Colgados de Ganso
Dos asistencias del media punta arreglan los desaguisados defensivos de Brasil y firman un empate a última hora frente a Paraguay (2-2)
Sobre Ganso ha caído la responsabilidad indirecta de Brasil y sobre Neymar, todos los focos porque es la efervescencia, la estrella emergente del que todo el mundo habla y por el que se pelean los grandes de Europa. A Neymar, siempre y cuando la canarinha no quede apeada del torneo antes de tiempo, le alcanzará con un par de goles para cumplir el expediente. A Ganso, sin embargo, solo le basta llevar al equipo a lo más alto porque Mano Menezes lo protege desde la oratoria pero le exige al que más sobre el césped. Los gestos así lo aclaran; frente a Paraguay, el técnico dejó fuera del once a Robinho para potenciar a Ganso, quizá porque entiende que para alcanzar el marco rival más valen dos pases precisos que cinco quiebros seguidos. El problema es que a Brasil, herencia todavía de Dunga, le sobra músculo en la medular y le falta pie. Pero Ganso, todo talento, fue suficiente para lograr una igualada con Paraguay (2-2), más compacto y voluntarioso, menos remilgado para el trabajo y, sobre todo, con menos agujeros en la retaguardia.
BRASIL, 2 - PARAGUAY, 2
Brasil: Julio César; Alves, Thiago Silva, Lucio, André Santos; Ramires (Lucas, m. 70), Ganso, Leiva; Jadson (Elano, m. 46), Neymar (Fred, m. 82) y Pato.
Paraguay: Villar; Verón, Da Silva, Alcaraz, Torres; Vera, Ortigoza, Riveros (Cáceres, m. 69), Estigarribia (Martínez, m. 79); Barrios (Valdez, m. 56) y Santa Cruz.
Goles: 1-0. M. 38. Jadson recoge un pase de Ganso y marca desde fuera del área. 1-1. M. 55. Santa Cruz aprovecha un pase de Estigarribia. 1-2. M. 66. Valdez, de rebote. 2-2. M. 90. Fred resuelve un pase de Ganso.
Árbitro: Wilmar Roldán (Colombia). Amonestó a Jadson, Lucas Leiva, Pato, Barrios y Cáceres.
Estadio Mario Alberto Kempes. Unos 50.000 espectadores.
Paraguay es un equipo con todas las letras. Su trabajo táctico es estupendo, material para cualquier videoteca en la sección de defensa. Sólido y sacrificado, el conjunto guaraní cuenta con jugadores dispuestos a correr por el compañero, listos para provocar la superioridad del cierre en cualquier parcela del campo. El defecto es que en ocasiones se encasquilla con la pelota y que para alcanzar el marco contrario la pasa canutas. Aunque casi siempre se las ingenia, de nuevo con el trabajo posicional, para encontrar una vía de ataque. Normalmente se remite al balonazo por detrás de la zaga rival, en alguna ocasión se filtra el pase interior y, las menos, se fabrica una jugada para el recuerdo. Y ante Brasil se destapó Estigarribia, un extremo zurdo con elegancia hasta para caerse, que sonrojó en varias ocasiones a Lucio y provocó un penalti de Alves, que sacó la mano a pasear dentro del área, pero que el colegiado pasó por alto. El desatino de Lucio, en cualquier caso, era un filón y así lo entendió Barrios, que recogió un mal pase del central y tiró una asistencia al movimiento de Santa Cruz, que erró en la definición cuando solo le quedaba batir a Julio César. Fue un disparo de fogueo, una intención que se diluyó de mala manera. Hasta que Estigarribia dijo basta. Mientras, el juego corría en la portería rival, en las botas de Ganso, sobre todo.
La época dorada del jogo bonito, esa en la que el regate era un adorno al pase tan preciso como rápido, pereció con Dunga y tampoco se ha recobrado con Menezes. Ahora está de moda el atrevimiento para el recorte, la sempiterna individualidad de la canarinha (Neymar, Robinho, Pato, Jadson, Fred...) sobre la combinación. Aunque el técnico, amoldado a las características de los mejores, persigue la idea del pase con Ganso, que no dribla en largo, pero tiene una habilidad única en los espacios cortos, una zurda exquisita para leer el juego y, sobre todo, como los buenos, facilidad para tocar de primeras. Movimiento lento; fútbol de vértigo. Un pase interior suyo fue a Jadson y de ahí a Pato, que no supo batir a Villar, portero olvidado en el ostracismo de la Segunda División, suplente en el Valladolid. Otro pase suyo, de nuevo a Jadson, acabó en la red tras un disparo sensacional y cruzado. Y uno tercero no acabó en gol porque Neymar no quiso, entretenido en ese regate de más, en esa manía por aliñar el gol. Vicio del que carece Paraguay, que sabe a lo que juega, que hurgó en la flaqueza defensiva de Brasil.
Para Lucio jugar al lado de Alves, revoltoso en ataque y distraído en defensa, es un tormento. Las piernas no le llegan para corregir el hueco y pierde el color cada vez que sale de su parcela. Estigarribia lo vio claro y jugó pegado a la línea de cal, en campo ajeno. Le ganó casi siempre la espalda a Alves y retrató a Lucio al tiempo que David Luiz, central del Chelsea, se mordía las uñas en el banquillo. Un centro de Estigarribia, en un contragolpe que descompuso a Brasil y a los dos zagueros, lo aprovechó Santa Cruz para igualar. Y en un fallo clamoroso de Alves, que no acertó a despejar ni a proteger la pelota en su propia área, Riveros le robó la cartera y conectó con Valdez, que chutó a puerta, Lucio la repelió y el rebote, de nuevo sobre el cuerpo de Valdez, acabó en diana. Hachazo doble de Paraguay y todo Brasil menos Ganso sin ideas.
Intermitente porque ningún trescuartista fue un futbolista de 90 minutos, ausente en momentos porque el físico no le alcanza -en mayo se lesionó y volvió para la reciente final de la Libertadores-, a Ganso se le reclama regularidad. Pero nadie le reprocha el talento. Un pase interior fue a sus pies y de ahí, de espaldas a portería pero con ojos en la nuca, a las botas de Fred, que soltó un latigazo en el último segundo para igualar el partido, para dar aire a Brasil y una nueva oportunidad a Neymar, perenne en los flashes pero anónimo en el césped, y a Ganso, que con un poco dio mucho.
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