Neymar en versión reducida
El ariete del Santos se diluye en el segundo duelo más importante del curso, en la ida de la final de la Libertadores ante el Peñarol (0-0)
Todo Sudamérica y gran parte de Europa tenía los ojos puestos en Neymar, delantero brasileño del Santos que disputó esta madrugada la ida de la final de la Libertadores ante el Peñarol (0-0), uruguayo. Es la estrella del país, el ariete titular en la canarinha de Mano Menezes, el punta de 19 años por el que suspiran y pelean los grandes del viejo continente. Pero Neymar en el estadio del Centenario fue poco Neymar. Un tanto individualista, demasiado enrocado en regatearse a su sombra, solo despuntó cuando actuó de escoba -arrastró a rivales con sus movimientos- y cuando dio el último pase, siempre de espaldas a portería. Un tropiezo sin consecuencias; el Santos disputa la vuelta el 22 de junio en su estadio, el Pacaembú. Otra oportunidad para Neymar, otra ocasión para el Santos de revalorizar y encarecer el precio de su perla.
No fue un correcalles sin remilgos, un duelo de tú a tú con ritmo. Así lo exigió Peñarol, que se abriga en su casa a la perfección, siempre con las ayudas a la orden del día y con el contragolpe en el entrecejo. Un muro infranqueable para el Santos, consciente de que el próximo duelo está ala vuelta de la esquina, puesto el freno de mano. Todos esos condimentos resaltaron la ineficacia de Neymar para poner el punto y final al juego colectivo. Aunque tampoco le ayudó la fogosidad de los defensas de Peñarol -el capitán Darío Rodríguez le enseñó los tacos en más de una ocasión- y la temprana cartulina amarilla que recibió.
Bien sujeto y sin espacios a la espalda de la zaga adversaria, Neymar leyó el encuentro y optó por tirar desmarques hacia los costados. Un arma más fructífera que posibilitó el protagonismo del defensa con vocación de delantero Alex Sandro -otro que suena por todo Europa- y Ze Eduardo -se va al Génova-, dos futbolistas de quiebro fácil y remate amenazante. Pero el balón no quiso entrar y Peñarol mantuvo el resultado y, por un pelo, no firmó un gol de bella factura, en una vaselina de Olivera que le cuchicheó al larguero.
Diego Aguirre, técnico de Peñarol que logró el gol que le valió al equipo la última Libertadores, allá en 1987, cerró un poco más las filas y se difuminó el ataque de Santos, que se conformó con el empate. Ahora la pelota está en su tejado, en su estadio. Pero no le incomoda demasiado a Peñarol no tener la aureola de favorito; ya le sucedió con el Internacional (Brasil), el Universidad Católica (Chile) y Vélez (Argentina) en las rondas previas y siempre ganó. Pero en esas ocasiones no estaba delante Neymar, un futbolista que rara vez perdona dos veces, cuarto goleador en la Libertadores con cinco dianas, a dos de los líderes Nanni (Cerro Porteño) y Wallyson (Cruzeiro), ya eliminados.
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