y el revés con garantías por unas quemaduras en la mano derecha. La competición dicta ahora su implacable sentencia. Si los días de preparación y los primeros partidos le sirven para recuperar la forma, nadie más cualificado que el mallorquín para asaltar el título con su juego huracanado. Si no ha sido así, si persisten los problemas de movilidad y decisión en los momentos clave, solo le quedará la vía del sufrimiento.

Roger Federer. El suizo puede coronar su primera temporada sin ganar un grande desde 2003. Ese registro describe por sí mismo la importancia que tiene la última cita del Grand Slam para Federer, que lleva todo el año sin llevarse un gran título a la boca. En Federer, sin embargo, casi todo depende de la motivación propia. Suya fue la victoria en la impresionante semifinal de Roland Garros, contra Djokovic. Suyo el inicio brillantísimo del partido decisivo de París, finalmente perdido contra Nadal. Nadie tiene más armas ni conoce mejor entre los competidores actuales todos los entresijos de una pista central como la de Nueva York, llena de trucos. La realidad, sin embargo, es irrefutable. Para Federer, ya con 30 años, el tiempo se va agotando. Solo un genio como él podría imponerse a la dictadura del calendario.

Andy Murray. El escocés se presenta en el escenario que le vio jugar su primera final grande y en el que se coronó como junior. Es su torneo favorito, por encima del sacrosanto Wimbledon. En cualquier caso, el número cuatro no ofrece las señales que se le deben exigir a un favorito, por mucho que su capacidad técnica y táctica le cualifiquen de sobra para optar al título. Sus resultados son la mejor fotografía: igual que ganó en Cincinnati, perdió en su estreno en Montreal. Él, que se siente listo para el asalto, maneja otro tipo de dato. En 2011, ha alcanzado la final del Abierto de Australia y las semifinales de Roland Garros y Wimbledon, donde solo pudo frenarle un Nadal superlativo. Credenciales suficientes para soñar con todo.

Djokovic celebra un punto durante el torneo de Wimblendon.
Djokovic celebra un punto durante el torneo de Wimblendon.EUROPA PRESS

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