Corrales sí o sí
A pesar de haber jugado solo nueve partidos en Primera en los dos últimos cursos, el lateral era la apuesta más firme del Granada para la banda
No tiene mal ojo Vicente del Bosque que, bien asesorado por los ojeadores de la cantera del Real Madrid, reclutó para la cantera blanca a un lateral andaluz que se desenvolvía con arrojo en el carril izquierdo del juvenil del Sevilla. Era el año 2000 y, desde entonces, la vida ha dado muchas vueltas para Enrique Corrales (Sevilla, 1982). Pulido en La Fábrica, consolidado en Osasuna y descabalgado en su recta final en Mallorca, el fútbol le ha brindado otra oportunidad en Granada. "Subiéramos o no, íbamos a ir a por él", indica Fabri, técnico del club andaluz.
Poco le importaba a Fabri que Corrales hubiera jugado solo nueve partidos en los dos últimos ejercicios. "Buscábamos un lateral fiable y él lo es", justifica el preparador, que encuentra en la velocidad y la garra del sevillano un seguro de vida para el flanco izquierdo del equipo. "Confío mucho en mis posibilidades. Jugar en Primera está carísimo y no es fácil que llamen a tu puerta cuando no has tenido minutos", explica el futbolista, que creció admirando los goles de Van Basten, pero que más tarde tomaría las cabalgadas de Maldini como referencia.
Después de formarse en el Castilla, fue Javier Aguirre quien le brindó la posibilidad de estrenarse en Primera con Osasuna. "Nos exprimía al máximo, aprendes muchísimo con él", recuerda; "te transmite esa fuerza que desprende en el banquillo. Es un motivador nato". Allí, en Pamplona, vivió su etapa más dulce como futbolista, en la que el equipo estuvo muy cerca de disputar la Champions y alcanzó las semifinales de la UEFA. "Fueron cuatro años fantásticos. Había un grupo humano excelente y me hicieron sentirme cómodo muy rápido. Allí la gente es muy noble", remarca el jugador.
Un periodo que contrasta con sus tres años de claroscuros en Mallorca, donde aterrizó en un club deprimido. "No es fácil ir a entrenar con todos los problemas nos rodeaban", señala. Pese a la zozobra económica e institucional, el equipo respondió de la mano de Gregorio Manzano. "Fuimos todos a una. Cuando saltábamos al campo, dejábamos de lado todos los problemas", subraya Corrales, que se ganó la confianza del técnico el primer año, pero cuyo protagonismo se diluyó en los dos siguientes, sobre todo con la llegada de Michael Laudrup. "No cuentan contigo y eso duele. Me tocó a mí, pero lo peor fue el tema familiar. Llegar a casa sin haber pisado el campo...", explica.
La llamada del Granada le ha rearmado la moral y devuelto el brío a las piernas. "La impresión inicial ha sido muy buena. Lo que más me ha llamado la atención es la ilusión de la gente: ¡había colas para ver los amistosos!", relata el sevillano, que tiene en Jesús Navas, vertiginoso extremo del Sevilla, su peor enemigo: "¡No para! ¡Me las ha hecho pasar canutas!", bromea Corrales, con casi 150 partidos en Primera a sus espaldas y el depósito cargado para afrontar un curso que promete emociones fuertes en Los Cármenes. "Vamos a dar más de una campanada", zanja.
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