Coto de caza
Ayer se abrió el coto de caza. Entrada reservada para socios y acompañantes. Con respecto a esta norma solo se admiten dos excepciones: algún que otro interesado en sacar tiempo para la clasificación por equipos, y algún clasificado entre el puesto 10 y 20 de la general que ambicione mejorar esta clasificación.
En este Giro ya ha costado que comience la temporada de caza. Hasta ayer no lo hizo, y eso que ya estamos en la tercera semana, y en vísperas de terminar. Pero es que además este año la temporada va a ser muy corta. Dos días, o tres a lo sumo, no más. El martes y el miércoles. El jueves, ya veremos, que las condiciones no son las mejores para acceder a la presa.
En este tipo de días hay muchas carreras en una. La primera y más importante es hasta el momento en la que se forma la fuga. Ya en la salida neutralizada se respira tensión, pues son muchos los que quieren estar bien posicionados en el momento de cruzar la línea del kilómetro cero para que no les pille desprevenidos. El juez da entonces el banderazo que marca la salida oficial, y a partir de ahí comienza la guerra, que puede durar 10 minutos o dos horas, quién lo sabe. Se forman grupos que parecen buenos, pero el pelotón no suele dar su brazo a torcer tan fácilmente. Los cazadores más avezados se vigilan los unos a los otros, no se les vaya a escapar el galgo. Los corredores de los equipos que disputan la clasificación por equipos vigilan a los de los equipos rivales -donde vaya uno de ellos tenéis que ir uno de vosotros, les han ordenado-. Y los primeros de la general, se vigilan entre ellos mirando de reojo a los grupos que se forman por delante, y esperando noticias por el auricular acerca de quién es el mejor clasificado en la general de los fugados. Ah, no, ya no, que no hay pinganillos; ahora la información tarda más en llegar, pero llega. No vaya a haber sorpresas, pues a veces hay que poner a trabajar a toda la artillería de manera inesperada, antes de que la situación se complique demasiado.
Y una vez que termina esta carrera, cuando la fuga buena ya se ha formado, los ganadores, es decir, los que han conseguido formar parte de ella, ponen sus marcadores a cero y comienzan otra nueva carrera. Comienza la aventura.
Por detrás la carrera sigue y aún pueden pasar cosas entre los favoritos, pero centrémonos en los de delante, que ahí es donde está la victoria de la etapa.
Por delante se desarrolla el esquema clásico de toda historia: planteamiento, nudo, desenlace. Primero se observan entre ellos, quiénes son, qué cualidades tiene cada uno y qué terreno hay por delante. Después, con el paso de los kilómetros, cada uno va sacando sus propias conclusiones de cómo van los demás, quién guarda y se escaquea o quién tira como si la vida le fuese en ello. Y llegamos al desenlace, que puede ser, como el de Tirano, muy largo, pues la violencia en la escapada comenzó desde las primeras rampas de Aprica, faltando aún mucho para la meta. En Aprica muchos de ellos probaron fortuna, pero al final, la escisión buena se formó en los últimos kilómetros, ya oliendo la meta, cuando cuatro de estos cazadores se despidieron de sus compañeros de fuga para jugarse la victoria entre ellos. Entre ellos mi amigo Lastras, un habitual de olfato delicado.
Y la victoria se decidió en un polémico sprint en el que el joven e inexperto jugó el rol de veterano, y el teóricamente experto vio como le robaban la liebre delante de las narices. Entiendo el cabreo de Visconti porque era el más rápido de ese grupo y tenía fuerzas suficientes para ganar, pero en mi opinión la desclasificación fue justa. Ulissi fue más zorro y supo jugar mejor sus cartas. Y Lastras se tuvo que conformar con vivir el sprint en una posición de privilegio, aunque también él estuvo a escasos centímetros de la victoria. No obstante, Pablito, tu olfato está tan entonado como tus piernas, así que a ver si hay más suerte otro día. Que hoy se vuelve a abrir el coto...
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